en pleno siglo XXI, la juventud inmigrante sigue padeciendo en primera persona la lacra de la discriminación. Para más inri, en un territorio supuestamente tolerante como Álava, cuna de miles de inmigrantes, y con una mayor intensidad que la que sufren las personas adultas. Así lo advierte en un reciente estudio el equipo de investigación en Psicología Social de la Universidad del País Vasco (UPV), que principalmente pone su acento en la procedencia geográfica de los inmigrantes a la hora de analizar este fenómeno. Mientras que la juventud llegada al territorio desde América Latina muestra unos mayores niveles de bienestar psicológico que el resto, lógicamente sin olvidar sus dificultades, con la que viene de África, tanto del Magreb como de los países subsaharianos, como con la que procede de Rumanía -un país europeo que aporta unos altos niveles de inmigración-, sucede todo lo contrario. Chavales de entre 18 y 24 años que deben hacer frente a "numerosos retos y cambios que suelen ser motivo de angustia, de sentimientos de vergüenza y de inestabilidad" que impiden su correcta integración a los nuevos contextos sociales.

Magdalena Bobowik, miembro del equipo que ha elaborado este informe, matiza en declaraciones a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA que su investigación también ha dejado conclusiones positivas, porque la inmigración "también puede ser un proceso de crecimiento personal". No obstante, no oculta que la realidad "es triste", más si se tiene en cuenta que la mala percepción subjetiva que los inmigrantes magrebíes o rumanos tienen de su situación personal coincide plenamente con la imagen negativa que numerosos autóctonos tienen de ellos. Mientras los jóvenes vascos perciben la inmigración procedente del África subsahariana como "más positiva" que la del Magreb, y la latinoamericana, por lo general, mejor que el resto, a la procedente de Rumanía se la asocia en muchas ocasiones con los gitanos, "con lo que padece bastante discriminación" según Bobowik. "Hay un problema de convivencia", zanja la investigadora.

El hecho de que la juventud latinoamericana tenga una visión más optimista de la inmigración se explica con una realidad tan sencilla como el conocimiento de la lengua, algo que la ayuda a derribar algunas barreras. Además, según advierte Bobowik, "son jóvenes que piensan que están mejor que otros colectivos de inmigrantes", lo que también refleja una jerarquía entre la propia población que un día se decidió a venir a vivir hacia estas latitudes en busca de una vida mejor. Por el contrario, la juventud marroquí y subsahariana "está más expuesta a la discriminación" y sufre con mayor intensidad los rigores de la crisis, algo que se traduce en sus dificultades para encontrar empleo. Bobowik cree que estas conclusiones pueden ser muy positivas a la hora de elaborar futuros estudios y campañas de sensibilización para revertir una realidad que dificulta en gran medida la integración de estos colectivos.

Una de las principales conclusiones del informe es que el esfuerzo realizado en combatir estas situaciones de discriminación "puede ayudar a proteger el bienestar de las personas inmigrantes y mejorar su adaptación al nuevo contexto social". También, que esas comparaciones sociales favorables "son la mejor herramienta para que una persona inmigrante joven afronte su nueva situación": Si percibe la inmigración no solo como una adversidad, sino también como una oportunidad para el propio crecimiento y para adquirir nuevas habilidades, puede alcanzar mayores niveles de bienestar personal y de felicidad.

Mirando a los colectivos que trabajan por el bienestar de los colectivos inmigrantes, las conclusiones de este estudio no sorprenden y preocupan mucho. Mireya Perea, presidenta de la Coordinadora de Personas Inmigrantes y Refugiadas de Álava (Kira), apunta a la situación de crisis como un peligroso caldo de cultivo para fomentar actitudes discriminatorias y racistas entre los jóvenes, ya que "en la disputa de espacios para trabajar y estudiar salen a flote sentimientos de rechazo". Perea, latinoamericana, sí coincide en que sus compatriotas sufren en menor medida la discriminación porque suelen inmigrar a Álava en situaciones "mucho menos precarias", al contar por lo general con mejores relaciones sociales. E incide en que, a la vista de la situación actual, nadie debe descartar que en un momento dado puede convertirse en inmigrante y sufrir situaciones adversas. Lo dice además con conocimiento de causa. "Conozco a jóvenes que han salido de aquí y están en Bélgica o en Austria y se sienten maltratados y discriminados", advierte. "Hoy estamos aquí, pero no sabemos ni dónde ni cómo vamos a estar mañana", insiste.

Un análisis en el que, a grandes rasgos, coincide Rosabel Argote, portavoz de la Comisión de Ayuda al Refugiado (CEAR) en Álava. "Esta sociedad sigue creyendo que las personas migrantes sólo tienen derecho a estar aquí si son necesarias para la supervivencia y pervivencia del sistema. Si se les necesita como mano de obra, en las obras, atendiendo a nuestros ancianos o haciendo los trabajos más duros, entonces se les acepta. Si además son dóciles y dulces, mucho mejor. El problema está con las y los jóvenes que no trabajan, a quienes se acusa de venir a vivir del cuento, a estudiar o a comprarse zapatillas de marca con el dinero de las ayudas. Su docilidad es mucho menor", analiza con dureza la portavoz de CEAR.

Magdalena Bobowik, que sigue investigando sobre este fenómeno, pretende trabajar "con una perspectiva diferente" de cara al futuro, interviniendo en mayor medida sobre la población autóctona para mejorar sus relaciones con la inmigrante. La investigadora, en concreto, se unirá a diversas organizaciones como SOS Racismo para impulsar una visión multicultural de la sociedad vasca. Actualmente, participa en varios estudios experimentales relacionados con la expresión facial en las personas inmigrantes y "cómo afecta dicha expresión a la relación con aquellas". Al contrario que lo que ha hecho en este estudio, ya no incidirá sólo en cómo se siente el estigmatizado, "sino aquel que puede estigmatizarlo". En este sentido, la expresión facial es crucial a la hora de manifestar o de crear empatía con las personas inmigrantes, o para todo lo contrario.