ENTRE África y Vitoria la distancia es mucho menor de lo que se mide en kilómetros. Los nuevos gasteiztarras no sólo nacen en el hospital de Txagorritxu con nombres como Enaitz o Garbiñe. Muchos llegan por su propio pie, rompiendo los lazos con su tierra en lugar del cordón umbilical. Ríen y lloran, como los recién nacidos, pero no por los mismos motivos.
Según el último estudio de población del Ayuntamiento de Vitoria, fechado en febrero de este año, la capital alavesa cuenta actualmente con 23.227 ciudadanos procedentes de otros países. Cerca de doscientos proceden de Guinea, y aproximadamente la mitad forman parte hoy en día de la asociación Haaly Poular. Estar lejos de su país les ha llevado a estrechar lazos en la ciudad que les ha unido, a unos por deseo y a otros por obligación, pero quieren ser algo más que un colectivo.
Quieren conocer y ser conocidos en Vitoria, interesarse por sus vecinos y que estos se interesen por ellos. Desean, en definitiva, ser unos vitorianos más, algo que a tenor de sus palabras es más difícil en la práctica que sobre el papel. "En Vitoria la gente es un poco fría y a veces vives situaciones que no te gustan , pero yo llevo diez años aquí y estoy a gusto", explica Mamadou Sauf Jallow, que pisó la capital alavesa por primera vez siendo apenas un adolescente.
Tras abandonar Guinea acabó en la localidad barcelonesa de Calella, donde un verano se hizo amigo de un chico senegalés que regentaba un locutorio en Vitoria. "Cuando el verano acabó me dijo que por qué no le acompañaba aquí. Me animé y aquí sigo diez años después", subraya Mamadou, que hace un par de años se lanzó a la búsqueda de un ideal que, pese a estar al alcance de muchos, no siempre encuentra a personas dispuestas a aportar su granito de arena en favor de aquellos a las que la suerte les ha sido esquiva. Con trabajo y asentado en Gasteiz desde hace una década, este joven se puso manos a la obra para crear una delegación de la asociación que entrelaza en todo el Estado a los inmigrantes guineanos.
Dos años después, él y su amigo Idrissa Bah han conseguido que casi cien de sus compatriotas de Vitoria formen parte de este colectivo. Sin embargo su deseo no es cerrarse. Es abrirse. Por eso, el próximo viernes día 20 a las 21.00 horas han organizado una gran fiesta en el Gaztetxe para que todo aquel que lo desee se acerque a conocer su cultura. Las visitas no serán en vano. El dinero tanto de las entradas -tres euros- como parte de las consumiciones en el interior irá a parar directamente al cuidado de los niños y niñas de su país.
on jaarama vitoria Porque nadie como estos cuatro guineanos conoce tan de cerca la realidad del que, por otra parte, no es siquiera uno de los países más desfavorecidos del continente negro. Pero incluso allí necesitan la ayuda de los países ricos. Y eso incluye a España, por mucha crisis que sufra. "No sirve de nada que en nuestros pueblos haya un hospital, aunque sea pequeño, si luego no cuentan con material para hacer su trabajo. Aquí en Vitoria los hospitales tienen de todo, pero allí no. En Guinea si uno va con dolor de cabeza y otro con la espalda mal, a los dos les dan el mismo medicamento, porque no hay otros", lamenta Amadou Diallo, un auténtico -y sonriente- trotamundos que resume de forma tristemente explícita cuando se le pregunta porqué le gusta vivir en Vitoria, donde lleva tres años.
"En todas las ciudades que he estado he ido con todos los papeles en regla. Aquí, en tres años nunca me la han pedido por la calle. En Barcelona, donde estuve viviendo antes de venir, cada dos o tres horas me pedían la documentación, o directamente me desnudaban en la calle para cachearme. Y sólo por ser negro", incide con sinceridad -y con razón- este nuevo gasteiztarra, que insiste en su felicidad por vivir en esta ciudad. Tanto que describe sin dar demasiada importancia actuaciones vergonzosas sufridas en Vitoria en primera persona.
"Cuando sales por la noche es donde sufres más la desconfianza de la gente. Hay una discoteca de Vitoria a la que he intentado entrar cuatro cinco veces y ha sido imposible. 'Sólo puedes entrar si estás invitado', me dicen. La última vez fui con amigos de aquí, vitorianos. Ellos entraron sin problemas y yo me quedé en la cola porque insistían en que no tenía invitación. Pero ninguno de mis amigos, que ya estaban dentro, la tenían", rememora mientras Mamadou asiente con la cabeza. "Son cosas que te dejan un poco triste. ¿Por qué tengo que sufrir esto?", cuestiona en busca de una respuesta imposible de encontrar.
Dejando a un lado los contratiempos a los que se enfrenta por su color de piel cuando sólo quiere divertirse como uno más, Amadou ironiza cuando le preguntan si también le resulta complicado hallar trabajo por su color de piel. "Bueno, lo mismo que a los vitorianos, porque ahora nadie lo tiene fácil", responde dejando en evidencia la poco atinada pregunta de su interlocutor.
vitoria on salminaama Mientras tanto, su amigo Thierno Algassimou Diallo le mira con los ojos bien abiertos, pero no es tan descriptivo como Amadou. Más diplomático, quizás más cohibido, se limita a decir que en Gasteiz "hay de todo, personas buenas y otras malas, como en todo el mundo". En lo que los cuatro coinciden es en la valentía que se necesita para abandonar tu país en pos de la incertidumbre, siempre por motivos y objetivos tan diferentes como inciertos. Algo que Idrissa explica a la perfección. "Con Europa y África sucede algo curioso. En África la televisión y los medios nunca nos enseñan lo malo de Europa, pero en Europa sólo os enseñan lo malo de África", resalta.
"Si en su momento yo hubiera visto por televisión a personas en España buscando en la basura a lo mejor me hubiera quedado en mi país, pero todo te lo muestran muy bonito y, además, llegó un momento en el que en mi pueblo todo el mundo se iba, era como una moda. Al final te lanzas y piensas: ¿Por qué yo no?", reflexiona Idrissa, padre de tres niñas. Su discurso es sabio y reflexivo, probablemente fruto de la experiencia que le ha aportado recorrerse en busca de trabajo lugares tan distantes como Alemania, Francia, Portugal, Cataluña o Zaragoza, desde donde llegó a Vitoria en carretera en julio de 2011.
Presidente de la asociación en Álava, Idrissa ha tenido que lidiar directamente con el gobierno guineano junto a otros miembros de Haali Pular. "Guinea es un país con recursos naturales muy ricos, pero muy mal gestionado por sus gobernantes. Una vez llevamos dos contenedores enteros de material hospitalario y en la aduana nos hicieron pagar por meterlos en el país, cuando era material humanitario", informa justo antes de que Amadou le interrumpa para contar la llamada telefónica que había recibido de su país justo el día anterior. "Una amiga me llamó para ayer mismo para decirme que su hermana acababa de morir en pleno parto. Ése es uno de los grandes problemas en mi país, donde mueren muchos niños y muchas madres en el momento de dar a luz. Por eso es tan importante que, antes que nada, tengamos unos hospitales fuertes. Yo aprendí a leer y escribir por mi cuenta, y lo pudo hacer por un motivo, porque seguía vivo", concluye Amadou.
Y así, felices de pasar sus días en Vitoria aunque deseosos de poder volver a casa junto a sus familias cuando las cosas mejoren, Mamadou, Idrissa, Amadou y Thierno se han convertido ya en auténticos VTV (vitorianos de toda la vida), entrelazando sus raíces africanas con sus nuevos lazos patateros. Con ellos, la capital alavesa gana.