amurrio - Llevaba más de una década pensando cómo poder enseñar al mundo el material que, para la elaboración de miel, tenía guardado como un tesoro en el baserri de sus ancestros y, por fin, le ha dado forma. Se llama Izoria Erletxea, centro de interpretación del colmenar, y mañana será inaugurado con todo el boato que suele acompañar a los proyectos que, con mucho cariño, ilusión y trabajo, siempre andan rondando por la cabeza de la pastora Leire Ibarrola. El nuevo centro está apadrinado por Patxi Eceiza, chef del restaurante Zaldiaran de Vitoria.

Esta emprendedora se ha animado a completar las visitas a su quesería -adscrita a la Denominación de Origen Idiazabal- con una muestra de colmenas de tronco o dujos, muchos de ellos con más de 200 años de antigüedad, utilizadas por sus antepasados en la elaboración de miel. "Tengo sesenta, aunque sólo he expuesto doce por ser el número perfecto que también simboliza la magnífica organización de las propias abejas. Unas son para ser tumbadas por apilamiento y otras para colocar como monolitos, siempre orientadas al este y con una fuente de agua cercana, así como próximas a la casa, ya que había que mimarlas mucho. Todas son de gran porte, no se abarcan con los brazos. Algunas son herencia familiar, pero otras las he comprado o me las han regalado otros baserris que las tenían olvidadas, cubiertas de maleza o destinadas a convertirse en leña para el fuego.", explica Ibarrola.

El mundo de la apicultura, como en todo, los nuevos métodos van arrinconando a los antiguos. "Actualmente utilizamos colmenas, con forma de caja de madera, provistas de bastidores que facilitan el proceso de extracción de miel sin afectar la estructura del panal, mientras que las de tronco no contaban con este sistema. Se sacaba la miel al estilo oso, dejando la mitad para que pudiera alimentarse la colonia en invierno, pero en el proceso se estropeaba el tástano, la casa de la abeja, y éstas tenían que volver a reconstruirla, con el esfuerzo que supone, y dejaron de utilizarse, aunque para mi son una huella del pasado digna de exhibirse", explica. No en vano, la extracción de un kilo de miel de un panal "equivale al trabajo de elaborar nueve kilos. De aquí que este sistema no se haya mantenido y se hayan buscado otros más amables con la abeja; aunque tienen el valor de que han construido nuestro paisaje durante siglos, remontándonos hasta el antiguo Egipto", asegura.

De hecho, el área de pecoreo de una colmena -ese espacio en el que las abejas liban el néctar de las flores- "abarca en torno a tres o cinco kilómetros que quedan totalmente polinizados. Ya decía Einstein que si desaparecían las abejas, en cuatro años desaparecería la propia humanidad. Yo no me atrevo a corroborar este extremo, pero sí que alimentos que hoy tenemos en los supermercados a un euro tendrían el precio del caviar. Hace poco visitaron la quesería unos chinos que me comentaron que, en su país, estaban polinizando árboles a pluma porque estaban disminuyendo las colonias de abejas. Son unos seres maravillosos, de cuya organización tendríamos mucho que aprender", subraya.

No en vano, en una colmena habitan en torno a 30.000 ó 50.000 obreras, "con una reina a la que todas obedecen, y unas docenas de machos zánganos cuya función se limita a fecundar a la reina, una vez en su vida y con suerte. Pero hasta ellos trabajan en casos excepcionales como la subida de temperatura en la colmena o similar". Por lo que respecta al fruto del trabajo de estos laboriosos animales (la miel), Ibarrola lo tilda como "el alimento por excelencia, que no caduca jamás".