En 1864, los vitorianos vieron el tren. Algunos con entusiasmo, otros con recelo. Se acababa de inaugurar el tramo del ferrocarril comprendido entre Miranda de Ebro y Olazagutia, que cruzaba la Llanada Alavesa. El primero dentro de la denominada Línea Norte. Fue un acontecimiento fundamental para el País Vasco y su proyección en las décadas siguientes. Y ahora que han transcurrido 150 años, el pasado regresa a la ciudad mediante paneles, fotografías y piezas deliciosas en una completa exposición conmemorativa. La muestra, enclavada en el palacio Escoriaza-Esquível, abre hoy sus puertas hasta el 18 de octubre.

La Fundación del Museo Vasco del Ferrocarril ha decidido mostrar su colección más allá de las puertas de su galería de Azpeitia para despertar el interés ciudadano por la historia del tren en Euskadi. Un relato apasionante narrado por el historiador Carlos Larrinaga, comisario de la exposición, a través de una veintena de paneles con noventa fotografías que muestran la cronología y la dimensión humana de la llegada de este medio de transporte. El paseo se acompaña, además, de alrededor de ochenta objetos de una época que parece lejana pero que no lo es tanto. El visitante podrá ver cornetillas de jefe de estación, silbatos de locomotora, faroles de petróleo de mano y de mesa, telégrafos, tacógrafos, máquinas contadoras y expendedoras de billetes, apergaminadas txartelas, reglamentos, gorras....

Para llegar a las piezas, primero hay que pasar por el túnel del tiempo. El comisario ha rebautizado así la estrecha entrada del palacio donde arranca la muestra con una mirada al transporte antes de la llegada del ferrocarril y su introducción en Inglaterra en los años veinte. "Hasta entonces la gente se trasladaba en coches de caballos, diligencias... Medios que durante un tiempo se mantuvieron y colaboraron con el tren, un transporte que supuso grandes cambios. Tenía mucha más capacidad, cumplía con sus horarios a pesar de la meteorología y con el telégrafo se sabía dónde estaban las mercancías. Significó progreso", explica Larrinaga. Por supuesto, hubo voces críticas, sobre todo de los campesinos, porque las locomotoras de vapor solían echar chispas que quemaban los cultivos. Pero fue una revolución, y ya en 1831 hubo una propuesta de tren en Bizkaia. No cuajó, pero creó el sustrato para la Línea Norte.

Dentro de la sala, la exposición habla de la vía ancha ibérica, de 1,44 metros porque "Gipuzkoa era montañosa y se necesitaba una vía mayor para sostener unas máquinas más pesadas", así como de los ingenieros de caminos o la introducción de los trenes económicos. También se puede ver un plano del prestigioso ingeniero Carles de Vignoles, la reconstrucción de un despacho del jefe de estación y el futuro ferroviario de Euskadi. Un gran conjunto que mira hacia el norte, en homenaje a la línea del mismo nombre.