vitoria. Visto su currículo, debe ser usted el vasco que más sabe sobre el fenómeno social de las drogas.
Por lo menos se puede decir que uno de los que más tiempo ha dedicado a la investigación. Empecé a principios de los ochenta en el movimiento social y estos últimos doce años he estado inmerso en la investigación dentro de la UPV. Pero el que más sabe... Eso sería mucho decir.
Mucho tiempo durante el cual el fenómeno de las drogas habrá cambiado considerablemente.
Sí, precisamente una de las características de este fenómeno social es que es cambiante. Aunque todavía para muchas personas hablar de la droga en minúscula corresponde a la imagen social que tenemos de la heroína en los ochenta en Euskadi, no cabe duda de que los consumos, realidades y percepciones políticas han cambiado mucho en estos más de treinta años.
Vivimos un presente en el que el tabaco está restringido, el alcohol se impulsa como evento gastronómico, el cannabis se tolera... Lo mismo nos movemos hacia la penalización, que la permisividad o la potenciación.
No cabe duda de que en estos años han evolucionado los hábitos y las legislaciones. En el caso del tabaco, si vemos la legislación de los ochenta con la de la actualidad no tiene nada que ver. Ahora hay una restricción fuerte procedente del convenio marco de control de tabaquismo que propuso la OMS. No obstante, aún quedan cuestiones pendientes. El 90% de un cigarrillo es tabaco y el 10% lo componen sustancias que no están controladas ni se caracterizan por mejorar la salud de las personas, pero se permite a las multinacionales echarlas.
¿No es hipócrita poner trabas al consumo de tabaco pero dar carta blanca a las multinacionales?
Ahí estamos. El prohibicionismo en materia de drogas tiene un siglo, pero después de la convención de sustancias estupefacientes de 1961 fue cuando se metieron en una lista unas sustancias que no tienen en común más que están ahí dentro. Algunas crean dependencia, como la heroína, y otras no y no son drogas, como la hoja de coca. Eso ha supuesto que se piense que todo lo que está en esas listas son sustancias muy malas para la salud y todo lo que queda fuera, como alcohol y tabaco, son buenas para la salud, cuando lo que importa es el uso que se haga de ellas.
De ahí la tradicional disputa entre drogas legales e ilegales.
Exactamente. Hay diferentes estudios que demuestran que si se analizan los daños a la salud y en el ámbito social, el tabaco y el alcohol son más dañinos que el cannabis.
Pero el alcohol está tan ligado a nuestra cultura que...
Claro. El alcohol es una sustancia con mucha tradición aquí. Tenemos nuestro txakoli, la sidra, el vino de Rioja Alavesa... Y hay una potenciación económica y gastronómica muy importante. Sin embargo, un sector de la población tiene problemas con el alcohol y algunas personas, en concreto, muy graves por unos usos abusivos que llevan luego a unos comportamientos que no se deberían de dar. Por ejemplo, accidentes de tráfico, accidentes laborales, malos tratos en el ámbito familiar... ¿Eso quiere decir que el alcohol es malo? No. Como todas las sustancias. Depende del uso que se haga de él. Y quizá en vez de hacer una política prohibicionista de decir a todo que no, habría que educar en la responsabilidad con, por ejemplo, programas de reducción de daños.
Entonces, ¿las drogas, en sí mismas, no son malas?
En principio, nada es bueno o malo. Depende del uso que se quiera hacer. Vivimos en un mundo en que las drogas están ahí y tenemos que aprender a vivir con esas sustancias, disfrutando de la parte positiva -que también la tienen- y minimizando los daños, cosa que es posible. Además, si por algo se caracteriza la humanidad es porque se han regulado las diferentes sustancias de maneras muy diferentes. El café, el alcohol, el cannabis, los fármacos... Tenemos distintas maneras de regular. Y hacia ahí hay que avanzar.
Porque las drogas siempre van a estar presentes en nuestra realidad, visto lo visto, ¿no?
Sí, así es. En 1998, la ONU planteó que en diez años iba a haber un mundo prácticamente sin drogas, pero esa realidad no se cumplió porque es imposible que se cumpla.
¿Y esto es así porque las drogas causan placer?
No cabe duda de que las drogas también causan placer y por eso muchas veces las consumimos. Y, además, son útiles para muchas cosas. Yo, por la mañana, suelo tomar un café porque me ayuda a despertarme. Sin embargo, y aunque me encanta, por la noche no lo tomo porque no podría dormir. El problema no es el café, sino el uso que haga yo de él. Y con los fármacos ocurre lo mismo. Todos tenemos nuestra pequeña farmacia en casa y recurrimos a ellos cuando tenemos algún dolor. La mayoría de las personas sabemos hacer uso responsable de café, alcohol, cannabis... Y porque haya un sector, pequeño o no, que tenga problemas no es necesario extender la prohibición al resto de la población.
¿Cómo es la legislación vasca en materia de drogas?
La legislación de la CAV viene de 1988 y desde entonces ha tenido varias reformas. La última, de 2011, relacionada con el tabaco. Es una legislación básicamente administrativa que regula en materias como prevención, asistencia, reinserción... Pero hay contradicciones fuertes. Por ejemplo, está limitada la publicidad de alcohol y, sin embargo, puedes ver en partidos de pelota o series de televisión publicidad directa o indirecta de esta sustancia.
Asociaciones como Ai Laket!! trabajan por la disolución del marco prohibitivo y a favor de políticas para la reducción de daños. Por ejemplo, a través del análisis de sustancias ilegales. ¿Es el espejo en que deberían de mirarse ya las instituciones?
La labor que está haciendo Ai Laket!! es muy importante, en cuanto a sensibilización, prevención, minimización de riesgos... Enfocando el fenómeno de las drogas desde una perspectiva realista y de respeto a los derechos humanos. No cabe duda, no obstante, que hay un contexto prohibicionista que condiciona muchas labores a nivel asistencial, de prevención, investigación... Además, aparte de lo que se mueve alrededor de las drogas, hay una característica muy importante, que ya evidenció un sociólogo estadounidense de prestigio, Levine. El prohibicionismo moderno se creó en Estados Unidos y esa política muy puritana de algunos sectores fue abarcando a todo el planeta conforme este país se fue convirtiendo en potencia mundial, dando lugar a un globalismo localizado. Algo deben de tener las drogas cuando países democráticos, dictatoriales, de izquierdas y de derechas comparten una política prohibicionista. Da una posibilidad de control social sobre mucha gente, sobre todo personas vulnerables, y esta cuestión no es nada despreciable.
Más fácil es controlar que educar.
Pero la filosofía de reducir daños está metida en nuestros hábitos. Por ejemplo, hoy en día nos ponemos el cinturón de seguridad y nos parece algo lógico. Lo mismo sirve para el ámbito de las drogas.
Como decía usted al principio, este fenómeno es muy cambiante, así que tal vez empecemos a ver avances.
Sí. Este mismo martes se aprobó en Uruguay una legislación para regular el cannabis de manera diferente a la de los convenios internacionales. Es decir, se están dando pasos aquí, además de en Washington y Colorado, donde la parte represiva no es la principal sino accesoria de la parte preventiva, de reducción de daños y de respeto a los derechos de las personas consumidoras. Por contra, parece que la futura ley de seguridad ciudadana no augura cuestiones excesivamente positivas en estos ámbitos que mencionaba.
En Euskadi, de hecho, existen clubes de cannabis.
En Euskadi en los últimos años se han dado cuestiones muy importantes. En noviembre de 2011 se hizo un foro organizado por el Ararteko para debatir sobre el cannabis, y dos meses más tarde aquel Gobierno Vasco anunció que iba a regular el cannabis de los clubes. Todos los grupos de la Cámara manifestaron su intención de constituir una ponencia sobre la regulación de dichos clubes. Se puso en marcha en 2012, con las elecciones anticipadas se suspendió la ponencia pero ahora sigue adelante. Es decir, hay un debate, una sensibilidad social y se están dando pasos para ver cómo regular esta realidad.