Hubo una vez en la que los inviernos fueron prolongados y persistentes. De noviembre a marzo, Vitoria tiritaba, se protegía de la lluvia y pisaba nieve. Meses fríos y oscuros, durante los que se preparaba la eclosión de la primavera, tan diferentes a los de ahora. La estación más gélida del año se ha acortado con el discurrir del tiempo y se ha vuelto inconstante, capaz de introducir a la ciudad en un pozo tormentoso durante una semana y de sacarla a un sol pegajoso a la siguiente. "Ese xirimiri continuo de antes ya no lo tenemos", apostilla José Javier Albareda, desde la meca paragüera de Gasteiz, en la plaza de La Provincia. Lo dice con cierta preocupación, porque su tienda pertenece a ese tipo de negocio directamente condicionado por la climatología. Un factor que, si enloquece, como está sucediendo este año, puede dificultar el trabajo de quienes venden artículos de temporada. Sobre todo si son complementos, mercancía especialmente afectada por la crisis al no estar considerada de primera necesidad y no ser de uso diario.

"De qué forma viene el agua nos condiciona un montón. Si llueve mucho, malo, porque la gente se queda en casa. Y si no llueve, nadie se acuerda de la estación en la que estamos", explica el hijo de Ramón Albareda, fundador de la tienda referente en fabricación y venta de paraguas de Vitoria. Desde 1950, año en que abrió el negocio, la primera y segunda generación han visto cómo los inviernos se iban debilitando y desvariando. "Antes duraban ocho meses", rememora José Javier, "y todos con más frío, más agua y más nieve que ahora, y más constantes". Esa línea gris y continuista ayudaba a su comercio. La de ahora, no tanto. "Lo mejor para las ventas es una lluvia suave y más o menos continua, que no es la que estamos teniendo", matiza. No obstante, este trabajador incansable tampoco se queja de los resultados de la actual temporada. Tras las penosas campañas de 2011 y 2012, "el año pasado y éste se ha notado una cierta mejoría" en la caja registradora "gracias a lo que llovió entre enero y marzo y con la llegada de la Navidad". La resignación es ya un síntoma de optimismo.

Albareda comercializa una selección de diseños propios, así como todas las mejores firmas a nivel nacional e internacional. Y de entre todos, los paraguas más demandados ahora son "el de cúpula transparente, el de golf, que es más grande, el minipleglable y el reforzado". José Javier advierte, no obstante, de "que no existen paraguas a prueba de bombas", por lo que en estos pasados días de fuerte viento no dudó en recomendar a sus clientes gorros de agua. "Son bastante más prácticos en estos casos y cada vez se utilizan más", señala. Los demás modelos no tienen la misma salida, aunque cada vez se vean más por la calle. Los vitorianos siguen resistiéndose a destacar de cuello para arriba. Bien lo sabe Alocen, la única sombrerería de todo Euskadi. Ubicado en un entorno empresarial marcado por la homogeneidad de las franquicias, la calle General Álava, este mítico comercio sigue sobreviviendo. Y ya son cien los inviernos que lleva en pie. "La gente no nos considera un producto de primera necesidad y sólo si hace mucho frío o si llueve se acuerda de protegerse la cabeza", señala Juan Carlos, la tercera generación ya.

El hecho de que el mercurio suba y baje constantemente no ayuda a su negocio, porque "la gente tira mucho más con lo que tiene". Además, a diferencia de otros artículos de temporada, el sombrero "no está tan sometido a las modas". Y a esos factores hay que sumar, sin lugar a dudas, la crisis. "Hay quien te pregunta cuánto cuesta tal gorro, le dices que 22 euros, que no es un precio para nada desorbitado, y te dicen que aguantarán un poco más con el que tienen", explica el sombrerero. Para colmo, Juan Carlos ha visto descender sus ventas incluso en Navidad. Según cuenta, "el Olentzero, el amigo invisible y los Reyes Magos se han reducido sólo a los Reyes", así que esa oportunidad anual que tenía de dar aire a la caja registradora se ha desinflado.

Lejos quedó la época dorada de la sombrerería, entre los años veinte y cuarenta del siglo pasado, cuando "el 99% de los ciudadanos se protegía la cabeza con algo". Ahora, mantenerla en pie es casi un milagro, pero Juan Carlos no piensa rendirse. "Vas tirando porque lo has vivido de toda la vida. Primero vi a mi abuelo hacerlos. Luego a mi padre... Yo entré con 24 años. Es lo que me gusta. Y sería una pena que se perdiera un negocio como éste, con tanta tradición", explica. Por eso, este comerciante siempre recurre a la pedagogía con cada cliente que cruza el umbral de su tienda. "Los médicos dicen que el 98% de las calorías se nos van por la cabeza", subraya, con tanta convicción que acaba convenciendo a más de uno. Las boinas y las gorras con visera son desde hace años sus artículos más vendidos, pero poco a poco la gente "de 45 años para arriba va comprando sombreros". Eso sí, cuando llega el verano hay poco que hacer. "Como mucho vienen a pedirte un panamá y lo quieren para lucirlo de vacaciones, porque aquí aún pesa mucho el qué dirán", desvela.

El calzado es un producto mucho más agradecido de vender en cualquier época del año. "Y esta temporada la climatología está siendo buena para las ventas, pero aun así...". Los puntos suspensivos de José Luis Marijuan, propietario de la zapatería con el mismo apellido, no pueden ser más expresivos. En treinta años, tantos como lleva al frente del comercio, jamás había encarado una situación económica como la actual, capaz de hacer que los vitorianos aguanten con sus viejos zapatos hasta que se les agujerean las suelas. "Hay quienes todavía se dan algún capricho, pero es más la gente que los trae reventados", afirma. Por eso mismo, el precio es ya el principal factor en la compra. "Se mira tanto que incluso algunos clientes nos llegan a preguntar si los tenemos todavía más baratos", apostilla el pequeño empresario, mientras observa el devenir adormilado de la calle Diputación a través del cristal.

"La gente está desorientada, triste y tiene miedo", lamenta. Tampoco su negocio termina de tomar aire, aunque la campaña de chollos haya ido "ligeramente mejor" que el año pasado. "Al final el margen de beneficios es mínimo, porque tiras más los precios y tampoco traes tanto producto. Además, desde el punto de vista comercial nos hemos cargado las rebajas, porque no se puede estar con descuentos desde octubre, por mucho que necesitemos liquidez", opina José Luis. Tampoco está ayudando a su gremio la proliferación del llamado calzado chino. "Es algo en lo que nunca me he querido meter", subraya este trabajador, "pero es verdad que hace daño". Y no sólo a zapaterías como la suya. Quienes se decantan por esta opción lo hacen por ahorrar, aunque a medio plazo se suelen percatar del error. "Son artículos que no suelen durar bien ni un año y, además, resultan perjudiciales para el cuerpo", alerta el vendedor. Él sólo despacha piel.

La calidad también ha sido siempre la obsesión de José González desde la apertura en 1980 de Ríos Moda, un local de la calle Reyes de Navarra con una cuidada selección en marcas tanto nacionales como europeas a precios competitivos. Por suerte, la temporada ha ido "igual o ligeramente mejor" que la anterior, con bastante demanda de prendas cálidas. A diferencia de los complementos, su género es considerado de primera necesidad y está bastante más sometido a los cambios de moda. No obstante, el también portavoz de los comerciantes de Zaramaga quiere pensar que el consumo se está estabilizando. "Tras unos años de miedo y mucha incertidumbre, la gente ha empezado a convivir con la crisis, a asumirla y a enfocar mejor sus gastos. Y ha llegado ese momento en el que se ha decidido a renovar el armario", considera. Eso sí, como en las próximas semanas se mantenga el sol, será difícil que dé salida a los artículos de abrigo que aún cuelgan de algunas perchas. "Para estas fechas, tiene que estar el grueso ya vendido", dice. Él lo ha logrado.