ya no hace falta posar ni tampoco cumplir el protocolo disparo tras disparo. Ahora de lo que se trata es de disfrutar y eso será lo que refleje el objetivo de la cámara. La fotografía de bodas ya no es lo que era. Y es que, en los últimos años ha protagonizado una auténtica revolución abanderada por una generación de fotógrafos con una filosofía clara donde lo importante es contar una historia a través de las emociones de sus protagonistas.

Este fenómeno tiene su origen en EEUU, donde la fotografía nupcial goza de un gran prestigio, y poco a poco ha ido extendiéndose por todo el mundo. La típica foto de bodas a la que estábamos acostumbrados ha pasado a la historia y son muchos los profesionales que proponen una visión alternativa que gusta a un cliente que también está cambiando.

pionero Jon Rodríguez, de Usual Fotográfica, es uno de los fotógrafos pioneros de la capital alavesa en esta forma de entender la fotografía nupcial. Desde su estudio, situado en la calle Libertad, recuerda lo duros que fueron los comienzos allá por el año 2001. “Yo tenía muy claro el tipo de fotografía que quería hacer, pero me costó mucho convencer a las parejas”. Finalmente, unos novios le dieron el sí quiero. Nunca olvidará esa boda, que se tradujo en 36 rollos de 36 fotos en negativo, “sí, todavía no existía el digital”, sostiene. A partir de entonces, ya tenía un trabajo que mostrar y a pesar de los obstáculos -todavía muchos clientes eran reacios a esta particular forma de inmortalizar la boda-, este vizcaíno afincado en Gasteiz decidió hacer caso a su instinto y apostar por ello.

Hoy todo ha cambiado y es uno de los fotógrafos más solicitados. Sus clientes, confiesa, establecen con él “un acto de fe”. “Ellos me contratan por mi ojo”, concreta. Por otro lado, sus fotos, según dicen, desprenden “buen rollo”. Y es que tal y como asegura, su propuesta no se basa en fotos espectaculares, sino en “un estilo sencillo y efectivo”.

Su experiencia como fotógrafo de prensa también está muy presente en su trabajo. “Aplico el reportaje periodístico a las bodas”. Considera que esta fórmula está muy cerca del fotoperiodismo, ya que “se trata de contar lo que está pasando sin intervenir, aunque también es verdad que hay ciertos momentos en los que puede darse un mínimo de dirección”.

Entre los cambios que menciona, señala que así como “antes la boda era un acto simbólico, ahora es una fiesta”. Por eso, sus fotografías muestran “gente feliz que está disfrutando”. Risas, lágrimas, abrazos, gestos, situaciones improvisadas? todo queda documentado. “Es la historia de la boda, no la boda”, matiza. El resultado: alrededor de 700 imágenes que entrega a los novios en un pen drive, “lo del álbum es una opción más”, asegura.

Para él, la fotografía de bodas es uno de los géneros más difíciles, porque obliga a dominar muchas disciplinas. “En un solo día se suceden situaciones de acción, retrato, paisaje, interiores, exteriores? y tienes que ser muy rápido para no perder ningún detalle”, confirma. Aún así, la foto perfecta existe y en ella se tienen que dar tres ingredientes: “luz, composición y momento (algo está pasando). Y este último, sin duda, gana a los anteriores”, concluye.

un estilo natural David Miguel Rodríguez y Tamara Martín poseen una dilatada experiencia como fotógrafos y hace cinco años fundaron Estudio 84, situado en la avenida de La Ilustración, en el barrio de Zabalgana. Su propuesta se aleja de la tradicional fotografía de bodas para ofrecer “un estilo fresco, joven, actual y sobre todo, natural”, mantienen. Por eso, su papel en el día de la boda se centra en “plasmar emociones y hacer de catalizador para que esos sentimientos fluyan de forma natural y den como resultado una historia única y diferente”.

Para esta pareja, el fotoperiodismo de bodas busca retratar las cosas tal y como son, y por ello, no se atreverían a denominarlo fotoperiodismo puro, ya que “cada profesional aporta su visión particular y ese plus que acerca la fotografía a un lado más artístico”, matizan. Lo definen, por tanto, como un “estilo de fotografía narrativa donde a través de las imágenes se cuenta una historia con una intervención mínima del fotógrafo”.

A su juicio, este cambio en la forma de entender la fotografía nupcial está estrechamente relacionado con la evolución de las tecnologías, la socialización de la fotografía, el acceso a millones de contenidos en la red, así como la influencia de países como EEUU o Inglaterra.

La principal diferencia entre la fotografía de antes y la actual reside, en su opinión, en dos características clave: la naturalidad y la espontaneidad. Y aunque siguen existiendo elementos fijos como los anillos, el vestido o el ramo, para estos profesionales vitorianos “éstos deben integrarse en el reportaje de una forma elegante pero natural”.

Gracias a este cambio, la fotografía de bodas ha ido adquiriendo prestigio. De hecho, los fundadores de Estudio 84 confiesan que es una de las disciplinas más completas: “Hay que tener el ojo de un fotoperiodista, la capacidad narrativa del escritor y el toque de un fotógrafo de moda”, detallan. A su vez, no debe faltar la capacidad de improvisación y de conectar con los novios. Un día que normalmente dura doce horas tiene que dar como resultado “una historia estructurada y con una estética capaz de transmitir emociones y sentimientos”, sentencian.

Al igual que cambia la fotografía, los protagonistas y sus gustos también lo hacen. Su último encargo, uno de los más singulares que les han propuesto, les llevará hasta París, donde realizarán una sesión postboda en el cementerio Pere-Lachaise. Todo un reto del que prometen “un resultado muy diferente de lo que espera la gente”, aseguran.

desde 1980 Si hay una apellido en Vitoria ligado a la fotografía ése es Izarra. Josu Izarra fundó su estudio en el año 1980, aunque su experiencia en bodas se remonta años atrás. Hoy, ubicado en la calle Pedro Orbea, forma equipo junto a sus hijos, Josu y Jon, y entre los tres proponen una fotografía moderna y arriesgada pero manteniendo lo mejor de la clásica. Y es que, aunque no se identifican con ningún estilo en particular, Jon Izarra sostiene que, en su caso, sucede un poco como en la cocina, “una buena comida de puchero nunca va a pasar de moda; en nuestro oficio ocurre lo mismo, un buen retrato, cuidando la iluminación y el encuadre, tampoco”.

Para él, el cambio en la fotografía nupcial comenzó a ser notable con la llegada de las cámaras digitales: “El ensayo-error en digital es a coste cero y eso te da posibilidades que con el film eran más complicadas”, explica. Entre las diferencias que existen entre las imágenes de antes y las de ahora, destaca los encuadres. “La cultura fotográfica de la gente es mayor desde la llegada de Internet, las redes sociales... vemos diariamente muchísimas fotos con puntos de vista muy creativos”, afirma.

De hecho, su experiencia con los novios les dice que “a los vitorianos cada vez les gustan más los encuadres arriesgados. Siguen queriendo la típica foto, pero apoyada en el reportaje con un estilo de fotografía documental”, matiza Jon.

Ellos, por su parte, lo que tratan de obtener en sus reportajes es la fusión de creatividad y técnica. “La inspiración es necesaria para hacer imágenes creativas, pero siempre con intención, con técnica”. Es la búsqueda de la foto perfecta, aquella que “aúna emoción y calidad a partes iguales”, confiesa.

Así es, lo que de verdad manda en esta nueva mirada son las emociones. Según Jon, un reportaje de bodas debe tener “fotografías que hablen por sí mismas. Imágenes que emocionen, que te hagan viajar a ese momento, recordarlo y esbozar una sonrisa”. Tal y como explica, el día de la boda es una experiencia cargada de sentimientos y eso es, precisamente, lo que esta familia de fotógrafos consigue inmortalizar: “felicidad y buen rollo”.