cabe la posibilidad de que el ejercicio de la prostitución sea una elección personal, un modo de vida adoptado por la persona libremente. Cabe la posibilidad, pero la realidad es que en la mayoría de los casos las personas que se dedican a esta actividad lo hacen para salir de una situación de extrema necesidad o porque están esclavizadas por redes mafiosas. La asociación Gizarterako se encarga de ofrecer una vía de escape a estos centenares de mujeres que hacen la noche en Vitoria. Sus voluntarios y trabajadores sociales recorren rotondas y clubes, reciben a quien demanda ayuda y asesoramiento, imparten talleres, ayudan a las mujeres enfermas o en situación de soledad... Gizarterako es prácticamente el único eslabón que enlaza el mundo de la prostitución con la sociedad visible, y a punto han estado este año de perder la ayuda municipal de 13.500 euros que les permite trabajar a pie de calle.
Finalmente, el pacto presupuestario entre PP y PNV salvó la ayuda, más necesaria que nunca, pues, como advierte su presidenta, Consuelo Ordejón, las prostitutas en Gasteiz han sentido con especial virulencia las consecuencias de la crisis económica. "Si antes era difícil salir, ahora muchísimo más. Antes, una vez empadronadas iniciaban su recorrido, y sólo necesitaban un año de residencia en Vitoria, ahora son tres", explica Consuelo, que se pregunta cómo puede una mujer iniciar un itinerario de normalización en la sociedad si "acaban a las tantas de la mañana; no les puedes pedir que se levanten a las nueve despejadas, desayunen bien y se vayan a estudiar, no se dan las condiciones adecuadas para llegar a un proceso adecuado", señala la mujer.
Consuelo cree necesario que la sociedad abra las puertas del empleo a estas personas, porque "no es bueno inflar la bolsa de ayudas sociales", y porque estas mujeres quieren trabajar. La cuestión es que ahora es extremadamente difícil encontrar un empleo.
"Cuando hay trabajo acompañando a personas mayores, o limpiando portales, las mujeres pueden salir, pero ahora las propias familias se encargan de cuidar a sus mayores, y los propios vecinos se ofrecen a limpiar el portal de la comunidad. Se han ido cerrando puertas, así que la gente trabaja en prostitución porque no tiene otra forma de llevar un dinero a casa, se dan muchos casos de gente que lo pasa muy mal", lamenta Consuelo, quien explica que a la precariedad propia de este modo de vida su suma un estigma social que lleva a las mujeres a ocultarse ante los demás. De hecho, cuando acuden a Gizarterako no quieren que se sepa que son prostitutas, rechazan ir a las instituciones con un certificado en el que aparezca el logotipo de la asociación, viven su condición desde la vergüenza.
Por ello, es necesario que las instituciones den todas las facilidades a estas mujeres para que se atrevan a salir de un mundo en el que muchas veces viven como prisioneras, según señala Nerea Melgosa, concejala del PNV y responsable de la negociación para la inclusión del convenio con Gizarterako en los Presupuestos de 2014. "Le hemos pedido al Ayuntamiento acción porque la prostitución está aumentando; muchas de esas mujeres tienen menores aquí o en sus lugares de origen, las tienen agarradas, las mueven de pisos con frecuencia. Nosotros lo que pedimos -continúa- es que se ponga alfombra roja a quien se acerque a estos servicios".
Una de las propuestas del PNV pasa por crear una mesa técnica sobre este fenómeno, y otra consiste en activar un protocolo con Osakidetza, que a día de hoy atiende a estas mujeres de forma más o menos extraoficial.
Al margen de lo que puedan hacer las instituciones por sí mismas, los 13.500 euros del convenio con el Ayuntamiento -y las subvenciones que el colectivo percibe de otras administraciones- son la llave para que Gizarterako pueda realizar un primer acercamiento a estas mujeres y ofrecerles de este modo una alternativa. El problema es el de siempre. Las subvenciones de 2014 se cobran casi en 2015, y hasta que el dinero llega, hay que sacar fondos de donde se pueda.
"El año pasado firmé en agosto, es muy difícil trabajar sin dinero, no puedes contratar a nadie, no sabes cuándo te va a llegar, es absurdo, tienes que pedir dinero al banco y vamos tirando como podemos", afirma Consuelo, que resalta la necesidad de contar con un trabajador social a media jornada al que hay que pagar. Los voluntarios realizan una labor encomiable, pero tienen sus propias vidas y quehaceres y no pueden pasarse la mañana en la sede de Gizarterako.
"Si ya tenemos el proyecto a principios de año, si las subvenciones se presentan en marzo, en abril debería estar todo listo y en mayo deberíamos cobrar", se queja la responsable de la asociación. En 2014 esos 13.500 euros servirán para pagar a cinco personas. A la trabajadora social a media jornada, a tres "agentes informativos", mujeres que en su día ejercieron la prostitución y asesoran desde la empatía y la experiencia a quienes quieren salir de la noche, y a una voluntaria que coordina a este equipo. Es poco dinero para tanta gente, pero es lo mínimo imprescindible para que Gizarterako pueda existir.
Con el actual sistema de subvenciones en el que primero se presentan facturas y después se cobra, ya sea del Ayuntamiento, del Gobierno Vasco o de Emakunde, la asociación vive continuamente en la incertidumbre. "Dentro de los socios hay gente que te puede pasar 10.000 euros y luego se los devolvemos, pero hay muy pocos. En 2010 nos dejó una socia 3.000 euros, pero la mayoría de la gente no puede dejarnos sus ahorros, guardados por si las cosas vienen todavía peor", explica Consuelo.
treinta años de actividad Gizarterako nació en 1985 fruto de la preocupación de varias personas de Vitoria en torno a la situación de precariedad en que vivían las prostitutas de la ciudad. Con el respaldo económico de Cáritas, la asociación comenzó a atender las diversas necesidades de un colectivo con muchos frentes abiertos, desde el sanitario hasta el jurídico, pasando por el riesgo de sufrir agresiones o las dificultades para cuidar de sus hijos.