El año pasado ayudaron con la entrega de los lotes de alimentos que gestionan, desde su sede en una lonja de la calle Araba de Amurrio, a un total de 259 personas. Este año van camino de superar la cifra. De hecho, si hace tres años la media de familias necesitadas a las que ofrecían amparo y abrigo no llegaba al medio centenar, este año el ratio llega a 90, "y tenemos a otras diez en lista de espera desde el último reparto", explica a este diario Toñi Bordagarai, portavoz de la asociación Laguntza. Se trata de un colectivo integrado por 18 personas, en su mayoría mujeres, que llevan casi una década al frente de un ropero solidario. Las ganancias se invierten en la compra de alimentos básicos que, esta misma semana, distribuirán entre los más necesitados. Las prendas y el calzado les llegan gracias a las donaciones altruistas que realizan vecinos, y "funciona realmente bien". Luego se selecciona, se lava, se arregla si es necesario, se plancha y se organiza.

Los martes, de 10.30 a 13.00 horas y de 17.00 a 20.00 horas, se abre el local para que la gente interesada acuda a comprar la ropa a precios simbólicos. Una labor a priori sencilla pero que requiere de mucho esfuerzo personal e implicación.

"No somos una asociación muy grande, pero somos organizados. Los miércoles de 18.00 a 20.00 horas es el día de recogida de bolsas de ropa. Los jueves hay cuatro o cinco personas para revisar y hacer la selección y los siguientes días hay que lavar, planchar y ordenar, además de recoger y limpiar el local el fin de semana para que todo esté listo el martes. La verdad es que estamos muy ocupados pero lo hacemos con mucha satisfacción", apuntan.

A las secciones de ropa y calzado se les ha sumado, recientemente, otra de cunas, moisés, coches y sillas de bebé. "Es una necesidad que hemos detectado, así que si hay personas interesadas en donar estos objetos, serán bienvenidos", informan desde Laguntza, que también ponen en contacto a personas que se quieren deshacer de muebles con otras que los demandan. "Que nadie los tire, por favor, hay gente que puede aprovecharlos", remachan.

Además, los días 7 y 8 de diciembre, de 10.00 a 20.00 horas de forma ininterrumpida, van a llevar a cabo en su lonja un mercadillo de juguetes, tomando el testigo de la Asociación Laila. "Antes hacíamos paquetes de regalo con los juguetes que nos entregan los vecinos, junto con la ropa, pero hemos pensado que estábamos malcriando a los menores que los recibían, y que la opción de un mercadillo a precios simbólicos es mucho más educativa, ya que el dinero que se recaude, al igual que con el que se obtiene de la venta de ropa, se destinará a la compra de alimentos para personas necesitadas de la localidad", señala Bordagarai.

No en vano, Laguntza se encarga en este municipio de repartir los excedentes alimenticios que llegan desde la Comunidad Europea y los productos básicos, tales como leche, arroz, pasta, harina, azúcar, aceite, tomate frito, atún, Cola Cao y galletas, procedentes del Banco de Alimentos de Álava, con sede en Vitoria-Gasteiz. "Antes los envíos europeos se hacían cuatro veces al año y ahora sólo dos, y con lo que nos dio el Banco de Alimentos de Álava en el último reparto no nos alcanzó más que para entregar a 35 familias dos litros de leche que, gracias al ropero social, incrementamos a seis litros. A ver lo que nos llega esta vez", subrayan a modo de ejemplo de la importante labor que llevan a cabo.

Con todo, desde esta asociación consideran que la creación de un banco de alimentos en la comarca ayalesa, a parte de "requerir muchísimo trabajo, complicaría mucho las cosas. Bizkaia es mucho más grande y sólo tiene uno". Y es que, en el vecino Llodio, esta cuestión no sólo ha llegado a debate plenario a través de una moción nacionalista, sino también al portal en Internet Change.org donde, a petición de una vecina, se están recogiendo firmas para instar a los ayuntamientos del Valle de Ayala a abrir un banco de alimentos que tendría su sede en Llodio, dada la situación de pobreza en la que se encuentran cada vez más vecinos a consecuencia de la alta tasa de paro, o el drama de los desahucios, entre otras.

Por su parte, el Banco de Alimentos de Álava -que este año lleva atendidas a unas 15.000 personas, más de 800 en Llodio, con ayudas que canalizan a través de las áreas municipales de Bienestar Social y de más de 125 asociaciones legalmente constituidas- ya ha expresado su disposición a acudir a este Consistorio para explicar por qué esta iniciativa "no tiene sentido, ya que confundiríamos a las personas. Lo que hay que hacer es canalizar a la gente necesitada a través del Ayuntamiento y nosotros automáticamente daríamos lo que necesiten. Cualquier acción solidaria, bien de recogida de alimentos o de otras iniciativas que en la comarca se puedan plantear a través de los ayuntamientos, nosotros estamos dispuestos a colaborar".

Un ejemplo se encuentra en la asociación Laguntza de Amurrio. "La junta del Banco de Alimentos de Álava ha cambiado recientemente y aún se están organizando. La última propuesta que nos ha llegado es hacer el reparto quincenal, por la existencia de producto perecedero, pero nosotras preferimos seguir con el bimensual porque el transporte es algo que corre por cuenta nuestra y que pagamos con la subvención municipal que no ha crecido desde que empezamos; pero crear otro banco en la zona complicaría un tema que ya es complicado de por sí", apuntan.

Y es que ser beneficiario de uno de estos lotes de alimentos esta mucho más controlado de lo que se pueda pensar, de cara a evitar fraudes. "Muchas personas se echan para atrás a la hora de pedir nuestra ayuda, por todos los datos que se piden. Cada vez son más rigurosos, porque se han dado casos de entregar lotes a dos miembros de una misma familia que estaban inscritos en listas diferentes", explica Bordagarai, que también ve en la solicitud de este tipo de documentos personales para acreditar la necesidad el motivo de que muchos vecinos "de aquí de toda la vida, no acudan a nuestra puerta aunque necesiten ayuda, por vergüenza, y es algo que hay que superar, porque lo del anonimato es algo sagrado".

Laguntza surgió en 2005 desde el grupo HOAC -Hermandad Obrera de Acción Católica- de la parroquia en la época en la que estaba de sacerdote Gotzon. Antes de recalar en Amurrio había pasado mucho tiempo como misionero en Ecuador y empezó a ayudar a los sudamericanos que se empezaban a asentar como inmigrantes en la villa y la labor de apoyo y solidaridad se extendió poco a poco a otras comunidades como la saharaui. "Eran personas que estaban pasando muchas penurias y necesidades, y creímos oportuno crear una asociación para gestionar mejor la ayuda que se les estaba empezando a ofrecer", recuerdan estas mujeres. Con la crisis, la ayuda al colectivo inmigrante se ha tornado en los últimos años en echar una mano a cualquier vecino que lo necesite que, "con el cierre de fábricas, ERE y demás, por desgracia, cada día va a más", sentencian. Su labor solidaria y altruista las hizo merecedoras del Guk de oro en 2010 y, en consecuencia, ser las pregoneras de las fiestas patronales de 2011. Una mención que las dio fuerzas para seguir trabajando por amor al prójimo.