los 44 años de obligada convivencia entre Vitoria y la central nuclear de Garoña son una losa que los gasteiztarras no parecen dispuestos a seguir sobrellevando mucho más tiempo. Los deseos de Nuclenor, propietaria del complejo y participada al 50% por Iberdrola y Endesa, de reabrirla hasta 2031 se solidifican de forma paulatina con el apoyo del Gobierno popular. Con Garoña viejos anhelos encuentran ahora nuevos motivos para justificar la energía nuclear, como asegurar que el precio de la electricidad para el ciudadanos se reduciría por el menor coste del kilovatio respecto a las renovables, algo que muchas voces niegan con rotundidad. Los días siguientes al 16 de diciembre de 2012, cuando la central burgalesa cesó su actividad, muchos vitorianos celebraron lo que por aquel entonces parecían la consecución de un objetivo largamente ansiado.
Pero la alegría dura poco en casa del pobre, y el Ejecutivo de Mariano Rajoy decidió unos meses después iniciar de nuevo el camino de la reapertura para alegría de las eléctricas y desazón de los alaveses que durante años pedían su desmantelamiento definitivo. Ahora que la sombra nuclear se cierne de nuevo sobre Garoña más espesa que nunca, este periódico pulsó ayer la temperatura de la calle para conocer qué opinan los vitorianos sobre la más que posible reactivación de la central. “Estoy totalmente en contra de que se abra Garoña. Me parecería una irresponsabilidad, porque no creo que esté en condiciones de reabrirse con los años que tiene. Ha cumplido su tiempo, se cerró y el Gobierno dijo que no se volvería a abrir, aunque todos sabíamos que era una excusa y buscarían la forma de volver a abrirla. Esto es como con los coches, cuando están viejos, se retiran de la circulación”, expresa Arantza Ibarra al ser cuestionada por su interlocutor sobre su visión de la más que posible puesta en marcha de una de las centrales nucleares más antiguas del mundo. Para Arantza, es hora de apostar definitivamente por “buscar otras alternativas para obtener la energía”. “No sé cuáles, pero desde luego no la nuclear, que no es la alternativa. Luché mucho en su momento para que no se abriera Lemóniz y ahora Garoña tampoco no tendría que reabrirse”, sostiene esta vecina de Gasteiz, que pide a los responsables políticos y a las eléctricas que “no engañen al consumidor, porque aunque la central volver a ponerse en funcionamiento el coste de la energía seguiría siendo el mismo para los ciudadanos”.
Otro de los gasteiztarras que se ayer animó a valorar la situación actual de la central fue Bingen Mendizabal. El conocido compositor coincide con Arantza en que lo mejor que se puede hacer con la planta burgalesa es mandarla con la música a otra parte. “Si de mí dependiera la cerraba ahora mismo, porque tener una central nuclear tan cerca de Vitoria me parece un horror y no le veo nada positivo”, explica el músico, que probablemente estaría encantado de componer la banda sonora que acompañara la película del cierre definitivo de Garoña.
El cese de la actividad del complejo ponía hace dos años el punto final a años de manifestaciones y reivindicaciones antinucleares en Gasteiz, aunque por aquel entonces no todos tenían claro si era un adiós o un hasta luego. “Cuando la cerraron ya sabíamos lo que iba a pasar, así que ahora tocará de nuevo manifestarse. Aunque está claro que si Garoña se ha cerrado y dos años después otra vez se habla de volver a abrir ya se puede reunir aquí Gasteiz entera o toda Euskal Herria que no van a hacernos ni caso”, lamenta Iñaki Cantón Uriondo, que se muestra “totalmente en contra de su reapertura”. “Creo que hay otro tipo de soluciones, como las energías renovables, que son igual de válidas o mejores incluso, sobre todo en cuestiones de seguridad. No hay que dudarlo”, argumenta Iñaki.
Cuestiones de seguridad son también los argumentos que aduce José López para instar al Nuclenor y al Gobierno central a que Santa María de Garoña “se cierre ya por el peligro que supone”. “Es una central antigua y por mucho que digan que la van a reformar y mantener a punto siempre puede salir algo mal. Es peligrosa, como una casa antigua, que al final siempre te va a dar problemas. Es problemático y no da la seguridad de que se pueda mantener en condiciones”, apunta este vecino, consciente de que la posible reactivación de la planta nuclear “es un problema que nos afecta de cerca a toda Álava aunque la central no esté aquí”. “A mí gustaría un cierre definitivo, pero creo que se va a volver a abrir. Si el Gobierno dice que sí, no hay nada que hacer”, lamenta.
De cualquier forma, aunque la opinión mayoritaria en Vitoria pasa a priori por que desmantelar la vecina planta nuclear de una vez por todas, también hay vecinos que tiene sus dudas por los empleos que se perderían por el camino. Actualmente Garoña cuenta con alrededor de 275 trabajadores que acuden cada día a sus puestos para trabajar en dos escenarios: el cierre definitivo y la posible reapertura.
“¿Por qué no abrirla de nuevo? No hay trabajo y si el cierre va a suponer que las personas que trabajan allí pierdan su empleo no me parece correcto, estando en la situación que estamos. Personalmente no me da miedo tener la central cerca de Vitoria”, concluye por su parte Miguel Ángel Suances. De momento, el debate está sobre la mesa y ahí continuará hasta que el Consejo de Seguridad Nuclear dictamine si da su visto bueno a la reactivación del complejo atómico durante los próximos 17 años, al menos hasta 2031.