Vitoria - Hacía cuarenta años que no respiraba ese hedor pegajoso, desde que era niño y pasaba el verano en la casa familiar de Gebara, pero ayer su olfato lo reconoció al instante. Estaba acompañando a unas trabajadoras del Gobierno Vasco hasta una fuente que querían fotografiar, muy cerca de su residencia, cuando recibió el sopapo. Un vertido, otra vez. Karlos Subijana se acercó a la orilla del río. Sólo vio oscuridad. La masa de agua se había convertido en una corriente oscura salpicada de peces muertos y otros que coleteaban su último suspiro. Un llanto negro hasta donde sus ojos podían alcanzar. Rápidamente llamó al 112 e informó a los vecinos del pequeño pueblo a través del grupo de whatsapp que han creado para mantenerse al día. “Ha sido una industria de la zona de Agurain, seguro”, coincidieron todos, preocupados por el impacto. Para entonces, la contaminación ya se extendía desde el foco de sus sospechas hasta las proximidades del pantano de Ullibarri Ganboa.

Nada se supo de la Agencia Vasca del Agua, URA, en todo el día. Este periódico intentó ponerse en contacto con la entidad, encargada de la gestión del Zadorra, y no lo logró a pesar de intentarlo en reiteradas ocasiones. “A nosotros el 112 nos ha dicho que URA ya está informada y que se ha puesto manos a la obra, pero no sabemos nada más”, explicó Subijana. La falta de información fue acrecentando la inquietud a lo largo de la jornada. “Cuando se produjo el anterior vertido, tan parecido a éste, el río nunca volvió a ser el mismo. Y ésta vez no puede ser muy distinto. El daño ya está causado. Aquí no va a quedar pez vivo y ya veremos el impacto en la vegetación”, advirtió el descubridor del suceso. La negrura del agua lo había dejado inmerso en un déjà vu desgraciadamente muy real.

El principal río de Álava parece haberse convertido en el saco de boxeo de algunas de las industrias ubicadas a lo largo de su curso. Basta con teclear en un buscador de Internet las palabras vertido y Zadorra para confirmar la presión a la que se encuentra sometido. El último se registró en marzo de este año, cuando vecinos de Nanclares detectaron combustible en el entorno del polígono de los Llanos y tuvieron que dar aviso rápidamente a URA. El más grave de los últimos tiempos se remonta, no obstante, a agosto de 2012. Entonces se retiraron cerca de tres toneladas de peces muertos en el tramo del río entre Iruña Oka y Lapuebla de Arganzón, al parecer por un derramamiento de amoniaco que se había detectado por primera vez en julio. Tras la denuncia de EH Bildu, la Diputación remitió al fiscal de Medio Ambiente un informe para que investigara el caso. Si el vertido era industrial, la responsabilidad correspondía al Gobierno Vasco.

Cuando se conoció el último informe de la CHE sobre el estado del Zadorra, en el que se hablaba de la presencia de muchos metales pesados y algunos carcinógenos, URA llamó a la calma “porque la tendencia indica que la contaminación se ha frenado”. Fue la forma de destacar el papel de las industrias y su propio cometido. “El régimen de autorizaciones de vertido es una herramienta vital de la administración hidráulica que ejerce un creciente control de las emisiones al medio junto a la legislación sectorial y la normativa de la planificación hidrológica. Y fruto de ello, es evidente que el sector industrial ha incrementado notablemente el control en origen de los vertidos tanto con la adecuación del proceso productivo como con sistemas de depuración y tratamiento más exigentes”, sostuvo entonces este organismo.

“Es verdad que los vertidos son ahora más puntuales, pero los sigue habiendo: industriales, de aguas fecales... Por tanto, no se aplica todo el control que se debiera ni se ha adelantado tanto como algunos presumen”, replicó ayer el portavoz de Ekologistak Martxan, Andrés Illana, a la espera de informaciones oficiales sobre el último impacto. “Hace cuarenta años el Zadorra dejó de ser el mismo a su paso por Gebara. ¿Ahora qué?”, se preguntó Subijana.