gasteiz - Gil defiende el sistema de protección social vasco, que incluso aboga por ampliar, y lamenta la visión “utilitarista” de los inmigrantes.

¿Cómo valora el afán del alcalde de reformar el sistema de RGI?

-Me sorprende un poco esta actitud. No digo que la normativa de la RGI no necesite una pequeña adaptación después de la última modificación de 2011. Igual hay que verificar si está cumpliendo las finalidades previstas, pero eso hay que hacerlo desde un clima de serenidad, analizando con objetividad la realidad social. No sustentando esta modificación sobre la base de que igual hay un pequeño porcentaje de fraude, que no llegará al 1%. No digo que no se combata el fraude, pero no se deben lanzar estas noticias tan alarmantes. Todo esto obedece a que la transferencia de la gestión de la RGI a Lanbide se hizo de una forma muy precipitada, con un número de funcionarios insuficiente y con poca preparación. Esto ha provocado que haya ayudas que no cumplan los requisitos debidos, no a la mala fe del beneficiario o a un afán por defraudar. Si hay que cambiar la ley, Cáritas defenderá que no sea para aplicar recortes, sino para ampliar coberturas y corregir cosas que funcionen mal.

¿En qué medida las ampliaría?

-Podría abrirse un poco la mano con los requisitos porque hay muchas familias que lo están pasando mal y no tienen acceso a la RGI. Yo preferiría volver a la situación del año de empadronamiento para tener derecho a la ayuda. La RGI es una herramienta formidable para favorecer la cohesión y evitar la fractura social, mucho más en situaciones de crisis. Lamentablemente, estamos considerando a los inmigrantes como una mercancía más, con una visión utilitarista. Les admitimos cuando los necesitamos como mano de obra y les negamos la protección social cuando nos sobran.

Dice Maroto que muchos vienen a aprovecharse de las ayudas, ¿qué consecuencias tiene ese mensaje?

-La realidad de los hechos no es así y hay que destruir esos rumores con objetividad. Los extranjeros no vienen por las ayudas, sino a trabajar. Cuando adoptan la decisión de moverse de su sitio, rompiendo los lazos familiares y asumiendo tantos sacrificios, no lo hacen para percibir prestaciones. Basta con ver lo que sucede estos días en La Rioja con la vendimia, donde los inmigrantes viven situaciones infrahumanas.

¿Qué cree que busca el alcalde apoyando una recogida de firmas?

-Hay que mirar este tema con mucha serenidad, sin apasionamientos ni exacerbando los ánimos. Hay datos elocuentes que demuestran que si la lucha se orienta a combatir el fraude fiscal y en las contrataciones, podemos contar con un nivel de protección social equiparable a los países nórdicos y centroeuropeos. No esperaba que Maroto haya puesto en marcha esta iniciativa, cuando esto mismo se ha rechazado para modificar la Ley Hipotecaria y evitar los desahucios. Me parece paradójico, máxime cuando como grupo parlamentario también puede hacer proposiciones de ley. Todo esto se está haciendo con una visión electoralista, cuando la razón de ser de la política es la búsqueda del bien común. Hay una parte de la sociedad que lamentablemente se deja llevar por esto, pero no se corresponde con la realidad.

¿La convivencia está en peligro?

-Sí, puede llegar un momento en el que en determinados ambientes se genere mucha crispación y mayor frustración, y que haya brotes de xenofobia. Eso no es bueno para la convivencia ciudadana. Todos debemos valorar lo que tenemos, porque contar con esta normativa ha sido muy importante para esta sociedad. Si hay fraude, intentemos combatirlo, pero debe ser para reforzar los servicios sociales.

Desde el inicio de la crisis han tenido un aumento espectacular de peticiones de ayuda y, al mismo tiempo, la reforma de Maroto plantea restringir el acceso a la RGI a numerosos colectivos. ¿Cómo podría influir esto en la labor de Cáritas?

-Esta situación me parece jugar a la cultura del descarte. Hay que facilitar a todos los colectivos unos ingresos mínimos que les permitan satisfacer sus necesidades básicas, no les podemos condenar a la invisibilidad y a la pobreza de una forma inmisericorde. No nos corresponde sustituir a la Administración, pero si las cosas aprietan no habrá más remedio que atender a más personas.