A 1.481 metros, la cruz que guía a los montañeros corona un mundo cuesta arriba de hayedos y robledales, escenario de intrigantes historias de carboneros, pastores, brujas, lamias y gentiles, hogar de ciervos, gatos, lirones, azores, martas, gavilanes y halcones. Gorbea cumple veinte años como parque natural y lo hace justo cuando ese título se aleja de los Montes de Vitoria. Dos acontecimientos que DNA quiere aprovechar para analizar la gestión de los cinco espacios protegidos del territorio. Según a quien se pregunte, la visión difiere en extremo. La Diputación, responsable directa de estas áreas, defiende la labor realizada en un ambiente lleno de luces. Los ecologistas, participantes en los patronatos, advierten de que sólo hay sombras. Las discrepancias radican en los parámetros utilizados para medir el éxito del trabajo acometido. Mientras la primera se centra en los hitos turísticos como indicador de triunfo, los segundos alertan de que esa prioridad por los visitantes ha conllevado una falta de inversión en investigación de la naturaleza, conservación de los ecosistemas y desarollo socieconómico de los pueblos del entorno.

Antes de continuar, convendría saber qué es exactamente un parque natural. El concepto oficial definitivo, aprobado en la Convención de Londres de 1933, habla de "un área puesta bajo el control público, en la cual los límites permanecerán invariables y de la cual no podrá tranferirse ninguna parte, salvo por la autoridad competente; en la cual han de aislarse los elementos de interés científico para su propagación , protección y conservación y para el aprovechamiento y el esparcimiento públicos; en la cual se prohíbe la caza, muerte y captura de la fauna y la destrucción o recolección de la flora, excepto por las autoridades; y en la cual se darán facilidades al público para que pueda observar la fauna y flora". En Álava, hay cinco espacios que responden a esa descripción. Son Gorbea, Valderejo, Izki, Aizkorri-Aratz y Urkiola. Por tamaño, usos y riqueza patrimonial, los tres primeros se han convertido en las joyas del territorio.

las luces... Cuando el director de Parques Naturales de Álava habla de ellos, le cuesta decir algo que no sea positivo. "La fortaleza de nuestros parques naturales son los propios parques. Nos los hemos tomado muy en serio. Hemos dedicado tiempo, dinero y esfuerzo en conservarlos. No en todos los sitios se pone tanta carne en el asador", sostiene Fernando Cámara, poseedor de este cargo institucional desde 1994. Ese afán foral del que presume se ha centrado, sobre todo, "en los visitantes y las infraestructuras destinadas a ellos". De ahí la construcción de sendas, señalizaciones y parketxeas o, lo que es más especial, la consecución en Valderejo de la Q de calidad turística. Fue un hito especial, pues ningún otro espacio protegido de Euskadi tiene esta certificación y en el Estado sólo hay otros veintitrés, pero Cámara se niega a que sea el último. "Llevamos tres años trabajando para lograr la Q en Gorbea, aunque va lento porque la gestión está compartida con Bizkaia, y hace casi dos que iniciamos los trámites con Izki, así que esperemos que lleguen ambas en 2015", desea. La etiqueta del Instituto para la Calidad Turística Española obliga a que información, atención y control estén en orden.

La mejora de los equipamientos y la atención al público parece centrar las preocupaciones de la Diputación, orgullosa de que los parques naturales acojan más de un cuarto de millón de visitas al año. No obstante, la filosofía de gestión no puede limitarse a este aspecto. Un espacio protegido como cualquiera de los cinco que tiene Álava debe tratar de equilibrar ese uso público con la conservación de sus singulares valores ecológicos y el sector primario que trabaja en él. Preguntado por la inversión en fauna y flora, el responsable foral destaca dos actuaciones. Por un lado, la renovación de la certificación Ekoscan a los centros de interpretación de Gorbea y Valdederejo, que premia la buena gestión realizada por éstos en la reducción de residuos y consumos. Por otro, el proyecto Life, nacido en 2011 y destinado a restaurar con un importe total de un millón de euros el marojal de Izki, así como los hábitats y las especies de interés comunitario que interaccionan en este ecosistema, como el pico mediano, el murciélago Bechstein y la rana ágil.

"En general, la Naturaleza se conserva muy bien solita, pero estamos en un medio humanizado. Somos muchos en poco sitio e interferimos con su devenir, por lo que hay que llevar a cabo actuaciones que minimicen los impactos ya no sólo del senderismo o la escalada, sino del trabajo agrícola y ganadero. De lo contrario, se podrían producir daños irreversibles", explica Cámara. El director de Parques Naturales resta importancia, sin embargo, a las dificultades que estos espacios protegidos pueden causar a la actividad del sector primario. Él atribuye el rechazo social que provocaron las declaraciones de parque natural de Gorbea o Izki al miedo a lo desconocido. "La gente pensaba, así ya estamos bien, que no nos toquen, porque a nivel popular existía el concepto de que un parque era para prohibir un montón de cosas, cuando en realidad plantean muchas mejoras. Vivir en un parque es un auténtico lujo. Y con el paso del tiempo se ha demostrado que compatibilizar todos los usos era posible, que no debemos tener una mentalidad tan inmovilista", sostiene.

... y las sombras Al hablar con Andrés Illana, uno de esos pocos ecologistas respetado por las instituciones políticas, miembro de los patronatos de Valderejo e Izki, los cánticos de los pájaros enmudecen. "La gestión de los parques naturales en Álava es, simple y llanamente, una tomadura de pelo", afirma con contundencia. Los planes de ordenación en los que se sustentaban las declaraciones de estos espacios protegidos contemplaban, además del fomento del uso público, la restauración de la naturaleza, la investigación de los ecosistemas y el desarrollo socioeconómico de los pueblos del entorno, "pero todos los esfuerzos han ido encaminados a abrir sendas y traer visitas, así que el 99% del dinero se ha destinado a pagar a la empresa que lleva los parketxeas y las guarderías". Siempre ha sido así, aunque ahora es peor. "Llegamos a ver, al principio, una partida de 2.000 euros para investigación en Valderejo, y mira que era poco, pero ahora ya ni eso", critica.

Los patronatos de los parques -compuestos por el Gobierno Vasco, la Diputación, los presidentes de las juntas administrativas y los ayuntamientos de la zona, grupos ecologistas, montañeros, la Universidad y otras entidades- "no sirven de nada porque no hay nada que hacer ni de qué discutir". Illana pone de ejemplo el presupuesto de 2014 en Valderejo, limitado a gastos del capítulo 2, el de mantenimiento de infraestructuras, o el de Izki, que si no fuera por el proyecto europeo Life tampoco contaría con inversión para estudios y proyectos. Además, las partidas totales "han ido descendiendo con la crisis económica". La documentación oficial demuestra que cada parque apenas recibe 250.000 euros de las arcas forales, "lo justo para que las visitas los vean bonitos". Y, mientras tanto, pasa un tiempo precioso que "podría estar ocasionando impactos en la flora y fauna de estos espacios, perjuicios que desconocemos en su totalidad ya que no se hacen evaluaciones".

Illana se lleva las manos a la cabeza cuando recuerda que las dos parejas de águilas reales de Izki han desaparecido "y nadie ha dicho nada". A su juicio, este es un ejemplo evidente de que "la Diputación no sólo prioriza la gestión de los visitantes, sino que es lo único que hace". Y, para colmo, él es de la opinión de que hasta esa labor la realiza mal. "¿Cómo es posible que no exista todavía una página web de parques naturales donde puedas organizar tu itinerario? ¿O que vayas a Gorbea y te encuentres con que hay una batida de jabalíes y no puedes pasar?", advierte. Conforme avanza en su discurso, el ecologista eleva el tono de voz. No puede ocultar su enfado. "Ya no es sólo un problema de la institución política", sostiene, "sino del equipo de gestión", formado por seis técnicos forales, tres guardas y un administrativo. A todos ellos los acusa de "inoperancia y falta de iniciativa", ya que "lo único que les importa es que haya una red de caminos y que vengan muchos visitantes".

En lo que sí coincide el ecologista con Cámara es en los recelos que suscitaron las declaraciones de parques naturales entre las poblaciones cercanas y quienes utilizaban los montes, pero considera que el paso del tiempo ha demostrado que las voces más criticas tenían razón. "Con la gestión que desarrolla la Diputación, no reciben beneficios de ningún tipo", sostiene. Valderejo es la excepción, ya que las tres personas de la zona trabajan ahora para este espacio. "Pero preguntad a la gente de Izki, por ejemplo. Está muy mosqueada porque cuando se les vendió el parque natural se les dijo que iba a generar puestos de trabajo para los chavales, que se iban a poder crear empresas de turismo rural, que su labor agrícola y ganadera no se vería afectada... De eso no ha habido nada, pero cosas que antes se pedían en la Diputación, por ejemplo, cortar un haya, y que suponían un mero trámite, ahora supone mucho más papeleo, más burocracia", advierte. Además, las compensaciones que se dan a aquellos que no pueden desarrollar igual su actividad son mínimas. La partida en Izki es de 7.600 euros. En Valderejo, de tan sólo 489.