Las primeras señales palpables relativas a la actividad de los jeltzales gasteiztarras son de 1907. Ese año, al igual que en otras latitudes de Euzkadi, el nacionalismo vasco comenzó a alborear en la capital alavesa. El punto de inflexión se encuentra en la constitución de una sociedad jeltzale y la apertura de su sede, el Centro Vasco. Se trata del primer batzoki alavés.

Entre sus impulsores se encontraba Luis Arana Goiri, hermano de Sabino. Luis residía en la ciudad desde junio de 1906. Su junta directiva estuvo compuesta por personas de gran arraigo y valía. La presidencia recayó temporalmente en Luis Eleizalde Breñosa. El resto de la directiva estuvo formada por Ángel Fajardo, Leoncio Galdos, Jaime Ignacio Etxebarria e Hilario Fernández de Trokoniz. Estos seis pioneros constataron la rápida adhesión de unas 70 personas a las filas del nacionalismo vasco.

La búsqueda de una sede adecuada no estuvo carente de dificultades. Sus socios tuvieron que buscar un local en consonancia con el entusiasmo que les desbordaba así como con los escasos recursos económicos que disponían. Asimismo se vieron obligados a hacer frente a un tercer factor: un propietario dispuesto a alquilarlo ya que “nos recibían como a bichos raros y terminaban negando su aquiescencia”. Finalmente hallaron uno en el piso 2º del nº 2 del Portal del Rey, esquina Resbaladero, “una calle de nombre un poco paradójico con nuestros fines”. Los gastos originados por el acondicionamiento y amueblamiento del local se sufragaron con un adelanto efectuado por uno de sus socios, Federico Irazusta.

El Centro Vasco hizo su apertura el domingo 13 de octubre de 1907, al igual que una veintena de batzokis extendidos a lo largo de la geografía vasca. Al poco tiempo se constituyó un pequeño orfeón que, con más sentimiento que afinación, tomó parte el 1 de enero de 1908 en el considerado como primer acto político de EAJ-PNV en Gasteiz. Participó en el mismo Ramón Mª Leniz, joven fundador de Juventud Vasca de Bilbao.

Fue un acto no exento de incidentes. Uno, previo a la su celebración, con dos periodistas que no quisieron respetar los condicionantes impuestos por los organizadores del evento. Otro, durante la intervención de Leniz, que terminó con su detención y la clausura del batzoki por orden del delegado gubernativo presente en la sala. No había nacido aún el primer batzoki arabarra y ya estaba decretada su muerte violenta “en las alturas donde se fragua el rayo”.

En pocas horas, el juez de instrucción ordenó prisión provisional para Fernández de Trokoniz, Galdos, Etxebarria, Fajardo y Arana, mientras no prestasen fianza hipotecaria de 50.000 pesetas cada uno. Todo el mundo se preguntó por la causa del procesamiento y prisión de Luis Arana ya que no pertenecía a la junta directiva del batzoki, ni se hallaba presente en el acto que supuestamente motivó la clausura. Con posterioridad, se dijo que se había hecho detener premeditadamente para, con su presencia, dar ejemplo y ánimo a los detenidos.

Los jeltzales no se amilanaron por lo sucedido; cambiaron el lugar de reunión del fenecido batzoki a la sala de visitas a los presos. Por el portón de la misma desfilaron numerosas personas. La prensa nacionalista así como cientos de nacionalistas rindieron tributo de gratitud a los detenidos, enviándoles entusiastas telegramas y cartas. Cabe igualmente mencionar la interpelación parlamentaria realizada por el diputado catalán Cambó solicitando al Gobierno información sobre lo acaecido. Supuestamente, el comité constituido para la fundación del semanario Arabarra hizo una tirada numerosa de dicha interpelación para su reparto en Gasteiz y Araba. Pese a que la defensa pidió la revocación del auto, el juez la denegó. Cabe indicar, entre otras, las vergonzantes consideraciones realizadas por el juez sobre la fianza impuesta. “(...) aun cuando a primera vista resulte exagerada la fianza hipotecaria de 50.000 pesetas, teniendo en cuenta la fraternidad que existe entre todos los que profesan ideas nacionalistas y estando afiliados a las mismas personas de brillantísima posición pecuniaria, es lógico suponer que alguna de éstas pueda prestar la fianza exigida”.

En la vista celebrada al mes escaso, la Audiencia provincial confirmó el procesamiento y la prisión provisional de Leniz y Galdos. Al primero por los conceptos vertidos en su charla; al segundo por proferir gritos ultrajando a la nación española con ataques a su integridad. Revocó el auto del resto de jeltzales imputados por no resultar probada su participación en la ejecución del delito perseguido y ordenó su inmediata puesta en libertad, previo pago de las cuatro sextas partes de las costas originadas. Semanas más tarde Galdos abandonó la prisión provincial. Supuestamente fue Federico Irazusta quien pagó la fianza. Por contra, Leniz fue conducido a la cárcel de Larrinaga, en Bilbao, a fin de ser juzgado por unos hechos parecidos a los ocurridos en Gasteiz.

La excarcelación fue ampliamente celebrada por el conjunto de la familia jeltzale. Aquellos, en respuesta a la invitación recibida de los jeltzales de Bilbao y Donostia, acudieron a las ciudades hermanas al poco tiempo, donde fueron recibidos calurosamente.

Dos meses más tarde se constituyó el tribunal encargado de juzgar la causa seguida contra Galdos y Leniz. A juicio del fiscal, todo cuanto aconteció integraba un delito de ultrajes a la nación, por lo que procedía se impusiera a los autores de la misma la pena de 4 años de prisión correccional y pago de costas. Galdos, tras negar categóricamente haber dado grito alguno, protestó contra la acusación realizada por el delegado gubernativo en dicho sentido, ya que de haber gritado hubiera proferido un Gora Euzkadi! y no el ¡Viva Vasconia! que se le imputaba. Esta última aclaración suscitó un leve incidente por entender el fiscal que el procesado debía responder a cuanto se le preguntaba y abstenerse de protestar.

Acto seguido le correspondió el turno a Leniz que explicó el contenido de su discurso. En respuesta a los abogados defensores, Leniz subrayó lo paradójico de la situación ya que lo dicho en Gasteiz lo había expuesto con anterioridad en Barakaldo sin que el delegado gubernativo, allí presente, le hiciera observación alguna. Tras el turno de la defensa, el fiscal así como los abogados defensores interrogaron a numerosas personas (delegado gubernativo, un periodista, el inspector de la Policía y numerosos socios del Centro Vasco). Vista la prueba documental aportada por los abogados respecto a la inexistencia de los gritos que se le imputaba a Galdos, el fiscal retiró la acusación contra aquél y mantuvo la correspondiente a Leniz. La sentencia fue evidente: Leniz fue condenado a la pena solicitada: 4 años de prisión; Galdos, por su parte, fue absuelto.

A raíz de lo sucedido, el nacionalismo se convirtió en asunto de actualidad en la ciudad. Destaca lo sucedido en el Círculo Vitoriano. Allí, un grupo de socios se dirigió a su junta directiva solicitando la expulsión de dicha sociedad de cuantos socios profesaban las ideas nacionalistas. La junta trató de llevar a cabo cuanto se le pedía pero, a falta de una disposición reglamentaria en la que apoyarse, hubo de desistir en su empeño. Es de reseñar, asimismo, el comportamiento de la prensa local, especialmente del diario Heraldo Alavés, órgano periodístico del carlismo oficial. Dicho diario tomó parte activa en el linchamiento mediático de los detenidos así como de la doctrina nacionalista. Tras dejar patente su posición ideológica (sano regionalismo y españolidad) y calificar a la doctrina nacionalista de “repugnante, aberrante y monstruosa”, se mostró abiertamente convencido de que había de emplearse rigor en contra del nacionalismo vasco.

Tras los primeros momentos, y una vez más sosegados, los jeltzales gasteiztarras comprobaron que la polvareda levantada así como la injusticia cometida les imprimió nuevos y renovados bríos. La clausura del Centro Vasco era la mejor propaganda que podían haberles hecho para acoger a nuevos socios y especialmente para abrir otra sede mejor, más amplia, más céntrica y más operativa. Los hechos lo demostraron. Doce meses más tarde, una vez levantada la supresión de sus funciones, la sociedad jeltzale, presidida por Jaime Ignacio Etxebarria, halló acomodo en una de las calles de moda sita en el ensanche vitoriano: el nº 7 de la calle San Prudencio.

La inauguración propiamente dicha se realizó el día de San Prudencio, 28 de abril. Con tal ocasión, confeccionaron y distribuyeron un interesante programa bilingüe. La apertura de esta nueva sede coincidió en el tiempo con la constitución de la Organización Municipal de EAJ-PNV en Gasteiz, primera de todas las Organizaciones Municipales de Araba. Al poco (1911) se constituyeron las correspondientes a Legutio y Aramaio así como el Consejo Territorial o Araba Buru Batzar (ABB).

El camino recorrido fue y siguió siendo por muchos años camino de sacrificio y de dolor pero, en cualquier caso, camino del triunfo.

Roman Berriozabal AZPITARTE

(Elorrio, 1957) Casado y padre de dos hijas. Diplomado en Magisterio y licenciado en Filología Vasca. Reside en Gasteiz donde, desde 1982, trabaja en el Gobierno Vasco. Autor de numerosas publicaciones relacionadas con el nacionalismo vasco, así como sobre San Balendin Berrio-Otxoa. Miembro de la Fundación Sabino Arana y Eusko Ikaskuntza.