La arruga es Vitoria. Las estadísticas lo confirman. En las dos últimas décadas, niños y adolescentes han perdido un tercio de sus efectivos mientras que la población de más de 65 años se ha duplicado. Los jubilados conforman ahora mismo el 18,6% de la población, y eso que hace dos años parecían ya muchos y representaban el 17%. Tiene su explicación: los que ahora peinan canas eran los jóvenes de los fabriles sesenta, la época en que la capital alavesa vivió su gran explosión demográfica con la llegada de miles de personas de distintas zonas de España en busca de trabajo. De pronto, los 30.000 habitantes pasaron a ser 136.000: un boom en toda regla al que a partir de entonces siguió un moderado crecimiento del 1% anual. Hasta ahora. La tendencia se ha roto, por primera vez, en 2012, con la pérdida de más de mil personas en el Padrón. Un punto de inflexión que puede venir provocado fundamentalmente por el descenso de las altas por inmigración de nacionalidad extranjera.

El caso es que así, más que nunca, priman las personas mayores en Vitoria y, al mismo tiempo, cada vez hay menos nacimientos. Aunque la tasa de natalidad todavía es alta (diez nacimientos por cada mil habitantes), apenas se registra un hijo por mujer. Factores todos que suponen un envejecimiento progresivo de la población. A largo plazo, de seguir este ritmo, el saldo vegetativo tenderá a ser negativo y una de las consecuencias más importantes del cambio en la estructura de edades va a ser el peso cada vez superior de las personas dependientes o inactivas. De cada cien individuos residentes en Gasteiz, 50 ya no se valen por sí mismos. Así que cabe preguntarse si Vitoria va a estar preparada para adaptarse a la nueva situación, a una nueva composición de ciudad, a cubrir esa realidad.

La socióloga María Teresa Bazo, de la UPV, responde a las dudas que suscitan todos estos datos, incluidos dentro del último estudio sobre evolución demográfica de Vitoria. Por un lado, según explica, salta a la vista que la esperanza de vida seguirá aumentando, "llegando al límite biológico de 120 años, ya que cada vez son más las personas que alcanzan los 100". Por otro lado, "a no ser que hubiera un cataclismo social, no se recuperarán los niveles de natalidad de los años sesenta". Y aunque la inmigración haya descendido en el último año, haciendo que por primera vez no haya un crecimiento poblacional, anteriormente este colectivo "no había repercutido de una manera realmente significativa" en el número de nacimientos. "Los extranjeros, conforme se asientan, tienden a imitar los modelos de vida que se llevan aquí", matiza. Así que, al margen de este fenómeno, el futuro de la capital alavesa pasa por un envejecimiento que hay que afrontar "con una renovación de ideas sobre el desarrollo económico". No queda otra alternativa.

Bazo insiste en que, desde un punto de vista demográfico, la tendencia a la arruga "no es un problema", ya que existen personas de sobra entre los 15 y 65 años para sostenerla. El problema está en que no pueda abordar esta creciente realidad, debido a que tanto en Gasteiz como en todo el Estado "no hay empleo suficiente" para este gran colectivo. "Así que hay que poner el acento en este preocupante desajuste, porque demográficamente todavía estamos a tiempo", explica. ¿Y cómo? Con nuevas acciones "que aparquen los intereses partidistas e ideológicos" para centrarse en la creación de actividad económica a través de políticas realmente certeras frente al nuevo escenario.

líneas de actuación Las nuevas tecnologías, por ejemplo, deben ser introducidas con más ahínco para "ayudar a que la gente que llega a mayor sea más productiva". Además, Bazo advierte de la necesidad de impulsar políticas que faciliten la conciliación de la vida laboral y familiar. De ésas de las que lleva tanto tiempo hablándose. "En la actualidad, cada vez se tienen hijos más tarde, pero también menos, porque no se puede, principalmente debido a las dificultades para atenderlos por falta de recursos y por la falta de oportunidades para compatibilizar por parte de las empresas", explica la socióloga, quien también apuesta por una acción educativa que permita crear una mano de obra preparada para las nuevas necesidades, cosa que ahora mismo no se da, para perjuicio de la sociedad en general.

Ahora bien, ¿existe el interés o la altura de miras para iniciar esta renovación de la que habla la socióloga? Bazo reconoce que hasta ahora ha habido "muchos intereses encontrados". "No puede ser, por ejemplo, que hayamos tenido cinco o seis planes educativos desde el inicio de la democracia por cuestiones ideológicas o partidistas. Así no se puede funcionar. O sí, pero con problemas. Problemas que no son de ahora sino que vienen de antes y que seguirán", alerta. Evidentemente, los cambios no pueden producirse de un día para otro, pero bases hay para iniciarlos. Y, si no existen, tendrán que crearse.

"Esto es como formarse desde el punto de vista educativo y profesional, o como crear una familia. Construir cuesta, pero se puede hacer. Y lo que toca es poner los elementos para impulsar las políticas de investigación, educativas, familiares y laborales necesarias para abordar esta realidad", alienta. De lo contrario, "tendremos un problema", y no habrá sido por una cuestión demográfica, sino por no haber reaccionado a tiempo para adecuarse a una estructura poblacional más envejecida.