Vitoria - Los científicos lo llevan avisando desde hace tiempo y los enólogos están inquietos. Muchos de ellos ya aplican medidas en el campo y en las bodegas para reducir la huella de carbono. Y es que el calentamiento global y el cambio climático, que son ya evidentes, terminarán afectando "a la calidad de los vinos de la variedad de uva tempranillo -mayoritaria en los viñedos de Rioja Alavesa-, provocando que tenga un color menos intenso y que aumente su acidez". Así lo augura una investigación llevada a cabo por el Instituto Vasco de Investigación y Desarrollo Agrario, Neiker-Tecnalia.
En Europa se investiga desde hace tiempo. De hecho, desde el Instituto de la Viña y el Vino de Alemania ya se advertía que "hay una gran incertidumbre sobre qué cabe esperar para el próximo siglo. Y, a diferencia de lo que se ha investigado sobre ecosistemas naturales terrestres y algunos cultivos agrícolas, los posibles efectos del cambio climático en las vides se han ignorado mucho".
Por esa razón, en Euskadi y Navarra, con el apoyo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) se han puesto las pilas y se ha realizado un exhaustivo estudio en el que han participado Neiker, la Universidad de Navarra y la Estación Experimental de Aula Dei (EEAD) del citado Consejo. Sus conclusiones se han llevado al congreso de la European Geosciences Union (EGU), que se celebra en Viena (Austria). El equipo que ha realizado el trabajo ha investigado el comportamiento de las vides en condiciones de cambio climático, es decir, con una mayor temperatura, mayor presencia de dióxido de carbono y mayor sequedad ambiental. El resultado ha sido un mosto con menor contenido de antocianos -las sustancias colorantes (polifenoles) que se encuentran en la piel de las uvas tintas, responsables del color de los vinos tintos-, lo que da lugar a caldos con menor color y, por tanto, menor calidad.
La investigación ha estado coordinada por el ingeniero agrónomo Urtzi Leibar y se ha llevado a cabo en invernadero con vides de la especie vitis vinifera tempranillo, en las que se han estudiado los efectos del cambio climático, el estrés hídrico de la planta y la textura del suelo.
Para dar una idea de la envergadura del problema, en la subzona alavesa de la Denominación de Origen Calificada (DOC) Rioja hay 11.937 hectáreas de la variedad tempranillo tinta, sobre una superficie total destinada a uvas de ese color de 12.393,70 hectáreas, lo que supone el 96,32% de la tierra destinada a producir uvas con destino a la elaboración de vino Rioja en Álava
Para analizar el efecto del cambio climático en la uva tempranillo se colocaron vides en condiciones de mayor presencia de CO2, mayor temperatura y menor humedad relativa y otras vides en las condiciones climáticas actuales. Además de los cambios de dióxido de carbono y temperatura, se trabajó con la hipótesis de que el cambio climático provoque una bajada de las lluvias y un reparto de éstas en episodios más extremos. De esta forma, los investigadores llevaron a cabo dos tratamientos diferentes a las vides, uno de ellos con plantas debidamente hidratadas y el otro con plantas sometidas a déficit hídrico, a las que se regó con un 40% menos de agua de lo habitual. Llegado el momento de valorar el trabajo, se vio que entre los resultados más relevantes en cuanto a parámetros productivos y cualitativos, destacaba que el cambio climático adelantó la vendimia en nueve días. Ese adelanto redujo la concentración de antocianos, lo que dio lugar a vinos tintos con menos color y también provocó un aumento del pH del mosto. Además, el déficit de agua disminuyó el crecimiento de la viña y retrasó la maduración de las uvas, lo que hizo que, en el caso de estas vides, la vendimia se llevara a cabo diez días más tarde y que también aumentara la acidez del mosto y la disminución de polifenoles.
En Euskadi existe inquietud por este asunto y buena prueba de ello es el proyecto K-egokitzen Cambio climático: impactos y adaptación, de 3 años de duración en su primera fase. Está coordinado por la Unidad de Medio Ambiente de Tecnalia y en el que participan otros dos centros de la Corporación Tecnalia (Neiker y Azti) y 12 equipos de investigación de la Universidad del País Vasco (UPV-EHU).
A esto se añade que ya hay varias bodegas en Rioja Alavesa que están desarrollando programas de reducción de la huella de carbono para trabajar con criterios de sostenibilidad. Para ello han adoptado medidas como el uso de energías renovables, la reutilización de restos de poda y forestales para alimentar la caldera de biomasa, la reducción del peso de las botellas, la utilización de vehículos híbridos o eléctricos y la decisión de no utilizar ni herbicidas ni pesticidas.
En esa tarea de innovación, la bodega Torre de Oña (Páganos) se convirtió en la primera de la Denominación de Origen en sustituir los combustibles fósiles, como el gasóleo, por la biomasa, fuente de energía renovable, ecológica, económica y generadora de empleo en la región que se usa. El uso del pellet, un biocombustible natural y limpio, está evitando la emisión de más de 153 toneladas anuales de CO2.