mientras atisba en el horizonte la sombra nuclear de la central de Garoña, Álava camina poco a poco hacia un entorno más sostenible con las energías alternativas como sustento de futuro. Un viaje en el que algunos pueblos están tirando del carro mientras otros miran con curiosidad, con proyectos que, como todo hoy en día, están muchas veces a la espera de una inyección económica que no llega y un momento idóneo para lanzarse a la piscina sabiendo que dentro hay, cuando menos, un par de palmos de agua. Así, con una Vitoria verde más como concepto marketiniano que energético, muchas son las voces que apuestan por un territorio más sostenible, pero no tantas las que se lanzan a hacerlo realidad.

Hoy en día, hablar de municipios sostenibles en Álava es hablar de Asparrena, convertido en una referencia a nivel europeo fruto de iniciativas como la recuperación en 2012 de la central hidroeléctrica de San Pedro de Araia, convirtiéndola en un sociedad pública con un 89% de accionariado municipal, los paneles fotovoltaicos, el uso de la geotermia, la biomasa y un novedoso proyecto todavía por ejecutar para la obtención de energía aprovechando residuos como los lácteos generados por las explotaciones de queso Idiazabal o los generados por las más de 160.000 gallinas de las dos granjas cercanas.

Una iniciativa paralizada por la eliminación de las primas a las renovables ideada por el Gobierno de Rajoy pero que el Ayuntamiento espera retomar lo antes posible. Por ahora, la última apuesta de Asparrena, aún en obras, es la producción de calor con biomasa, gracias a las astillas de madera de los árboles de los bosques y montes cercanos, con las que ofrecerán agua caliente sanitaria y calefacción a las instalaciones de la ikastola, el ambulatorio y la Casa de Cultura. El secreto de este municipio alavés para liderar la sostenibilidad en el territorio lo explica su alcalde, Diego Gastañares.

“Somos una especie de conejillo de indias para implementar proyectos de I+D+I avalados y subvencionados por la Unión Europea. Para nosotros el coste es cero, no nos cuesta ni un euro. Nos interesa formar parte de ello porque el uso de energías renovables y la búsqueda de nuevos modelos energéticos ha sido siempre algo estratégico para este Ayuntamiento”, resalta Gastañares, que subraya el largo proceso que conlleva la puesta en marcha de iniciativas como el uso de calderas de biomasa para dar calor a los edificios municipales.

“No son cosas alocadas que se te enciende la bombilla y dices venga, vamos a hacer esto. Por ejemplo, para el tema de la biomasa hemos pasado cinco años moviéndonos y visitando instalaciones similares en otros pueblos de Euskal Herria”, apunta este alcalde, que ahora recoge los frutos de la decisión tomada hace casi ocho años, cuando se lanzaron a hacerse con la mayoría accionarial de la central hidroeléctrica.

“Ahora los beneficios que obtenemos de la central los guardamos para iniciar estos nuevos proyectos de energía renovable. Puedes tener una idea brillante, pero si no hay pasta no va a haber forma de sacarlo adelante”, asume Gastañares, que confía en que, si el proyecto del uso de biomasa funciona como se espera en los edificios municipales, éste se extienda a algunas viviendas y casas particulares que se encuentren cerca de la zona de calderas.

El Ayuntamiento de Asparrena ha iniciado ya las obras para dar paso a la biomasa como nuevo motor verde del municipio, pero son varios los municipios y localidades de Álava que trabajan en estos momentos en proyectos similares para aprovechar los restos forestales de sus montes como sustento sostenible para el agua caliente y la calefacción.

Kuartango, Sabando, Bernedo, Aramaio o Barrundia son algunos de ellos, y todos miran con interés el ejemplo de Okina, el pequeño pueblo del territorio que ejerció de pionero para la implantación de una red del llamado district heating (calefacción urbana) aprovechando con la astilla de madera, procedente sobre todo de los hayedos de la zona, como argamasa. Ideado en 2009 y puesto en marcha en 2012 con un presupuesto de 320.000 euros, Okina puso en marcha, no sin algunos contratiempos, la red de calor para las cerca de treinta casas de la localidad, con la que confiaban en ahorrar un 50% del gasto consumido hasta entonces en calefacción.

La iniciativa pionera de Okina, premiada antes incluso de arrancar, tuvo su eco en ayuntamientos como el de Kuartango, que hace dos años se puso manos a la obra para recurrir también a la biomasa, aunque en su caso los planes todavía no han saltado del papel. “Nos duele y nos da mucha pena no haber podido llevarlo a cabo aún, porque es algo que cogimos con muchas ganas y llegamos a organizar una feria de energías alternativas pensando también en enseñar a los vecinos los beneficios y las oportunidades de la biomasa”, recuerda Eduardo Fernández de Pinedo, teniente de alcalde de Kuartango, donde acabaron esperando más de lo que querían un estudio de Hazi, órgano del Gobierno Vasco dedicado al desarrollo rural, sobre las posibilidades de los bosques de la zona.

Eso, unido a que su deseo inicial, de calentar sólo el edificio municipal, se expandió también a las instalaciones deportivas, las piscinas e incluso el antiguo balneario, inmerso ahora en un concurso de proyectos para acoger un nuevo uso, acabó retrasando sine die el ansiado cambio a las renovables. “Ahora nos da mucho pena no habernos lanzado de cabeza al principio con un proyecto más pequeño y factible, porque si te sale bien puedes crear al menos un par de puestos de trabajo y matar dos pájaros de un tiro, gestionando y limpiando los bosques, que cada vez están más abandonados”, concluye Fernández de Pinedo.

“mucho por recorrer” En la cuadrilla de Zuia, Aramaio es otro de los pueblos que confía en ver cómo cristaliza en uno o dos años su proyecto de biomasa. Jon Toña, técnico de Agenda Local 21, iniciativa surgida en 2009 para dar un giro hacia la sostenibilidad en la gestión municipal, lamenta sin embargo que en Álava “queda muchísimo camino por recorrer” en lo que a una apuesta real y efectiva por la energía alternativa se refiere. Por ejemplo, al nivel foral la Diputación plantea de vez en cuando subvenciones para la reducción del consumo energético, “pero no para favorecer la producción de energía mediante fuentes propias”.

De hecho, Toña recuerda que, ahora mismo, no está permito legalmente que un baserri de cualquier pueblo alavés quiere autoabastecerse de energía colocando unos paneles fotovoltaicos, pues “te obligan a verter esa energía a la red general”, evitando el autoconsumo. “El marco legislativo actual para particulares está plagado de trabas”, critica este experto y técnico de la cuadrilla de Zuia.

Biomasa. La pequeña localidad de Okina fue una de las primeras en apostar por este sistema. Tras ella en Álava han surgido proyectos en Asparrena, Kuartango, Sabando, Aramaio, Bernedo o Barrundia.

Asparrena. La participación de su Ayuntamiento en un proyecto europeo les ha permitido acoger iniciativas como una red de ‘district heating’ (calefacción urbana), geotermia, paneles fotovoltaicos y un plan, ahora parado, para aprovechar residuos de granjas y productoras de queso Idiazabal.