En 1840, el dramaturgo francés Prosper Merimeé desvelaba en una carta a la madre de la futura emperatriz Eugenia de Montijo que había "aprendido a hablar vascuence con las camareras de Vitoria". Pocos años después, el periodista y explorador galés Henry Staley recordaba cómo a su llegada a la estación gasteiztarra del ferrocarril se encontró rodeado por enjambres de lugareños con boinas azules que hablaban "in pure basque". Desde finales del siglo XVIII había tomado forma un movimiento intelectual en Álava para impulsar el uso del euskera, en declive desde la poderosa imposición del castellano a finales de la Edad Media. Y se habían logrado avances. Posteriormente, sin embargo, volverían a sucederse momentos de debilidad. Y más tarde llegarían nuevos aires prometedores. Bajadas y subidas. Siempre ha sido así. A falta de cinco días para la celebración del Araba Euskaraz, este año en Rioja Alavesa, DNA echa la vista atrás de la mano de Euskaltzaindia para repasar la historia de una batalla que ni en los peores momentos se ha llegado a perder porque nunca se ha abandonado.
Numerosos artículos del fallecido Henrike Knörr, uno de los más grandes intelectuales y especialistas en toponimia local, integrante de la Real Academia Vasca de la Lengua, permiten hacerse una buena idea de los motivos que explican los vaivenes del euskera en el territorio y sus distintas zonas. Desde tiempos lejanos, las gentes que poblaron las tierras de Álava tuvieron como idioma principal el euskera. Una lengua isla, como dicen los expertos, ya que sus orígenes son totalmente desconocidos y carece de parentesco seguro con otras. Hasta ahora, los investigadores han trabajado con dos hipótesis para averiguar su procedencia, la ibero-norteafricana y la caucásica, ya que hay coincidencias sorprendentes. Pero, aun así, no se han obtenido evidencias claras. Lo que sí es obvio es cómo el euskera ha vivido siempre rodeado de competidores que se han ido sucediendo a lo largo del tiempo. Uno de ellos, el castellano, disparó contra su línea de flotación, gracias a un sistema político, económico y social más poderoso y estructurado, que condujo al asentamiento progresivo e imparable de la lengua romance y al paralelo arrinconamiento -a veces incluso desprestigio- de la vasca.
Antes de que llegara ese momento, no obstante, llovió mucho. El tsunami de la latinización arrasó con la mayoría de los idiomas prerromanos, pero no con el euskera. Al revés. Con el declive del Imperio, en el siglo V, la lengua vasca se propagó durante un largo periodo expansivo hacia la ribera meridional del río Ebro, alcanzando a muchas localidades de Burgos y la Rioja. De ahí la cuantiosa toponimia vasca en estas zonas y todas esas enigmáticas frases que duermen en las glosas de San Millán de la Cogolla. A finales de la Edad Media, sin embargo, se produjo un declive brutal. El castellano fue ganando terreno por la confluencia de distintos factores: políticos, administrativos, geográficos, comerciales... El idioma romance formaba parte de un sistema más fuerte y su irrupción en las comarcas del centro y sur de Álava resultó más sencilla gracias a su llana orografía. Esa accesibilidad hacía que estuvieran más expuestas a toda suerte de influencias exteriores.
Para el siglo XVI, con Navarra ya invadida por los reinos de Aragón y Castilla, el euskera se había retirado de nuestro territorio hasta la frontera de la sierra de Toloño y el castellano había penetrado por las principales vías de comunicación deparando un bilingüismo en muchas zonas. La convivencia nunca resultó equilibrada y eso que hay constancia en aquella época de una nutrida nómina de poetas, dramaturgos, traductores, filólogos, historiadores, pedagogos, publicistas y periodistas que aportaron sus esfuerzos a la conservación del idioma vasco. Fueron el germen de un movimiento creciente en defensa del euskera, alimentado por las dificultades. En el XIX, se exigía el uso del español en las asambleas y órganos políticos de representación, la desidia del clero rural había provocado un desprestigio de la lengua popular y la pedagogía en la escuela incluía castigos para los que hablaban vascuence. No obstante, todavía entonces nuestro idioma estaba en la calle más que ahora. Los testimonios de Merimeé y de Stanley son elocuentes.
Si por algo se ha caracterizado siempre Álava es por tener una sociedad dispuesta a defender con tesón su idioma, aunque diversos factores hayan provocado la pérdida de vascoparlantes. Del territorio histórico partió la idea de crear una Academia de la Lengua Vasca en el siglo XIX y en el XX surgieron distintas asociaciones para la conservación y fomento del euskera. El franquismo congeló gran parte del trabajo realizado, pero con el tiempo las cadenas del olvido y el desuso han empezado a romperse. La promoción reciente del euskera se ha concentrado especialmente en el terreno de la enseñanza, así como en cursos de alfabetización y euskaldunización fuera del ámbito escolar. También se ha introducido en los medios de comunicación y ha cogido aire el bertsolarismo. Ahora, con un conocimiento significativo de la lengua vasca, la provincia se afana por que sea realmente un instrumento de relación humana. Y no sólo en los valles septentrionales, sino también en la Llanada y Rioja Alavesa.
El vicesecretario de Euskaltzaindia, Erramun Osa, considera que, "aunque el punto de partida ha sido modesto en cuanto a dominio, transmisión y uso del euskera, la euskaldunización de los habitantes de Álava está creciendo a un ritmo muy vivo" en las últimas décadas. Los datos evolutivos son significativos. En 1981, el territorio contaba con 9.600 bilingües, el 4% de la población. En la Llanada, los valles, la zona de Montaña y La Rioja suponían el 1%, mientras que las estribaciones del Gorbeia y la comarca cantábrica presentaban porcentajes del 28% y el 4% respectivamente. Veinticinco años después, Álava contaba con alrededor de 80.000 bilingües. Ese crecimiento se ha producido sobre todo entre las nuevas generaciones, gracias a dos correas de transmisión clave: la enseñanza en las escuelas en la lengua vasca, a través de la progresiva implantación y el consecuente éxito del llamado modelo D, y la euskaldunización de los adultos, que ha permitido que cada vez más padres hablen a sus hijos en euskera dentro de casa.
Por desgracia, la subida en el conocimiento no ha logrado traspasar del todo la barrera del uso. En la provincia, el español sigue siendo de largo el primer idioma, utilizado por el 87% de la población, mientras que el euskera es el prioritario para el 3,9%, un 0,9% más que hace dos décadas aunque a años luz todavía de Gipuzkoa y Bizkaia. Además, la utilización del idioma local en casa ha descendido ligeramente en las dos últimas décadas. "La red de relaciones de la mayoría de bilingües sigue siendo castellanoparlante", advierte Osa, "además de que muchos de ellos se adaptan con más facilidad a la lengua romance". Esto puede deberse, en parte, a que, aunque en general el aprendizaje haya subido, lo ha hecho fuera del círculo familiar. En 1986, un 53% de los alaveses era euskaldunberri y un 35% euskalzaharrra. Ahora, son un 80% y un 13% respectivamente. Y es evidente el peso que tiene el hogar para la transmisión de una lengua.
Este paradójico fenómeno del que también advirtió recientemente el V Mapa Sociolingüístico del Euskera hace que el euskera esté más presente "en todos los campos de uso, pero con un porcentaje menor". Es evidente, por tanto, el reto al que ahora se enfrentan los agentes políticos, sociales y educativos. "Hay que seguir trabajando para que conocimiento y utilización vayan parejos", advirtió recientemente el coordinador del Araba Euskaraz, Ángel Olalde. Él tiene claro que "el hándicap de Araba es que es muy fácil vivir en castellano, y en euskera no es tan fácil ni tan cómodo". No obstante, él está convencido de que bastarían gestos tan sencillos como "utilizar el euskera en la primera palabra al dirigirnos a otra persona" para impulsar su empleo. En Lapuebla de Labarca, Assa Ikastola está por la labor. Y así piensa demostrarlo este domingo con su fiesta.
Al grito de Mugan bizi bizi, el objetivo de quienes hicieron fructificar la semilla que siempre estuvo ahí es sacar el idioma por el que tanto han luchado de sus oasis de euskaldunización y llevarlo a las calles. Una filosofía que Euskaltzaindia apoya, a la vez que intenta mandar un mensaje de optimismo. A pesar de los puntos negros actuales, "hay que subrayar que el euskera se utiliza más hoy en día que hace veinte años".