gasteiz - No fue flor de un día abrir la primera ikastola pública en Gasteiz, pero un grupo de padres y profesores lo consiguió. Corría el año 1978, apenas tres después del final de la dictadura franquista cuando Toki Eder inauguró aulas como primer centro público de modelo D. En agradecimiento a aquellos combativos aitas e irakasles, ayer las primeras generaciones de estudiantes del centro les devolvieron la moneda en un sentido homenaje cargado de emoción y nervios. Como los de Saratxo. “Más que por los 35 años, el homenaje es por nuestra necesidad de agradecer a los aitas y profesores todo lo que hicieron. Algunos ya no están, pero todo el mundo empujó para que esto fuera posible”, explicaba antes de la fiesta. “Creemos que las cosas nos vienen dadas, pero nunca es así”, añade Gardeñes, otra de las primeras alumnas. “Ahora basta con poner la equis en la casilla del modelo D, pero para llegar hasta ahí ha habido que pelear muchísimo”. La mayoría de los padres no sabía euskera en aquella Gasteiz, pero quería que sus hijos no sólo lo hablaran sino que lo vivieran, sintieran y soñaran.

El centro inició su andadura con diez aulas, siete en un garaje de Sancho el Sabio y otras tres en la iglesia de Los Ángeles. Comienzos en precario, habida cuenta de que Vitoria se encontraba encuadrada por aquel entonces en zona no vascófona, consecuencia de una división territorial similar a la que todavía hoy se mantiene en Navarra. No era el escenario ideal, pero sí un primer paso para edificar un proyecto educativo, hoy en día consolidado en Lakua, en un edificio de Duque de Wellington al que la ikastola se trasladó en 1983, acabando con la provisionalidad de antaño, y tras superar muchas de las piedras que los fundadores se encontraron en el camino. La inauguración de Toki Eder sirvió también para acallar muchas voces críticas que todavía existían en la tradicional Vitoria. También para demostrar que la ikastola no constituía “ni un gueto ni un proyecto piloto”, que llegaba para quedarse. Pero no por ello cesaron los obstáculos. Un ejemplo: menos de un año después del traslado a Lakua, la comunidad escolar se vio obligada a movilizarse ante la negativa de la Diputación a abonar el transporte escolar de los pequeños. Incluso en septiembre de 1984 se produjo una violenta carga policial frente a la sede de la Diputación, en el marco de una de las numerosas protestas que los padres protagonizaron durante estos convulsos primeros años. La transferencia de las ikastolas al Gobierno Vasco en febrero de 1985 tampoco trajo la estabilidad inmediata, puesto que fue interpretada por los padres como una forma de quitarse el muerto de encima. Aun así, la ikastola siguió su camino hacia adelante y en 1986 llegó a contabilizar más de 350 matrículas. Desde entonces, las clases no han cesado de recibir alumnos y profesores y la comunidad escolar ha ido creciendo con la vista puesta en el futuro, pero sin olvidar su pasado. Años maravillosos, pero convulsos que ayer se rememoraron con un emotivo agradecimiento.