la estrategia del alcalde vitoriano, Javier Maroto, para la legislatura que está a punto de terminar se asemeja en cierto modo a lo que hace Usain Bolt sobre el tartán cada vez que corre los cien metros lisos en una prueba importante. Arranca bien, aunque su estatura y peso no le permiten marcar diferencias con los demás atletas, normalmente más ligeros. Es a partir del primer tercio de la distancia cuando imprime la máxima potencia a sus piernas y alarga las zancadas para sobrepasar a todos sus rivales con aparente facilidad, y así puede hacer los últimos metros sonriente, mirando hacia atrás con suficiencia y levantando los brazos mientras cruza la línea de meta dejándose llevar simplemente por la inercia, más centrado en los flashes de los fotógrafos que en la carrera.
Maroto se estrenó como alcalde en minoría tratando de evitarse el trago de que le tumbaran su primer Presupuesto, y de hecho acabó gobernando en su primer año con las Cuentas prorrogadas de su más íntimo enemigo, su antecesor, el socialista Patxi Lazcoz. Fue cuando la legislatura entraba en su segundo año cuando empezó una cuidadosa programación de obras e infraestructuras, la mayoría de ellas proyectos visibles, de esos que se palpan y que son los que les gusta sacar adelante a la mayoría de los alcaldes, más allá de que el ciudadano viva mejor o peor. Entre la clase política existe la creencia, y probablemente tengan razón, de que el ciudadano se acaba quedando con lo que ven sus ojos que ha cambiado en la ciudad, y a esa tarea se entregó el primer edil vitoriano. Lo hizo además casi sin tocar la caja municipal, sacándole los cuartos al Gobierno Vasco, que ha financiado buena parte de las grandes obras que se realizan en la ciudad.
El Ejecutivo ha puesto 14 millones de euros para la construcción de la estación de autobuses de la plaza de Euskaltzaindia, 8 millones para la reforma de la Avenida de Gasteiz, otros 10 millones para la readaptación del Palacio Europa como centro de congresos, 9,5 millones para el centro cívico de Salburua y otros 8 millones para el de Zabalgana. En todo caso, realmente es a Maroto y al concejal de Hacienda Manu Uriarte a quienes más les benefician estas inversiones a escote, ya que sus cuentas cuadran mejor, el déficit se hace más controlable sin paralizar la ciudad (aún así ha habido recortes), y se puede presumir de buena gestión ante el contribuyente y la oposición. De cualquier forma, todo lo que se hace en la Comunidad Autónoma Vasca, lo haga el Ayuntamiento, el Gobierno Vasco o la Diputación, sale de la declaración de la renta que cada ciudadano paga a su respectiva Hacienda foral, que luego lo reparte entre el resto de instituciones con mayor o menor justicia. Gracias a esas aportaciones de Lakua Maroto pudo operar con soltura en esos dos años centrales de la legislatura en los que el alcalde popular quiso pisar el acelerador.
De forma paralela, trabó sendos acuerdos con el PNV que le proporcionaron los dos Presupuestos con los que ha puesto su parte en todas las obras citadas. A cambio, eso sí, de atender también a los pequeños grandes problemas de la ciudad, más intangibles pero igualmente importantes, y destinar dinero a los equipamientos en los barrios y en la zona rural, o de devolver a multitud de asociaciones los convenios y subvenciones tachadas de sus proyectos presupuestarios.
El PNV se ha sentido un tanto estafado por el alcalde, que ha dejado en un cajón buena parte de los compromisos adquiridos, especialmente en este último año, y la relación se ha terminado por romper este mismo mes de diciembre, cuando los partidos piensan ya más en la próxima legislatura que en ésta que se desliza lenta pero segura hacia su extinción en mayo. Estos cuatro años se han desarrollado a veces con mucha crispación de por medio, pero también con alianzas puntuales y estratégicas con otras formaciones. Con otra, en concreto, porque pase lo que pase en otras instituciones, y digan lo que digan las cúpulas de los respectivos partidos, PP y PSE no se iban a entender en Vitoria mientras Maroto sea alcalde y Lazcoz concejal de la oposición, o viceversa.
otros socios La estación de Euskaltzaindia, de la que el PNV era firme opositor, se ha levantado sobre los cimientos del BAI Center gracias al apoyo de EH Bildu. A cambio, la coalición soberanista se ha apuntado en su haber una larga lista de inversiones en el Casco Medieval, uno de sus feudos electorales tradicionales, y entre ellas destaca la materialización de Oihaneder Euskararen Etxea, la casa del euskera que supone el paso previo a la construcción del Gasteiz Antzokia que primero EA y luego ya EH Bildu venían reclamando desde hace años.
Además está la reforma del polideportivo de El Campillo o del colegio Ramón Bajo, la construcción de las rampas mecánicas del seminario o la reforma de la plaza de Santa María. Aquí también ha conseguido Maroto que sea otro el que corra con los gastos. Gracias al oportuno Plan Urban, destinado a revitalizar espacios degradados de las ciudades del continente, la Unión Europea financia la mitad del coste de estos proyectos del Casco Viejo.
Así pues, Maroto no necesita un Presupuesto para cinco meses de legislatura en los que básicamente se va a dedicar a inaugurar obras y a preparar la campaña electoral con el fin de repetir en el cargo, jugando una baza peligrosa pero que ya le dio réditos hace cuatro años y que parece dispuesto a explotar hasta sus últimas consecuencias. Para alimentar el rechazo a la inmigración no hacen falta partidas económicas ni el respaldo del Pleno, sólo Twitter y el escaño del Parlamento Vasco, y con esas dos herramientas va a contar el alcalde hasta el viernes antes de las elecciones.
el nuevo ayuntamiento Mientras, la Avenida ya está terminada, el Europa casi, y la estación abrirá en marzo, la misma fecha en la que alrededor de 600 trabajadores municipales empezarán a mudarse al Ayuntamiento de San Martín. Es probable que, ironías del destino, la última obra que inaugure Maroto en la legislatura 2011-2015 sea un proyecto del gobierno socialista de Patxi Lazcoz.
Dos años. Tanto en su primer ejercicio como en el último, el alcalde de Gasteiz, Javier Maroto, ha gobernado sin un Presupuesto propio, obligado a ceñirse a la prórroga de las Cuentas del año anterior.
Otros dos años. En los dos años centrales de la legislatura el primer edil concentró la actividad de gobierno, impulsando las obras más costosas y visibles, que ahora están concluidas o cuentan con dotación presupuestaria suficiente para ser rematadas.