EN Álava hay personas cuyo trabajo anónimo y desinteresado es en muchas ocasiones más importante del que se realiza desde cualquier institución pública. Crispín Martínez de Rituerto es uno de ellos. A sus 96 años, este agricultor de Apellániz recibió el pasado sábado un merecido homenaje en Elorrio como uno de los grandes conservadores e injertadores de Euskadi. El trabajo de Crispín en su pueblo y en otras localidades para conservar distintas variedades frutales, especialmente la manzana-pera, fruto alavés, sale ahora a la luz gracias al proyecto para la recuperación del patrimonio genético frutal en el Parque Natural de Izki.
Durante los últimos años, su director, Aurelio Robles, buscaba agricultores veteranos que conocieran de primera mano todo lo relacionado con los frutales y los árboles de la zona. Una búsqueda en la que encontró a alguien que le aportó mucho más de lo que nunca habría pensado. "Me sorprendió su sabiduría, su lucidez y el hecho de que era una persona entrañable con unos conocimientos increíbles sobre los árboles frutales. Él es uno de los mayores conservadores de variedades como la manzama-pera, que es un fruto que Álava debería poner en valor porque es un producto autóctono", explica Aurelio sobre Crispín, que desde su Apellániz natal ha trasladado su sabiduría a los responsables de este proyecto de conservación.
Su hijo, Andoni, asegura que, pese a contar ya con 96 años, su padre seguía hasta hace bien poco injertando semillas en la zona para preservar el futuro de los frutales de la zona de Izki. Una labor que siempre ha realizado de forma desinteresada.
"A mi padre siempre le han preguntado por qué se levantaba a las cuatro de la mañana para hacer su trabajo y luego dedicaba el día también a colaborar con sus vecinos en los injertos. "Me decía que al final él también salía ganando, que si todos tenían fruta los tordos de dos patas y los de dos alas se distribuían por más sitios y no iban sólo a por sus frutas", recuerda ahora el hijo de Crispín, que ha crecido viendo a su padre ejercer un trabajo desinteresado pero crucial para el desarrollo de las especies autóctonas alavesas.
"En Álava deberíamos cuidar más a personas como él, que es sólo un gran ejemplo como otras personas anónimas que ha hecho muchísimo por este territorio. Si mirásemos más por lo nuestro nos daríamos cuenta de que tenemos productos que pueden generar muchísimos recursos a nuestros agricultores", incide Aurelio Robles. La propia manzana-pera es a día de hoy un producto desconocido para muchos alaveses. "Era algo que en Álava estaba a punto de desaparecer. Mi padre se dedicó a injertarla en todo el pueblo para preservarla. Las propias castañas le han dado mucha vida a este pueblo durante muchísimos años, permitiendo que muchos se sacaran un dinerillo extra vendiéndolas", apunta Andoni. El pasado sábado, Crispín Martínez de Rituerto pudo al fin contar con un reconocimiento a su labor. Álava y sus distintas variedades frutales le deben mucho a hombres como él, incansables en una labor anónima, pero crucial.