En Agurain, los festejos en honor a la Virgen del Rosario no han hecho más que empezar y por ello el ánimo no decae. Horas después del multitudinario txupinazo, una nutrida tamborrada y una larga noche de juerga, vecinos y visitantes continuaron con las fiestas y participaron en las distintas actividades programadas para el segundo día de fiestas al que se sumó una protagonista inesperada: la lluvia.

El cielo amaneció gris y así permaneció durante toda la jornada. Tras el estallido inicial de la fiesta, Agurain amanecía como un campo de batalla. Basura por los suelos, jóvenes que alargaban la noche hasta bien entrada la mañana o aquellos que dejaban la cama para asistir a los actos más tradicionales se entremezclaban. Una de las primeras citas tuvo lugar en la iglesia de Santa María. Allí, como cada domingo del Rosario, cientos de personas se congregaron para homenajear a la patrona, a la que las cuadrillas y asociaciones agasajan con ramos de flores. Blusas y fieles realizaron la ofrenda en una ceremonia ambientada por los cánticos del coro Araba. “Con estas flores queremos felicitarte en tu día”, recita una neska. Después la animación se extendió por el Casco Histórico de Agurain. Madrugadores y gaupaseros recorrieron las empedradas calles para realizar el tradicional poteo antes de reponer fuerzas para una tarde en la que la música de las txarangas fue la protagonista.

Los más pequeños no quisieron perder su cita con la diversión acudiendo en masa hasta la plaza Euskal Herria para saltar en los hinchables, jugar un particular partido de tenis, deslizarse por la tirolina o atrapar un balón sobre una peana móvil. “Lo peor es la cola que hay que hacer para la tirolina”, comenta un grupo de madres. “¡Alex, Alex!”, gritan otras mientras el pequeño saluda dando muestras de poderío. Saltos, volteretas y más brincos. Pequeños de todas las edades derrocharon energía, mientras sus padres aprovechaban para tomar un pote con los amigos. Las primeras gotas de lluvia amilanaron a los menos, que optaron por abandonar el recinto festivo infantil en busca de un lugar donde cobijarse.

Los habituales pasacalles se encargaron de desperezar a los más dormilones y al mediodía, los aguraindarras se animaron a subir desde los barrios, donde la fiesta casi pasa desapercibida, al centro. La plaza de San Juan acogió un vermú con baile en el que, además de mover el esqueleto, mayores y pequeños tuvieron la oportunidad de degustar los pintxos servidos por un conocido catering de la localidad. La tranquilidad fue la nota dominante durante la mayor parte de la tarde, en la que los pequeños encontraron aliciente en las barracas. El toro de fuego acabó por dar rienda suelta a las sensaciones fuertes en una jornada preludio del lunes donde los vecinos serán los auténticos amos de la fiesta, ya que Agurain se vuelca hoy con sus mayores, mientras se prepara para la centenaria feria de mañana. Así, los jubilados, los jóvenes de ayer, disfrutarán del lunes festivo como vienen haciendo desde hace cuarenta años. Una fecha en la que están invitados todos los residentes de la villa y de las localidades más cercanas mayores de 65 años. La edad, en esta ocasión, no es obstáculo para salir a la calle y pasarlo en grande con la programación organizada por el club Alpino Manu Yanke.