Vitoria. Un arquitecto y matemático de 72 años de la provincia de Cuenca ha puesto en jaque a los ayuntamientos españoles. Con un contundente ejemplo, ha podido demostrar que los consistorios cobran hasta un 40% más de lo debido de la llamada plusvalía municipal, el impuesto aplicado sobre el incremento de los terrenos de naturaleza urbana cuando se produce la venta de una propiedad o se recibe una herencia o donación. Este hombre hizo sus propios cálculos cuando se negó a aplicar la liquidación que le proponían en su ciudad y, al final, ha logrado que los tribunales le den la razón con una sentencia en firme que podría sentar jurisprudencia si se extienden las demandas. Y parece que así será, porque en Vitoria ya se está formando un grupo de afectados.
Los municipios podrían enfrentarse a devoluciones de en torno a 400 millones de euros al año por las posibles desviaciones practicadas en los últimos cuatro ejercicios, límite máximo para la reclamación. "A mí me exigieron el pago de 24.000 euros, cuando en realidad tendrían que haber sido unos 15.000", explica el vitoriano que ha decidido poner en marcha el movimiento. Por ahora, lo conforman amigos y conocidos, ya que la bomba justo acaba de estallar: este mismo lunes aparecía la noticia del cálculo erróneo de la plusvalía en Expansión. Este impuesto, según la ley de Haciendas Locales de 2004, debe gravar el aumento del valor de una propiedad como máximo en los últimos veinte años. Sin embargo, lo que suelen hacer los ayuntamientos es gravar la subida de precio que tendría en los veinte años siguientes.
El error, según distintas fuentes de Cuenca consultadas, se debe a que la redacción de la ley es un tanto ambigua. No obstante, los tribunales han sabido entender perfectamente el razonamiento de Antonio Escribano, el arquitecto manchego. Éste fue su ejemplo: con un terreno que tiene un valor de 100 euros, el ayuntamiento aplica un impuesto sobre el 60% de su valor si el periodo gravado es de 20 años. La base imponible resulta ser 60 euros y a esa cantidad se le aplica la plusvalía del 30%, por lo que finalmente el consistorio cobra 18 euros. Mal. Así se está valorando el incremento de la tasa entre 2012 y 2032, cuando lo que debe calcularse es el aumento desde 1992. De esta forma, para que en esas dos décadas el precio del suelo haya crecido un 60% hasta los 100 euros, el valor inicial debe ser de 62,5 euros y la base imponible sobre la que aplicar el 30% de plusvalía sería esa diferencia de 37,5 euros. Conclusión, el ciudadano tendría que pagar 11,25 euros y no los 18 establecidos.
Todos a una Escribano presentó la demanda ante el Tribunal Económico Administrativo de la región. No tuvo suerte. Entonces acudió al Juzgado de lo Contencioso Administrativo número 1 de Cuenca. El magistrado no sólo le dio la razón, sino que posteriormente ha desestimado el recurso del Ayuntamiento de Cuenca. Una decisión que promete convertirse en un gran varapalo para las arcas públicas. Especialmente, de producirse tantas reclamaciones como cobros, en Vitoria. "El impuesto de plusvalías de nuestra ciudad es el más alto de todo Euskadi", advierte el gasteiztarra afectado, quien ya se ha puesto a trabajar para tratar de recibir parte de la liquidación que se le cobró. Ayer presentó una instancia privada ante el Ayuntamiento, aunque lo que más le interesa es configurar una gran plataforma para impulsar una demanda colectiva. "No han pasado cuatro años desde la venta, por lo que entiendo que estoy dentro del límite para reclamar. No obstante, imagino que el Ayuntamiento dirá a priori que no...", apunta. De ahí la importancia de la unión.
En breve, tiene previsto contratar un espacio publicitario a través de este periódico para hacer un llamamiento lo más vistoso posible. "Si el Ayuntamiento reconoce que se ha equivocado puede que espere a que los ciudadanos vayan uno por uno a reclamar, sabiendo que hay gente mayor que no sabe o no se entera de estas cosas. Por eso lo ideal es que podamos luchar todos juntos", insiste este gasteiztarra, para quien la noticia recientemente publicada en Expansión fue su particular regalo de Navidad. Aunque el de plusvalías no es un impuesto tan cotidiano como el IBI, por ejemplo, cuando llega hace mucho daño. "Además de las ventas de propiedades, también se incluyen las herencias, las donaciones... Son más cosas y, en plena crisis, todavía hace más daño este cálculo erróneo", apunta. Al menos por una vez, las matemáticas se ha aliado con el ciudadano durante esta dura época de vacas famélicas.