vitoria - Entre quienes se encuentran hurgando en las basuras, no todos son desheredados que recurren a ellas como último recurso. Algunos también son universitarios, arquitectos, ingenieros... Gente que busca en ella una alternativa al consumismo actual. Se denominan freeganos, y en su doctrina imperan la defensa de una participación limitada en la economía convencional y la reducción al mínimo del consumo de recursos.
Aunque beben de una larga tradición anticonsumista, el freeganismo nació como tal en los años 90 en EEUU. Se basa más en la convicción social que en la necesidad inmediata. Plantea un boicot total a un sistema “en el que el beneficio ha eclipsado las consideraciones éticas y en el que complejos sistemas de producción masiva fomentan que todos los productos que se compran tengan impactos perjudiciales para el entorno” que, además, pasan desapercibidos en su mayoría, explican en freegan.info.
vivir sin dinero Los miembros de esta subcultura defienden que se puede hacer; que el mundo les puede proporcionar lo que necesitan sin necesidad de pagar por ello. Al menos, no con las monedas corrientes que emiten gobiernos y bancos.
En este sistema “la ganancia eclipsa las consideraciones éticas”, dicen. Y así, pretenden desnudar las contradicciones del sistema y hallar alternativas políticas allí donde ven “trabajo esclavo, contaminación, intereses corporativos”... Pobreza. Por eso rechazan la rueda del consumismo salvaje. Por eso buscan una vida nueva para cada objeto viejo fomentando el hazlo tú mismo; proponen cultivar los propios alimentos o desandar en lo posible la cadena de venta buscando al productor. Aconsejan dejar el coche y optar por la bicicleta para ahorrar en recursos y ganar salud... Y por esto último, apuestan incluso por no comer productos de origen animal que, según defienden, son más caros y nocivos para la salud.
Se reúnen al grito de Trae lo que quieras o nada y llévate lo que quieras o nada, convencidos de que muchos gestos pequeños pueden obrar un gran cambio. Y cada vez más personas se acercan a su mesa. Por necesidad o por convicción. - A.G.
Ante la amenaza de la exclusión, hay quien defiende que hay alternativas y las anda para plantar cara a una realidad en la que la avaricia de unos pocos ha devorado la despensa que ahora debería saciar el hambre de tantos.
Comida Basura. Este movimiento nacido en Madrid combate el despilfarro de comida. Recupera los alimentos que encuentra tirados pero en buen estado y los pone al alcance de quien se quiera sentar a la mesa de las comidas que organiza. Además, celebra debates y talleres -Cocina con sobras- con la idea de alimentar los estómagos, pero también las conciencias.
Hambre de espíritu. El mundo del arte también responde a esta llamada desde sus diversas formas. El documental ‘Taste the waste’ se estrenó en la Berlinale y agitó este callado panorama. Y proyectos como La orquesta reciclada, demuestran que la basura puede albergar y dar mucha vida.
Reciclar para vivir. La comunidad de La Pintana ha puesto a sus integrantes a combatir activamente contra el hambre. Cansados de no hallar respuesta en las instituciones, apostaron por vivir del reciclaje de la basura. Recuperan muebles, generan abono que luego venden, crean el biodiésel del que se alimentan sus vehículos y dan formación continua a sus vecinos para que encuentren trabajo a partir de su saber hacer en este campo.
Donar Basura. Bajo este nombre se promociona una campaña del Gobierno de Pekín tan novedosa como polémica. El Ayuntamiento ha instalado 1.000 puntos de recogida de desechos que pagará a un precio siempre mayor del que ofrecen chatarreros y buhoneros a través de un vale que el ‘donante’ podrá utilizar para sus propias necesidades o para dárselo a terceros.
En la piel del otro. Y mientras este problema se corrige, las manifestaciones y campañas ciudadanas proliferan. En Vitoria fue Círculos de silencio quien plantó recientemente esta batalla con un grito simple y desgarrador. “En esta ciudad hay gente que pasa hambre”.