vitoria - Gorka tenía claro lo primero que quería hacer cuando dejara atrás la cárcel de Nanclares: “Ver a mi hija. He sufrido mucho por ella todo este tiempo”. Tras más de dos años en el centro penitenciario -“entré el 5 de abril de 2012”, recuerda- ha vuelto a hacerse un hueco en el mundo laboral con un trabajo en una empresa de paquetería. “Me siento superbien. Tener esta oportunidad de rehacer tu vida, de currar otra vez, de evitar hundirte para no volver a tener movidas... Es muy importante”, explica.

Gorka es uno de los dieciocho presos y presas recién salidos de la cárcel alavesa que durante los últimos meses han participado en una experiencia de reinserción en la que han diseñado e implementado un nuevo sistema de gestión de stock en el almacén del Banco de Alimentos de Álava, ubicado en Jundiz. Auspiciado por la Obra Social de La Caixa y con la participación de los técnicos de la Comisión Antisida, el programa Reincorpora les ha llevado a estudiar primero un curso de auxiliar de almacén en Molinuevo y pasar después a implantar una metodología de almacenamiento, entrada y salida de la comida que se reparte diariamente en estas instalaciones. Gracias a su ayuda, el Banco disfruta ya de este sistema actualizado basado en un modelo de colores, además de un nuevo diseño y distribución de los espacios dentro de la nave. Un modelo renovado que llega justo a tiempo para la que se prevé masiva entrada de comida durante la próxima semana tras la campaña de recogida que tendrá lugar este fin de semana en más de sesenta supermercados de Vitoria.

Desde mayo los presos y presas han trabajado de la mano de los voluntarios del Banco, e incluso algunos, como Gorka, acudieron después fuera del programa a pintar las paredes de las oficinas ubicadas en el mismo pabellón motivados por el buen ambiente surgido entre unos y otros. Según explicaban después tanto Miguel Ángel Ruiz, presidente de la Comisión Antisida, como Valentín Arteaga, técnico de inserción, todos los participantes en el programa han sido personas con delitos menores. Y es que ahora mismo el 80% de los reclusos de Nanclares cumple condena por pequeños delitos, muchos relacionados con la droga.

Con todo, cuando salen nunca saben con qué se van a topar. Tal vez por eso algunos de los presos tenían sus reticencias a la hora de acudir a aportar su ayuda. “Teníamos un poco de miedo por cómo nos iban a recibir, qué cara nos iban a poner... La gente tiene un estereotipo de cómo son las personas presas que nosotras queríamos quitarnos, y al final todo ha ido muy bien. Ha sido muy gratificante”, explican con una sonrisa las jóvenes Naroa y Shirly. “Ha sido una cadena, ellos nos han ayudado y nosotras les hemos ayudado a ellos. Cuando sales necesitas una motivación, y esto te sirve de alguna manera para compensar el mal que has hecho”, se sincera Shirly. Su trabajo, y el de sus compañeros, sirve desde hoy para agilizar la labor del Banco de Alimentos.