La expectación ayer era máxima. Los niños y niñas brincaban de pura ilusión cuando empezaron a ver los primeros globos del grupo de teatro Cal y Canto llegar desde el fondo de la calle Dato, donde los Reyes Magos llegaron a las 11.00 en punto, puntuales, a su cita con la infancia gasteiztarra. A bordo de coches de época, y escoltados por una fanfarre, por sus pajes y por los carteros reales, sus majestades recorrieron la arteria vitoriana por excelencia para dirigirse a los niños en la Plaza Nueva, desde el balcón del Ayuntamiento, y atender después a sus peticiones en el palacio de Villa Suso.

Aunque el acto fue multitudinario, debido en buena medida a que este año la víspera de Reyes ha caído en domingo, lo mejor estaba aún por llegar. A las 19.00 horas partió de la plaza de Bilbao la comitiva que, ya con toda la pompa y boato propios de un desfile real, recorrió las calles del centro de la capital alavesa repartiendo alegría e ilusión entre los más pequeños. Niños como Claudia, Lucía, Laura, Aitana, Iker, Uxue, Ekaitz, Naroa, Noa y Aimar, que acudieron en cuadrilla para comprobar que sus regalos recorrían la calle Francia con destino a sus respectivos hogares.

Aunque Naroa e Iker todavía son demasiado pequeños como para saber de qué va todo este lío, sus hermanos y amigos sí se empaparon de la alegría propia de este día. "Me encantan los Reyes Magos porque me traen regalos, y sobre todo Gaspar, y a mi hermano Aimar el que más le gusta es Baltasar", afirmaba Noa, ya con prisa por terminar con sus declaraciones a la prensa, pues del cielo había empezado a llover azúcar. "Qué guay, tiran caramelos", gritaba. Lo importante era el espectáculo del que estaban todos disfrutando, y por ello la pequeña gasteiztarra se conformaba con unos pocos detalles. "Me van a traer menos regalos porque el Olentzero se ha portado muy bien y ahora va a ser una sorpresa y ya está", afirmaba.

Ekaitz y Uxue tampoco suelen pedir nada concreto a los Reyes Magos. En su casa, como en la de sus primos, juegan con el factor sorpresa. Ninguno de los dos hermanos sabía cuál de los centenares de regalos que sus majestades transportaban por las calles de Vitoria llegaría a su casa y, sobre todo, no sabían qué era exactamente lo que caería en sus manos y que a estas horas ya disfrutan. Ekaitz deposita toda su confianza en Melchor, que hasta la fecha nunca le ha fallado, y Uxue fía su pedido a Gaspar, monarca del que es fan probablemente por influencia de su tía Edurne. "Los Reyes son guapos y buenos porque traen regalos y caramelos", explicaba Uxue tras asegurar que este año se ha portado bien y es merecedora de una recompensa. "Son magos porque hacen magia y quieren mucho a los niños", rubricaba Ekaitz.

Aitana ya había visto a los Reyes, por primera vez de forma consciente, por la mañana, en la calle Dato. "Baltasar va a venir a casa", acertaba a decir apenas, abrumada por el gentío, los globos, los coches y, sobre todo, por los Reyes. Con el gesto serio y sin abrir la boca, sus ojos absorbían todo lo que pasaba hasta que la última moto de la Policía Local cerró el desfile. "Vamos a casa", zanjó, ansiosa por esperar a Baltasar, de quien llevaba una semana hablando sin parar.

El rey favorito de Naroa también es el tercero. Aunque es muy pequeña para hablar, su aita, Javi, ejercía ayer de portavoz de la pequeña. "A Naroa le gusta Baltasar porque le recuerda a su tío Yves, y pide pocas cosas porque quiere que todos los niños tengan regalos y sabe que si a ella le traen muchos otros se quedan sin nada", explicó.

Si por la mañana el contacto de los niños con los Reyes, pese a lo concurrido de la calle Dato, era más directo, por la tarde se hacía imposible verles de cerca. Con 400 participantes, media docena de carrozas y artefactos voladores por todas pares, bastante esfuerzo suponía coger sitio en las calles del centro, abarrotadas de padres y madres, de niños y niñas, y de carritos estratégicamente posicionados para tener la mejor visión de la cabalgata. Con tanta gente, Aimar no pudo cumplir su sueño. "Quiero abrazarlos, pero que no me pinchen con la barba", explicaba el pequeño en una fría tarde de enero en la que todos los niños de Vitoria vivieron la ilusión de ver premiado su paso por el 2013. Porque todos, en mayor o menor medida, a pesar de los burros, las trastadas y las peleas, han sido buenos.