En un mundo perfecto, imperaría el modelo económico que promueve el comercio justo. Pero éste no lo es. Vitoria sólo dispone de una tienda como tal que despacha productos fabricados para un consumo responsable. Y de nosotros depende que esa forma de entender las relaciones empresariales en todo el planeta se extienda. Un deber sustentado en la solidaridad que suele aflorar con mayor intensidad durante las fechas en las que los saludos dibujan buenos deseos. Esta Navidad, el establecimiento que Medicus Mundi Álava abrió en la calle Pío XII ha vuelto a recibir más clientes de los habituales. Gente que ha decidido hacer de los regalos una sorpresa original, un intento de implicar a familiares y amigos en esa cadena de favores y una forma de aportar su granito de arena para ayudar a mejorar la vida de miles de personas. Ciudadanos comprometidos que consiguen generar esperanza, aunque no son tantos como a la asociación le gustaría y, por desgracia, esta vez han llegado en menos cantidad que en anteriores campañas. Pasadas las fiestas, la caja registradora indica que las ventas han bajado respecto al año anterior. Ligeramente, pero lo han hecho.

En la ONG saben por dónde se produce el descenso y sospechan los motivos. “Los productos alimenticios han vuelto a funcionar bien, al nivel de ediciones pasadas, pero las ventas en artesanía van, poco a poco, bajando”, reconoce Carmen Biain, la portavoz del equipo de comercio justo de Medicus Mundi Álava. Muchas veces se ha preguntado el porqué y ha encontrado varias razones. La principal tiene que ver con la pujante afición por el turismo. “Hace quince o diez años, la gente viajaba menos y si lo hacía no se movía hasta tan lejos. De ahí que lo étnico tuviera tirón en el mundo occidental. Sin embargo, ahora te puede llegar a la tienda alguien que ayer estuvo en Tailandia, por lo que lo que va a encontrar aquí no le va a suponer una gran novedad y no le va a llamar tanto la atención”, explica. También ha influido ese materialismo típico de esta parte del mundo que lleva a atiborrar las casas con elementos decorativos y a buscar siempre la última tendencia. “Por eso, la gente no se atreve tanto a regalar un jarrón o un cuadro. No sabe si gustará, si habrá hueco o si encajará con el estilo del resto de la vivienda”, apostilla esta enérgica trabajadora.

La combinación de esos dos factores inhiben la compra de buena parte de la artesanía que se expone en la tienda, haciendo que los ciudadanos se olviden que el objetivo fundamental de consumir estos productos es que se han fabricado de acuerdo a una forma de trabajo que trata de cambiar las discriminatorias reglas internacionales que consolidan la pobreza y la desigualdad. Cuatro son las claves del comercio justo: condiciones laborales y salarios adecuados para los productores del Sur que les permitan vivir con dignidad, cero explotación laboral infantil, igualdad entre hombres y mujeres y respeto a la naturaleza y el medioambiente en los procesos de producción. Un movimiento ambicioso que necesita de gente en todos los eslabones de la cadena para que sus objetivos fructifiquen. Y el último depende, aquí en Vitoria, de quienes entren en el establecimiento de Medicus Mundi. Las personas que lo hacen, no obstante, suelen repetir. “Al margen de la Navidad, funcionamos con una clientela fiel y que gasta, mucho o poco, según sus posibilidades, porque sabe cómo su gesto está favoreciendo a otros”, agradece Carmen.

Entrar en una tienda como la que ella y su equipo gestionan supone viajar a los mercados de todos los continentes en un solo paso. Y, si se llega con predisposición a abrir la cartera, lo más fácil es acabar con una bolsa en la mano. ¿Quién no tiene en su cesta de la compra habitual azúcar, café, chocolate, pastas, frutos secos, mermeladas, tés, infusiones, especias, galletas...? Son productos que todo el mundo adquiere y que pueden encontrarse en el local de Medicus Mundi con la garantía de que se han elaborado de forma justa para sus fabricantes y que tienen la máxima calidad. De normal son los artículos más vendidos, pero también en Navidad, cuando los clientes suelen optar por confeccionar cestas con algunos de estos alimentos y con otros típicos de estas fiestas, “como turrones y licores como el ron de Cuba o la crema de orujo de Latinoamérica”, ya que con lotes así, en un país donde tanto gusta deleitar el paladar, “se acierta seguro” Del resto de estanterías, los vitorianos se han llevado principalmente juguetes para los niños, cooperativos y no competitivos, de mesa y para interactuar, así como agendas y calendarios.

Con la vuelta a la rutina, Carmen y sus compañeros esperan ver a alguna de las nuevas caras que asomaron en Navidad por la tienda. “En fiestas, el perfil cambia un poco porque la cota de edad sube. De normal es de 35 a 50 años”, apuntilla. Lo que parece que no cambia, sea la época que sea del año, es el género. Casi todos los compradores en Medicus Mundi Álava son mujeres. Natalia Gallego es una de ellas. Se aficionó a los tés que le habían regalado en un cumpleaños y ahora siempre pasa por Pío XII para reponer la despensa. “Son muy ricos. No tienen nada que ver con los que puedes encontrar en la estantería de un supermercado normal y sabes que estás ayudando a personas que lo necesitan”, afirma. La responsable de comercio justo de la ONG, feliz cada vez que suma nuevos aliados a la causa, cree que el predominio femenino no es casualidad. “Las mujeres somos más proclives a la cooperación”, subraya, “aunque también somos las que realizamos las compras de manera habitual, no nos vamos a engañar”.

Sólo desde la franqueza con su propio trabajo, Medicus Mundi Álava puede seguir avanzando. Un camino en el que cree a pies juntillas pese a los obstáculos. De hecho, la ONG levantó la persiana de Pío XII en 2009, cuando el tsunami de la crisis barría ya medio planeta, convirtiéndose en el primer punto de venta como tal de Vitoria, ya que SETEM, la otra asociación que trabaja a favor del comercio justo, sólo dispone de algunos artículos en su propio local. “Antes nosotros también vendíamos en la sede y luego la Asociación de Comerciantes de Abastos nos cedió gratis un local en el sótano, pero con el tiempo la plaza no daba más de sí. Y nos animamos a abrir este local”, cuenta Carmen. Debido al momento elegido, no se han podido notar vacas flacas. “En todo caso, poco a poco va subiendo la clientela, conforme nos van conociendo gracias al boca a boca y a la prensa”. Eslabones de esa cadena por un sistema comercial más justo.