Vitoria. Ya han pasado siete años desde que se inició el proceso para sacar a los vecinos de Errekaleor de sus viviendas y realojarlos en otros barrios de la ciudad. El Ayuntamiento de Vitoria quería borrar del mapa este alfiler de 192 viviendas para integrarlo dentro del sector 14 de Salburua mediante un proyecto de derribo y transformación. A día de hoy, sin embargo, nada se sabe de aquel plan urbanístico. Y las veinte familias que se aferran a Errekaleor, entre casas tapiadas, no dejan de lamentarse por "lo mal que se han hecho las cosas". El último golpe recibido, tal vez el más doloroso, ha sido el cierre precipitado y forzoso de la escuela infantil tras casi cincuenta años en funcionamiento.

Todavía había alumnos. Siete, en concreto. Ninguno de ellos vivía ya en Errekaleor. Pero la vinculación de los padres con su viejo barrio sigue siendo tan fuerte que no habían dudado en matricular a sus hijos en este centro concertado. Era su deseo que estudiaran allí y que les educara Isabel Izquierdo, profesora de la escuela desde hace mucho tiempo, nada menos que 29 años. Ahora, ella está en el paro. Y triste. Según relata, en junio el Gobierno Vasco les transmitió que con toda seguridad no les concedería la subvención de años pasados. En agosto, llegó la comunicación definitiva. El aviso del fin de una era. No sirvieron de nada los argumentos esgrimidos para salvarla. "Entendíamos que la concertación no fuera para cuatro años, ya que podía seguir yéndose gente del barrio, pero pedimos que al menos se dejara terminar el ciclo de Educación Infantil. Defendimos nuestro modelo de escuela unitaria, que teníamos un niño con síndrome de Dowm... Sin éxito", relata la maestra.

Quien ha vivido y trabajado en este pequeño barrio siente el cierre de la escuela como algo más que la supresión de un servicio. "La escuela era el motor del centro social y de todo Errekaleor", sostiene Isabel. Hasta la construcción del colegio de Adurza, el actual centro social fue colegio para alumnos de todas las edades. Luego, se quedaron los más pequeñines. Y el resto del espacio fue reestructurado para acoger la ludoteca y la biblioteca, el club de jubilados y el de costura. Los únicos servicio que se mantienen desde septiembre, aunque también con muchas más dificultades que en años anteriores.

El proyecto de dinamización que se presentó al Ayuntamiento para acceder a las subvenciones destinadas a las asociaciones vecinales recibió "una muy buena calificación". Pero, aun así, según relata Isabel, "nada tiene que ver con lo que se percibía antes". Los trabajadores sociales de Errekaleor aseveran, incluso, que se ha producido el "desmantelamiento" de algunos de los proyectos sociales y comunitarios del barrio. Y eso que la recolocación de los vecinos "está paralizada" y el proyecto urbanístico que se iba a levantar allí, el mismo que forzó a los vecinos a ir marchándose, se encuentra "en punto muerto". A nadie le extraña, sin embargo, esta situación. Al revés. "Por supuesto, todo el mundo siente que es una forma más de presión para acabar con Errekaleor. Y al final el Ayuntamiento va a conseguir que no queden argumentos para defender este barrio, porque da alas a los vitorianos para que digan, pero qué pintan esos ahí. Y llega un momento en el que te planteas si tiene sentido permanecer", confiesa la profesora.

Pero sí, para las familias que se negaron a los realojos la tiene. Errekaleor es, según dicen, otra cosa. Es El mundo mejor, aquel distrito periférico impulsado por el Obispado en los años sesenta que vivía en la calle, que organizaba un sinfín de actividades, que era una gran familia. "Y si se hubiera trabajado de manera conjunta, si se hubiera hecho una buena planificación, al final algo en claro habríamos sacado todos y la sensación hubiera sido distinta", opina Isabel. Por contra, el Ayuntamiento describió una dura foto del barrio que crispó el ambiente, alargó durante demasiado tiempo el rosario de realojos y anunció a bombo y platillo un proyecto del que hace tiempo que ya no se informa.

"Y aun así, los servicios se cierran antes de que se vayan las personas", lamentan los vitorianos que siguen acudiendo cada día al centro social del barrio. Aun con trabas, aunque lento, el corazón de Errekaleor continúa latiendo.