Enrique Echepare, fundador de varias empresa en Lapuebla de Labarca, como Rivercap y Quercus, recibió ayer el homenaje del Ayuntamiento y los vecinos de esa localidad en la fiesta de Acción de Gracias, donde se le impuso la insignia del Racimo de Oro con la que se reconoce la labor hecha para promocionar y ayudar al pueblo. Fue del acto principal, casi único de esta fiesta, que comenzó a las doce del mediodía con una misa cantada en la parroquia, la entrega del Racimo de Oro en la plaza y un lunch para todos los vecinos y visitantes en el mismo lugar del homenaje.

El encargado de anunciar y entregar la insignia fue el alcalde, Daniel Espada, que se refirió a Echepare como un “hombre que ha realizado un gran trabajo para que Lapuebla contara con una multinacional como es actualmente el grupo Rivercap, dando empleo a un gran número de vecinos del pueblo”. El homenajeado agradeció el reconocimiento y contó cómo se había fraguado su llegada a Lapuebla para instalar su empresa. El origen se remonta al año 1989, cuando decidió dejar su trabajo en una empresa de cápsulas y se dedicó durante un año, exclusivamente, a diseñar nuevas máquinas para hacer cápsulas. En 1990 se constituyó la empresa Rivercap SA y al año siguiente se comenzó a buscar el sitio donde se podía establecer, siempre con la premisa de que fuera Euskadi. No recuerda bien si fue a través de la Diputación o del Gobierno Vasco, pero le pusieron en contacto con el Ayuntamiento de Laguardia, que al parecer contaba con terrenos en lo que en el tiempo se convirtió en el polígono de Casablanca. “Aquello estaba muy verde, lo querían hacer, pero había que gestionar muchas cosas”. Al ver que todo estaba muy precario, el empresario Rafa Lavín le dijo que había un alcalde, Goyo Garrido, de Lapuebla de Labarca, que estaba interesado por el proyecto porque era para el sector vitivinícola y podía encajar muy bien en el pueblo. El tema le gustó, lo comentó con su equipo de gobierno y a partir de ahí se desarrollo todo con una gran rapidez. Se permutaron terrenos de viñas y se realizaron todas las gestiones para convertirlo en una zona industrial. “Con la ayuda de Álvaro Medrano, el constructor, se hizo el pabellón de Rivercap y mientras tanto nos metimos en la bodega de Pablo el torero, donde tenía su vino, para construir las máquinas. Todos los días venía el difunto Balbino el campechano y nos ofrecía un trago de vino y almorzaba con nosotros”, rememora emocionado. “Estas cosas de la gente de Lapuebla son cosas que no se pueden olvidar, muy entrañables”. El proyecto inicial de Rivercap era de doce personas, con la idea de fabricar de 20 a 25 millones de cápsulas al año para la zona de Rioja Alavesa y La Rioja y una cifra de negocio de unos 120-150 millones de pesetas. Pero la empresa fraguó y se consolidó, y en la actualidad, Rivercap es una multinacional, con ramificaciones empresariales en Hendaia, para poder vender cápsulas en Francia; California, Venetia, a pocos kilómetros de Napa Valley, y facturan del orden de 30 millones de euros y cuenta con una plantilla de 137 personas, más la tonelería River que cuenta con 15 y Quercus que tiene unos doce.