Vitoria. No le es ajeno nada de lo que ocurre en la ciudad que gobernódurante veinte años, en su país ni, desde luego, en el mundo, del quese siente un ciudadano comprometido.

A usted es imposible encontrarlo mano sobre mano. Siempre está haciendo algo.

Siempre.Sigo haciendo muchísimas cosas, pero en este momento mi dedicaciónfundamental es la asociación Bizitza Berria, que fundamos hace cincoaños para la integración social de las personas sin hogar, que son lasque se encuentran en el peor grado de exclusión. Dentro de la exclusiónhay muchos grados, y el más bajo, el más temible, es el de las personassin hogar, que han perdido hasta su última referencia, que esprecisamente esa raíz, ese espacio íntimo que todos anhelamos tener.Después de perder el trabajo, las relaciones familiares, tantas cosas,al final acaban perdiendo también su techo. Por ellos trabajamos.Además de eso, sigo dando charlas a jóvenes, a personas mayores...Acudo a cualquier lugar donde crean que mi aportación puede servir dealgo.

Todo, con el denominador común del compromiso y la solidaridad.

Esla expresión de lo que yo a lo largo de mi vida he aprendido y herecibido. He sido un privilegiado. He podido hacer una carrerauniversitaria, ejercer mi profesión como abogado, he sido diputado enMadrid y el Parlamento vasco, he sido veinte años alcalde de Vitoria,he sido más de cincuenta años profesor en la Escuela de Trabajosocial... Todo eso ha sido un privilegio y me parece que es algoabsolutamente justo que intente devolverle a la sociedad algo de lo queme ha dado. Y eso se manifiesta prestando la mínima atención a estaspersonas que están en el grado más grave de exclusión social.

Pero la suya no es la actitud más habitual. No se lleva preocuparse por los demás.

Vivimosen una situación muy complicada. La palabra que usamos es crisis, quees multifacética, multidimensional. Hablamos de crisis económica, decrisis cultural, de crisis democrática, de crisis religiosa. Endefinitiva, todo es una crisis de valores, una profunda de crisis devalores. Es comprensible un cierto individualismo, que se pienseprimero en uno mismo, en dedicarse primero a la familia, a los máspróximos y dejar de lado lo demás. Puede que se haga, incluso, sinninguna mala intención, por pura inercia. A nivel institucional,desgraciadamente ocurre lo mismo y hay facetas de la vida pública quedesafortunadamente se están olvidando. Lo que siempre ha sido paraVitoria algo de lo que nos gustaba hasta presumir, que era lacooperación al desarrollo y llegar a aportar a la solidaridad un eurode cada cien; ahora lo que aportamos son diez céntimos de cien euros.

¿Por qué ocurre eso?

Seha perdido el valor de la solidaridad, de la fraternidad, delencuentro, de la empatía. También influyen los medios de comunicación,que nos llevan hacia una cultura de la banalidad, por no decir de laestupidez. A mí me da una mezcla de congoja y rabia comprobar que todoslos días hay millones de personas delante de un televisor viendomemeces impresionantes, con personajes extraños, exóticos, que seconvierten en una especie de ídolos populares. Pero bueno... Esto noson más que reflexiones de un viejo ya que ve las cosas de un modo muydistinto. Vendrán tiempos mejores.

Nosé si mejores, pero usted sí ha conocido otros tiempos en los quecostaba menos entregarse a los demás. Incluso en la política, que noera un oficio sino una vocación.

Hacetreinta o cuarenta años, la gente que entró en política yo creo que lohizo con un gran espíritu idealista, con un deseo de hacer las cosasbien y de entregarse. A nadie nos preocupaba ni lo que se ganaba ni lose dejaba de ganar. Y en mis tiempos de diputado, parlamentario yalcalde, me encontré con un montón de gente entregada y con la querealmente te podías poner de acuerdo enseguida. Porque al margen de laideología, del carné de cada uno, había ese espíritu de trabajar por locomún. Era muy fácil trabajar juntos y respetarse mutuamente los puntosde vista. Eso se ha ido perdiendo. En política ha habido una grancorrupción, los partidos políticos se han desvirtuado, yo creo quenecesitan una profunda regeneración.

Una tarea imposible...

Esnecesario recuperar todo eso que se ha perdido a través de laeducación. Yo suelo recordar muchas veces lo de la Institución Libre deEnseñanza: la educación tiene que dirigirse a la cabeza, a la mano y alcorazón. A la cabeza, para enseñar a pensar; a la mano, para enseñar atrabajar; y al corazón, para enseñar a amar. Eso es fundamental y aveces no hemos podido o sabido hacerlo. El término educaciónse confunde con el de instrucción, cuando es algo mucho más amplio. Laeducación es la estrategia clave y fundamental de un país. No es unaparte de nuestra vida; tiene que ser un hecho permanente, unaprendizaje permanente. Como decía Unamuno, uno se hace viejo cuandodeja de aprender. Tenemos que estar toda la vida formándonos, toda lavida educándonos.

No pareceque los actuales gobernantes lo entiendan así. A la hora de meter latijera, la educación es de las primeras materias que reciben el tajo.

Losrecortes en educación son inconcebibles. Es más, creo que tendríamosque marcar el acento de una manera completa precisamente en laeducación. Desde los cero a los 25 años hay que volcarse absolutamenteen la educación, porque ahí está el futuro, están los cimientos de unpaís. Y si eso lo abandonamos, condenamos a los jóvenes. Hay quereforzar eso, no recortarlo. Hay que crear lo que yo llamo (pero quenadie me hace caso) un servicio socio-escolar, que me pareceabsolutamente básico y fundamental. Pero desgraciadamente no es lalínea dominante. Hay mucho dinero para deporte profesional o para obrasinnecesarias y no hay dinero para lo que es esencial, que es laeducación. La educación, la salud, la vivienda, el trabajo son loscuatro pilares del bienestar social. Si no nos volcamos ellos, estemundo y este país están condenados al fracaso.

Usted lo ha dicho: no es la línea dominante. Todo el estado del bienestar está en entredicho.

Nos decía la Constitución de Cádiz, hace ya 200 años, que el úni

cofin de toda sociedad política es el bienestar de los individuos que laintegran. ¿Cuáles son los pilares fundamentales de lo que llamamosestado del bienestar? Como acabo de decir, está claro que son laeducación, la salud, el trabajo y la vivienda. Y luego, todo un sistemapúblico de servicios sociales que es lo que le va a dar contenido. Soncosas muy elementales a la hora de decirlas. Luego, llevarlas a lapráctica es más difícil. Y aquí, naturalmente, la filosofía de cadauno, la ideología de cada uno, el modo de pensar de cada uno esfundamental. Uno está viendo, por ejemplo, con el asunto de lainmigración todas estas expresiones, manifestaciones, reacciones decarácter auténticamente xenófobo, y que vienen de quienes deben darejemplo, que son los gobernantes, las personas a las que hemos elegidolos ciudadanos para que dirijan nuestra comunidad hacia el bien común.Eso, lógicamente, se extiende al ciudadano. Si lo dice mi alcalde o elpolítico de turno, por qué no lo voy a poder decir yo.

Pero a ese alcalde o a ese político los hemos puesto los ciudadanos. También tenemos nuestra parte de responsabilidad.

Efectivamente.Nosotros lo que hacemos es elegir a las personas que van a gobernarnuestra comunidad. A quien elegimos es responsabilidad nuestra. Nopodemos echar la culpa a quien hemos elegido nosotros. Tenemos queasumir nuestra responsabilidad también. Por eso creo que la democraciaestá sufriendo una crisis muy profunda, se está deteriorandoabsolutamente. Victoria Camps decía hace poco que el gran problema esque hay una democracia sin ciudadanos, y una democracia sin ciudadanoses una contradicción en sus propios términos. La democraciafundamentalmente es participación.

Le escuché una vez que el pueblo se está convirtiendo en público.

Noes una frase mía, sino del escritor mejicano Carlos Monsivàis. Hoy nosencontramos que por cada once jugadores en un estadio hay 50.000mirando y no sé cuántos millones delante de un televisor. Nos hemosconvertido simplemente en espectadores, cuando lo que tenemos que haceres recuperar nuestro papel de actores, de protagonistas. Incluso, digoyo que no solamente de actores, sino de autores de nuestra propia viday de la vida en que nos desenvolvemos.

Usted ha sido autor y, siguiendo su símil, jugador. ¿En qué equipo, en qué siglas, juega ahora?

Mesiento cercano a las personas. Toda la vida he tenido un carné que esel que he apreciado más, que es el ciudadano del mundo, que me lodieron cuando tenía 17 años. Quizá sea una ingenuidad o una tonteríadecirlo, pero yo me he sentido ciudadano del mundo. Yo no he sido nunca(y alguien lo entenderá como quiera) un nacionalista al uso. Yo meincorporé al PNV porque mis amigos, mis grandes amigos, eran del PNV,como Manolo Ibarrondo, María Jesús Agirre. Son personas con las que yohe tenido una gran amistad toda mi vida y me parecía que era lo normalestar con ellos y trabajar con ellos.

El factor humano es otra de las cosas que ha perdido la política.

Puessí. En este momento, mis grandes amigos están en el PNV y están enEusko Alkartasuna. Con ellos tengo una amistad profunda, íntima,absoluta. Pero tengo muy buenos amigos en todos los demás grupospolíticos. Los tengo en el Partido Popular, el Partido Socialista, enlo que antes era Herri Batasuna. ¿Por qué? Porque a pesar de todas lasdiferencias que podíamos tener, que eran muchas, sin embargo había unarelación personal, afectuosa, de respeto. Amigos procuro tener en todaslas partes. Me da pena ver declaraciones de gente a la que yo tengomucho aprecio que son desagradables, a veces ofensivas. ¿Qué necesidadhay de hacer esas cosas? ¿Por qué, si se puede discrepar de lo que sehace pero con respeto e incluso hasta con afecto? Hay una frase quedije un día: vamos a transformar las fronteras que nos separan encaminos por los que avanzar juntos. No solamente fronteras físicas. Hayfronteras mentales, fronteras afectivas... y tenemos que transformarlasen caminos.

Estaría bien queaplicáramos todo eso a la gran tarea de normalización y pacificaciónque tenemos por delante en este país. Hay mucho por hacer.

Elproblema de la violencia no se ha acabado, es una obviedad. Peroestamos avanzando hacia el fin. Y el fin, ¿qué es? Pues unatransformación de nuestro pensamiento, de nuestro propio corazón,porque lo que tenemos que hacer es avanzar hacia la convivencia, haciauna convivencia pacífica, democrática, amable... Hacia una auténticacohesión social. Y eso estaba impedido por las pistolas, pero tambiénpor nuestra forma de pensar y de relacionarnos. Todo eso necesitatodavía un proceso de elaboración, de maduración, que exige tiempo.Ocurre que se ha vivido una etapa tan trágica, tan terrible, que nopodemos decir de la noche a la mañana que pasamos página y hacer comosi no hubiera ocurrido nada.

Nos toca a todos arrimar el hombro.

Todostenemos que avanzar y aportar. Han desaparecido las llamas pero quedaun rescoldo terrible que quema las entrañas de mucha gente que hasufrido y sigue sufriendo muchísimo. Hay que trabajarlo todos los días,constantemente. Tenemos que dar pasos, y tenemos que dar pasos todos.No vale decir que no somos ni víctimas ni victimarios. Todos tenemos dealgún modo algún tipo de responsabilidad. Y si no la tenemos en lo queha pasado, sí la tenemos en lo que tiene pasar para que no vuelva aocurrir.