Gasteiz - Dijo John Fitzgerald Kennedy que el éxito tiene mil padres y el fracaso es huérfano, y aunque comparar la frustrada invasión de Bahía de Cochinos con el también fracasado récord de la tortilla de patatas de Vitoria pueda resultar excesivo, lo cierto es que el aforismo encaja como un guante en el último episodio de esta berlanguiana historia que se vive en Gasteiz desde el 2 de agosto.
Ayer el alcalde, Javier Maroto, compareció a petición de los tres grupos de la oposición para dar cuenta de la no consumación del récord, y en su exposición vino a decir que el Ayuntamiento no tuvo nada que ver en la iniciativa, cocinada, dijo, entre el ejecutor de la tortilla y la organización de la Capital Española de la Gastronomía. “La propuesta fue del propio cocinero (Senén González), y cumplió el encargo, cumplió el contrato”, dijo el alcalde.
Maroto, que en todo momento defendió la honestidad y profesionalidad tanto de González como de la organización del premio, culpó sin embargo a esta última del fiasco. Por ello, ya ha acordado con el ente Capital Española de la Gastronomía que el último pago de 50.000 euros que debían pagar a los vitorianos para completar el canon de capitalidad se lo queda el Ayuntamiento, en concepto, se entiende, de daños y perjuicios.
El alcalde, por otro lado, contradijo con sus argumentos al propietario del Sagartoki, tercera pata de este banco, que el martes en Radio Euskadi afirmó que a él le llamaron del Ayuntamiento para ejecutar el récord, y que no tuvo nada que ver ni con los patrocinadores ni con la compra de las materias primas. “Me limité a hacer la tortilla”, dijo el restaurador gasteiztarra.
El expediente municipal habla, sin embargo, de que González fue el que contactó con el Ayuntamiento (no con la organización de la Capital Española de la Gastronomía) para firmar un contrato de patrocinio con motivo del intento de batir el récord, y que se abrió un procedimiento negociado para adjudicar dicho contrato al único aspirante que había al mismo. En palabras de la edil del PNV Nerea Melgosa, un contrato redactado “ad hoc” para González; en palabras del edil de EH Bildu Antxon Belakortu, un contrato “totalmente ilegal”. Patxi Lazcoz, portavoz del PSE, preguntó directamente a Maroto: “¿Fue usted quien le hizo el encargo?”.
Los grupos de la oposición acusaron además a Maroto de conocer, casi desde el primer día, que el récord no se había logrado. Entre otras cosas, según dijo Melgosa, porque los responsables municipales se reúnen mensualmente con la organización de la capitalidad, porque el Consistorio no pagó los 50.000 euros que debía abonar como cuarto plazo del canon hace ya tres meses, y porque de un día para otro se cambiaron las lonas relativas al evento para eliminar la palabra récord y dejar el mensaje en la tortilla más grande.
Además, a falta de un mes para que Vitoria ceda el testigo a Cáceres, quedan por cumplir varias estipulaciones del contrato firmado entre la capital alavesa y la organización del certamen. Por la ciudad no ha pasado el afamado programa de televisión Master Chef, ni el congreso gastronómico pendiente, ni la selección de cocineros que se anunció, ni tampoco se ha celebrado la comprometida cena solidaria con el Banco de Alimentos.
La tortilla de Japón Lo serio de todo este “traspiés”, como lo definió el alcalde, es lo hasta ahora expuesto, pero la historia del récord emana también un sabor a parodia costumbrista y surrealismo que ayer se intensificó con el punto de sal que faltaba. Fue en la sala de comisiones del Ayuntamiento, el lugar donde habitualmente se debaten las ordenanzas municipales, se investiga el alquiler de San Antonio o se analiza si el reparto de ayudas sociales es justo o no.
Allí el alcalde lamentaba que el desconocimiento de los responsables de Guinness, allá en Londres, les llevara a meter en la misma categoría una tortilla de patata, con su cebolla y su aceite de oliva cordobés, y una enorme mole de huevos y leche cocinada en Japón y que “no se pudo ni comer”.
Según Maroto, “la tortilla es la más grande el mundo, evidentemente, nadie puede decir lo contrario, lo que sucede es que para Guinness no es la tortilla más grande del mundo; para los señores de Guinness el concepto de tortilla es una tortilla y ya está, y la organización consideró que la tortilla de patatas es un concepto distinto a la tortilla a secas”. Maroto añadió, a modo de ejemplo, que lo sucedido es como “si el concepto de morcilla de Burgos se considera en Londres como una salchicha sin más”.
El alcalde desmintió las palabras del cocinero que preparó la tortilla, quien aseguró el martes que fue el Ayuntamiento el que le llamó a él para intentar batir el récord vigente, y que creían que se había logrado en Galicia. Más tarde se supo que en Japón se cocinó una tortilla mucho más grande, pero sin patatas.
La edil del PNV pidió a Maroto que asuma al menos una parte de la responsabilidad en el fracaso de la iniciativa y le acusó de saber prácticamente desde el 2 de agosto que el récord no se había logrado.
Desde EH Bildu se acusó a Maroto de “manchar el buen nombre de la ciudad” dada la repercusión que ha tenido en todo el Estado el ‘affaire’ de la tortilla de patatas.
Lazcoz entendió que el alcalde desmintió ayer a Senén González y le recordó que en el expediente sobre este evento se detallaba que a Vitoria iría un verificador de Guinness que no se presentó.
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Pagos tenía que hacer el Ayuntamiento al ente Capital Española de la Gastronomía para completar el canon de 125.000 comprometido. El último, correspondiente a septiembre, no lo abonó el Ayuntamiento.