Vitoria. Uno de los cambios más controvertidos de la futura ordenanza ciclista incluía la restricción del paso de las bicicletas por las zonas peatonales del centro en horario comercial. Pronto surgieron voces críticas y el PP, al ver que así sería difícil acordar el nuevo reglamento de forma consensuada, decidió sacar esa medida del documento y aplicarla vía decreto de Alcaldía. Su idea era ponerla en marcha a la vez que la normativa, que saldrá a finales de diciembre, pero ahora el primer edil dice que lo hará en enero. Un margen de tiempo que los ciclistas esperan que utilice "para repensarlo y recular". Quienes se mueven por la ciudad a pedaladas sostienen que "no tiene sentido" y que puede afectar más negativamente al uso de la bici "que la obligación de ir por las zonas 30".

"Es un auténtico disparate. Lo que tiene que regir es el sentido común. Si hay mucha gente, que el ciclista se baje de la bici. Y si no la hay, que circule. Así de fácil", sostiene el joven Javier Gómez. De la misma manera opina Iker Sánchez, quien cree que el alcalde "debe olvidarse de esa idea para siempre porque si se rueda con cuidado no tiene por qué pasar absolutamente nada". A juicio de este músico y bicicletero, "de normal quien se queja del ciclista es el típico señor mayor gruñón y, aunque a veces pueda tener razón, no hace falta llegar a estos límites".

Ana Sáenz de Olazagoitia oyó campanas hace tiempo y pensaba que ya tañían. "¿Que no hay todavía restricción horaria? Confieso que pensaba que sí. Por eso andaba siempre con cuatro ojos y, cuando veía un policía, me bajaba de la bici", admite entre risas. Ahora que sabe que todavía queda margen para hacer reflexionar a Maroto, la joven cruza los dedos para que "no la aplique". A su juicio, limitaría tanto la manera de circular que podría poner en peligro el uso de la bicicleta. "Si sólo hay que ver los aparcabicis, que están llenos", apostilla. El veterano Germán Encina también se opone al veto y, como todos los pedaleadores, cree que sería suficiente con que la Policía velara -y multara, si fuera necesario- por el triunfo del sentido común. Otros que se suman al ruego son los comerciantes, convencidos de que esa medida dañará su actividad, ya tocada por la crisis.