Vitoria. En Álava, en realidad, no es que hagan falta más bomberos de los que hay, lo que es necesario es consolidar una plantilla pública plagada de interinos y eventuales, gente que tras tres, cinco u ocho años en el cuerpo sigue sin plaza fija, al albur de lo que pueda pasar. A la Administración municipal le cuesta lo mismo mantenerles en su puesto como funcionarios que como empleados, pero las oposiciones nunca llegan a cubrir el volumen humano real que se despliega cada vez que suena la sirena en el parque de Agirrelanda.
Así lo siente al menos el cabo Eduardo Delgado, que ha decidido alzar la voz ante la próxima OPE anunciada por el Consistorio, que no llega a la veintena de plazas para cubrir 37 vacantes. A su juicio y el de muchos compañeros, ni se ofertan las suficientes plazas, ni los criterios para elegir a los nuevos bomberos son los más apropiados. La consecuencia de ello es que, en una profesión tan vocacional como esta, muchos optan por opositar en varios parques donde, por ejemplo, se valora más la experiencia. Si aprueban, se marchan para beneficiar a otro municipio de los conocimientos adquiridos en Gasteiz. Eduardo conoce casos de bomberos que tienen plaza en Llodio, Vitoria y Donostia, una situación que, al margen de favorecer la fuga de talentos, multiplica el gasto de las administraciones vascas en oposiciones y el tiempo de los aspirantes en estudiar y prepararse.
La experiencia debe pesar más porque "un bombero a partir de los cinco o siete años es cuando empieza a serlo de verdad, cuando se le empieza a sacar partido; hay que estudiar, aprender cosas, tener conocimientos teóricos y prácticos, pero como realmente se aprende es día a día", insiste. Eduardo señala una paradoja al respecto, relacionada con los nuevos criterios que se plantean en la presente oposición. De haberse valorado la experiencia en la anterior OPE como se quiere hacer ahora, los que entonces obtuvieron plaza hoy seguirían siendo interinos, y viceversa.
Por otro lado, un mal común en las oposiciones a Bombero, según Delgado, es utilizar las pruebas físicas como criba, en lugar de adecuarlas a las necesidades del servicio. El Ayuntamiento de turno -también el de Vitoria- establece exámenes sólo aptos para un madelman, y eso trae consigo varios efectos. El primero, que "lo único que se consigue con eso son bomberos lesionados", señala Delgado. Es tal el nivel de exigencia que, cuando aprueban, al nuevo bombero con plaza "que no le duele el codo le duele la rodilla, porque se ha tenido que pegar unas machacadas brutales por algo que no es necesario. Y además eso -añade- no significa que vaya a entrar el mejor, sólo refleja que te has preparado puntualmente y que luego puedes estar hecho una mierda".
La segunda consecuencia de esas purísimas pruebas físicas es que prácticamente descartan la presencia de mujeres en el servicio, y por ello se debate establecer ejercicios menos sobrehumanos para las féminas, o bien reservar cuotas para que las ocupen mujeres. Para Delgado actuar de ese modo es un despropósito, pues las exigencias físicas en un incendio o accidente son iguales para hombres y para mujeres. Sería más sencillo y razonable, apunta el cabo, establecer "pruebas menos exigentes y que sean iguales para todos". Sin embargo, "la sensación es que quieren meter chicas sea como sea, y a mí no me parece mal que entren, pero sí tiene que ser gente válida para el trabajo".