Navaridas. El viejo campo de fútbol de Navaridas, del que no llegó a salir ninguna estrella del balompié, se está empezando a convertir en una interesante experiencia a través de su recuperación medioambiental y su destino como explotación trufera. El proyecto está siendo liderado desde el Ayuntamiento. Tanto el alcalde, Miguel Ángel Fernández, como el responsable de la Agenda Local 21, Aitor Fenar, aseguran que la parcela sobre la que se realizarán los trabajos de saneamiento y rehabilitación fue objeto de una severa deforestación en la década de los 70 para crear un campo de fútbol que fue abandonado a finales de los 80, permaneciendo desde entonces en un estado de abandono y degradación continuo.

Aquello fue algo que no hubiera ocurrido ahora, ya que la zona deforestada afectó a una de las últimas zonas de bosque carrasco de Europa, talándose encinas en una zona de gran sensibilidad medioambiental y nivelándose el terreno. El responsable de la Agenda Local 21 recuerda que en 1987 el campo de fútbol ya no se utilizaba. El abandono permitió a la naturaleza comenzar la recuperación, aunque sólo le llegó a una parte de la finca. Posteriormente, en 2010, Fenar propuso la recuperación medioambiental de la parcela, pero con los criterios sociales y económicos que priman en la iniciativa europea de la Agenda 21. El primer tropiezo era devolver el aspecto natural que tenía antes de la tala de árboles. Para ello se planteó el traslado de tierra desde el polígono Casablanca de Laguardia. Ahora se aprovecharán las obras de mejora de la carretera entre Elciego y Leza para recuperar los planos del carrascal El monte, lugar que ocupaba el antiguo campo de fútbol.

Los promotores de la idea también se pusieron en contacto con la cooperativa La trufa de Álava, para elaborar un plan de plantación de encinas quercus micorrizadas de trufa negra. Con ello se logra introducir un nuevo cultivo allí donde el monocultivo de la vid siembra incertidumbre. "Su producción no será todo lo rápida que hubiera sido deseable, ya que se estima que en el mejor de los casos la primera cosecha de trufas se podrá coger dentro de seis o siete años, pero confiamos en los resultados, ya que la zona reúne los requisitos necesarios para ser una buena productora", declaran.

Así, si no surgen contratiempos, el Ayuntamiento podría ceder la gestión de las trufas a una empresa, con lo que se crearía una nueva fuente de riqueza en la zona, diferente al vino. Según los datos que barajan los promotores de la iniciativa, el coste de todas estas actuaciones asciende a 6.300 euros.