Cuando el Ayuntamiento calcula el impacto de su carga fiscal en las alforjas de los vitorianos, el referente suele ser una familia de tres integrantes -a lo sumo cuatro- con sueldos mileuristas y un piso de menos de cien metros cuadrados. De acuerdo a ese perfil, cada hogar tipo paga a día de hoy una media de 730 euros por los cuatro gravámenes básicos: IBI, impuesto de vehículos, tasa de basuras y tasa del agua. Es un importe del que cuesta desprenderse, aunque el año que viene a esa cantidad sólo se le añadirán 12,50 euros. El Consistorio ha decidido oscilar entre las congelaciones y subidas moderadas, con nuevos descuentos dirigidos a los colectivos más sensibles, para alimentar las arcas municipales sin desnutrir a los gasteiztarras de a pie. No obstante, sus ordenanzas afectan de muy distinta forma a otros muchos ciudadanos.

DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA ha hablado con una familia numerosa, un vecino de un barrio nuevo y un hostelero. Para ellos, la presión fiscal del Ayuntamiento de Vitoria es otro cantar. Ya sea porque con dos sueldos no pueden beneficiarse de las bonificaciones de las que presume el Consistorio, porque pagan impuestos como cualquier gasteiztarra pese a no disponer de los mismos servicios municipales que el resto de la ciudad o porque mantener un negocio les obliga a sudar para cuadrar las cuentas. Realidades a pie de calle que obligan a reflexionar.

virginia pardo

Las dificultades de una familia numerosa

Virginia Pardo tiene tres hermanos. Pedro Gibaja, cuatro. Su historia de amor comenzó hace 25 primaveras y no hubo momento en el que no pensaran en formar una familia numerosa. Llevaban en la sangre pelearse por el cuarto de baño o por rebañar el puchero. Su decisión fructificó en tres hijos: Alejandro, que ya ha cumplido doce años, Samuel, de ocho, y Hugo, de seis. Nunca se han arrepentido, aunque cuando Pedro planteó a Virginia ir "a por la niña", ella tuvo muy claro la respuesta: "dije que no". Un hogar con tanto ajetreo conlleva demasiados gastos y obliga necesariamente a pluriemplearse.

Los cinco viven en un piso libre con tres dormitorios de la calle Loreto Arriola, por el que pagan una hipoteca de 1.000 euros al mes amén de 580 euros de IBI. Disponen de un coche que ya les ha dejado colgados varias veces por el que abonan 175 euros de impuesto. La tasa de basuras ronda los 60 euros. Y cada vez que llega el recibo del agua, apoquinan 25. "Algo ahí podemos ahorrar, porque como mi marido y los chavales practican deporte, se suelen duchar en las instalaciones municipales", explica Virginia. Esa rutina seguramente se afianzará el año que viene, ya que la tasa se disparará un 6,23%.

A las ordenanzas fiscales hay que sumar otros muchos gastos, los básicos para subsistir y ofrecer una educación a los hijos. Así que a fin de mes su colchón rara vez supera los 100 euros, siempre y cuando no surjan imprevistos. "Por eso hasta hace muy poco ni siquiera estábamos abonados a Mendi. Y si el Ayuntamiento siga adelante con su idea de subir las tarifas de los pequeños, adiós", admite la madre. A día de hoy, en este concepto se le van otros 200 euros.

¿Bonificaciones? "Un descuento progresivo por apuntarnos a las instalaciones deportivas, pero sobre los 5 euros de los críos. Nada más". A ojos del Consistorio, ellos son unos privilegiados. Pedro gana hoy en día "un buen sueldo" en su puesto de Sidenor que hace que se salga de las tablas de renta contempladas para las rebajas. Sin embargo, hace años que Virginia es pluriempleada para afrontar todos los gastos del hogar. "Las ayudas nunca son para los que aún podemos contribuir al desarrollo económico de la ciudad".

Cuando se quedó embarazada de Hugo y se le había agotado el paro, quiso saber si tenía derecho a subsidio. "Y me preguntaron: ¿eres drogadicta, maltratada, has estado en la cárcel...?". Dos años después, encontró empleo como vendedora de la Thermomix y, al poco tiempo, se incorporó a El Corte Inglés para trabajar los sábados y un día entre semana. Desde entonces, su vida es un no parar. "Y no me quejo, pero el Ayuntamiento debería mirar un poco más por nuestro colectivo".

txetxu díaz de arcaya

La discriminación de los barrios a medio gas

Cuando resultó beneficiario de una VPO en el número 20 de portal de Elorriaga, Txetxu Díaz de Arcaya celebró su fortuna. Lo que no se esperaba es que aquel obsequio de hipoteca llevadera y 220 euros de IBI estaba envenenado. Al entrar a vivir en el piso, en junio de 2009, descubrió algunos desperfectos. Luego, empezó a caerse la fachada. Su inmueble forma parte del bloque vestido por planchas de cristal en tonos verdes. "Aparecimos en los medios, llegamos a un acuerdo... Y todavía no han metido mano al tema", reprocha.

Al salir del portal, la vista no ayuda a calmar el descontento. Txetxu abona más de 50 euros por la tasa de basuras -cantidad a la que se sumará el IPC en 2012-, pese a que no puede disfrutar de una recogida de residuos al uso. "Es muy injusto pagar por un servicio que no se nos ofrece", critica. La red neumática no funciona y tampoco hay contenedores, ni para los desechos orgánicos ni para reciclar. Así que los restos se amontonan a los pies de las farolas. "Siempre encuentras bolsas en el suelo. Y en días de viento, la suciedad vuela", denuncia este vitoriano, mientras se pregunta por qué el Consistorio no coloca unos containers al menos de forma temporal.

En realidad, no le extraña la falta de respuesta a esta necesidad. En su conjunto, el estado del sector 11 de Salburua deja "mucho que desear". Las labores de mantenimiento en los campos de fútbol y baloncesto "son prácticamente nulas". Los hierbajos han vuelto a crecer en el parque infantil ubicado en la trasera de su VPO, en Gabriela Mistral, junto a una parcela vacía. "Salimos en la tele en verano, vino una brigada, arregló la parcela... Pero no ha vuelto. Y el solar de al lado está lleno de basura, con el peligro que conlleva para los críos". Habla como vecino y como padre. Tiene una hija de dos años.

"¿Centro cívico y ambulatorio? Ni uno ni otro aún", apunta al preguntársele por otros equipamientos. La conclusión de la charla es clara: "me parece abusivo lo que pago al Ayuntamiento, porque doy más de lo que recibo. Y eso por no hablar del recibo del agua que sufrimos todos. Para eso bien que nos fijamos en los criterios de los países europeos, pero luego no tenemos sus sueldos".

javier villanueva

Las trabas al motor económico de la ciudad

Se inició en la hostelería estudiando dos años de cocina y aderezó la formación con otros dos de repostería. Era obvio dónde iba a acabar: tras la barra. En 2007, Javier Villanueva alquiló junto a su hermano Iñigo el número 26 de la calle Abendaño. El Iguazú. "Y aquí seguimos, pese a la crisis, que se nota mucho". Los locales de alrededor han ido echando la persiana, lo que ha originado un bajón de viandantes y, por ende, la caída de clientes. El efecto es superlativo los sábados. "Sólo entre semana estamos más o menos igual, gracias a los vecinos", explica. Eso sí, ante los vaivenes del sector el Ayuntamiento no sólo afloja la soga sino que "la aprieta" un poco más fuerte.

Ahora Javier paga 400 euros al año por las basuras (más IPC en 2012), 563 euros cada tres meses por el recibo del agua (subida del 5,68% el año que viene) y 200 por los veladores (también IPC en el próximo ejercicio). "Al final, son más de 2.800 al año, y eso que el IBI lo paga el propietario del local", matiza. Es un gasto difícil de llevar cuando, además, se acumulan otros tantos. Sólo el alquiler del Iguazú cuesta más de 2.000 euros al mes, el seguro privado supera los 600, la SGAE exige cada treinta días 904 euros. ..Y suma y sigue. Por eso, este hostelero lamenta que el Consistorio se dedique a "poner trabas a buena parte del sector" mientras, de cara a la galería, destaca su importancia vital para la economía de la ciudad.

"Me corresponden sólo siete mesas en la terraza por los metros de fachada. Una vez puse tres más, sin obstaculizar la acera. Multa de 400 euros. ¿Por qué no lo hacen en la plaza de la Virgen Blanca?", critica Javier. Las comparativas son odiosas. Y la ordenanza de veladores que prepara ya el equipo de gobierno, una fuente de preocupación. Este hostelero se pregunta cómo repercutirá en sus bolsillos, ya que la que trató de engendrar el gabinete Lazcoz le suponía una inversión muy gorda. "¡Si hasta había paneles solares!", recuerda.

A la espera de la resolución de esta incógnita, Javier encara como puede su otro caballo de batalla: los horarios de cierre. El Iguazú pertenece a la categoría 2, cafetería, por lo que la persiana debe estar bajada a la 1.30 horas. "Y no te descuides, al menos en esta parte de la ciudad. Una vez, hace dos años, me quedé un momento dentro con la cuadrilla y vino la Policía. Claro está, nos cayó una multa". Por eso, ahora él y su hermano están estudiando la posibilidad de solicitar la licencia de pub. Con el bofetón de la crisis, "nos vendría de lujo la recalificación".

TXETXU DÍAZ DE ARCAYA.

l Perfil. Casado y con una hija de dos años, Txetxu vive en el número 20 de portal de Elorriaga, en uno de los cinco edificios del famoso bloque verde del sector 11 de Salburua, el de la fachada desprendida.

l Quejas. Siente que no recibe del Consistorio lo que él da. Carece de recogida neumática y contenedores. El estado de la zona deja que desear.

FAMILIA GIBAJA PARDO.

l Perfil. Pedro y Virgina llevan 25 años juntos. Fruto de su relación nacieron Alejandro, Samuel y Hugo. Son familia numerosa.

l Quejas. Pese a su condición de familia numerosa, estos vitorianos no reciben ninguna bonificación del Ayuntamiento de Vitoria. Pedro tiene a día de hoy un sueldo que se sale de las tablas de renta fijadas para obtener descuentos. Sin embargo, para llegar a fin de mes, no es suficiente. "Como mucho ahorramos cien euros, pero siempre surgen contratiempos". Y eso que ella no tiene más remedio que ser pluriempleada: trabaja como vendedora de la Thermomix y un par de días a la semana en El Corte Inglés.

JAVIER VILLANUEVA.

l Perfil. Hace cuatro años, su vocación hostelera fructificó con el alquiler del bar Iguazú, en el número 26 de la calle Abendaño. Lo lleva junto a su hermano, Iñigo. Ahora, afronta malos tiempos. La crisis ha bajado las persianas de muchos locales de la zona, lo que se ha traducido en una caída de clientes, especialmente los sábados.

l Quejas. Paga más de 2.000 euros al Ayuntamiento en impuestos y tasas. Y, a cambio, sufre "muchas trabas". Se queja de las limitaciones de la ordenanza de veladores y de la persecución con los horarios de cierre del local. Ahora, estudia convertirlo en un pub.