en la capital alavesa hay 3.231 personas mayores de 75 años que viven solas y no tiene ningún tipo de asistencia por parte de las instituciones, por la sencilla razón de que sus casos no han sido detectados. Muchas de estas personas probablemente se valen por si mismas perfectamente, pero el problema es que si no es así, muchas veces no hay forma de detectarlo, especialmente si no tienen familiares cercanos que se preocupen por ellas. Por ello, el Ayuntamiento ha contactado con la Escuela de Trabajo Social del campus alavés para hacer un trabajo de campo que analice estas realidades y detecte posibles situaciones de necesidad.
Una veintena de alumnos de Trabajo Social peinarán 1.195 hogares donde se sabe que viven personas mayores solas en los barrios de El Pilar e Iparralde, las zonas donde más personas hay censadas con este perfil, hasta el punto de que suman el 27% del total del municipio. En una fase posterior (el presente estudio se llevará a cabo durante los primeros meses de 2015) el rastreo de los domicilios donde viven personas mayores solas se ampliará para abarcar todos los posibles casos de necesidad.
Basta darse una vuelta por el barrio de El Pilar para constatar que, efectivamente, muchos de sus vecinos son personas mayores. Domingo González, de 80 años, vive con su mujer, y ambos gozan de buena salud. “No necesitamos atención, estamos bien tanto mi mujer como yo y mis hijos, quitando catarros y esas cosas, que si no te duele por un sitio te duele por otro, y nos arreglamos con la pensión”, señala el hombre, vecino de El Pilar desde hace cuarenta años.
En cuanto a la situación de otras personas en el barrio, Domingo afirma que “hay gente que le vienen a ayudar a casa, les ayudan desde las instituciones, pero esas cosas no se suelen comentar y yo tampoco las pregunto”.
La próxima semana, Milagros Bazán cumplirá 87 años. “Yo vivo sola y me arreglo bien, y en mi portal no hay nadie que esté en esa situación, está todo el mundo acompañado”, explica la mujer, que no recibe ningún tipo de asistencia, ni falta que le hace. “A mí no me ayuda nadie con nada, igual mañana yo soy la primera que lo necesita, pero de momento me defiendo bien”, afirma.
Josefina Juárez (74 años) y Santiago Canales (85) son viejos conocidos. Se acaban de encontrar a las puertas del Eroski de Cofradía de Arriaga, donde recuerdan los tiempos en que el marido de Josefina trabajaba con Santiago. “Yo vivo con mi marido, sí que conozco casos de alguna señora que vive sola en el barrio, alguna vez he hablado con ella, y sí me dice que alguna vez ha tenido alguna chica para dormir”, señala la mujer, que dice sentirse afortunada de que tanto ella como su esposo gozan de buena salud. “Nosotros nos arreglamos sin problemas, yo me he operado de la rodilla, me han puesto una prótesis y me he quedado maravillosamente, no tengo problemas ni para limpiar la casa, ni para medicaciones ni nada, y si hiciera falta cogeríamos una persona porque afortunadamente podemos”, explica Josefina, cuyo esposo suma ya 79 años.
Calderero y luchador Santiago, por su parte, disfruta de la peleona hiperactividad de sus bien llevados 85 años. Hace ahora un año, su mujer sufrió una caída cuando iba en su silla de ruedas (“le he hecho al Ayuntamiento levantar el lugar donde se cayó”) , y pasó diez días ingresada en Txagorritxu.
Ahí se dio cuenta Santiago de lo que supone no poder valerse por uno mismo. “Las nueve noches me costaron 800 euros. Nadie trabaja gratis, es lógico, pero a la Diputación vas y lo más que te dan son dos horas, y yo con dos horas no hago nada”, explica el hombre, encargado de hacer la compra, preparar la comida y cuidar de su mujer. “Yo soy socorrista titulado, y cuido a mi mujer porque tampoco ganas para tener a una persona”, señala el hombre, que ha sido “calderero y luchador”, y que critica amargamente la situación en la que se encuentran los mayores en general. “Que una persona que haya trabajado 45 años esté cobrando 600 euros al mes... ¿Adónde vamos?”.
Adolfo Muñoz tiene 78 años. De momento en su casa se las arreglan solos, pero su mujer tiene un principio de alzheimer. “Hoy nos podemos valer, pero mañana a lo mejor no y, ¿entonces qué”, se pregunta. Sus hijos están en Alemania, adonde se fueron huyendo de la crisis económica, exactamente igual que se hacía hace medio siglo, y por ello considera que en poco tiempo deberán dirigirse al Ayuntamiento la Diputación en busca de ayuda. “Nosotros nos encargamos de las tareas de la casa y de las medicaciones, y yo le ayudo mucho a mi mujer, pero ya empiezo a estar para que me atiendan a mí”, concluye.