La niña era buena estudiante, maja y educada, pero la compañía de otras preadolescentes, cuyo único interés en la vida era convertirse en pequeños putones-janamontana, hizo que además de bajar su rendimiento escolar, empezara a mentir y a cometer pequeños hurtos. La madre pidió que la cambiaran de clase y el centro dijo que no. Fue una decisión difícil: un sólo sueldo, tres niños, una hipoteca y mi amiga se acababa de quedar en paro. Pero el riesgo para la niña era real y no hubo más remedio que cambiarla de colegio, a uno privado obviamente, donde es posible que se encuentre con lo mismo. La enseñanza está en crisis. Y no sólo la pública.

Parece que no hay más opciones, aunque sí las hay. Escondido se encuentra el plan B de la enseñanza, el que funciona al margen de la enseñanza alienante y oficial: como Paidea, una Escuela Libre de Mérida, abierta desde 1978. Funciona como una cooperativa y de forma independiente, con gran éxito de los alumnos (www.paideiaescuelalibre.org).

Me estoy acordando de los muy alaveses chavales de Trebiño que quieren tener una enseñanza en euskera y les obligan, como a los de Valdegovía tras cerrarles la suya "por estar pocos", a jugarse el tipo en la carretera y perder a diario dos horas de su vida yendo a Vitoria o a Nanclares. La creación de una Escuela Libre podría ser una solución en estos y más casos del entorno rural, porque, como bien dicen algunos, "si no hay escuela no hay desarrollo rural".

Educar a los hijos en casa tampoco es algo nuevo; el homeschooling es una realidad regulada en toda Europa. Bueno, en toda Europa, no: en Alemania está prohibido por un decreto aún vigente del III Reich y en el Reino de España existe un vacío legal. Que cada uno saque sus propias conclusiones. Aún así, 4.000 niños en España reciben clases en casa. Bien por sus padres, con contenidos didácticos específicos, bien matriculados a distancia en escuelas extranjeras. Los niños aprenden a su ritmo y tan malo no será el método cuando en universidades como Yale o Harvard dan prioridad a los que lo han seguido, porque su grado de madurez y sus conocimientos suelen ser mayores.

En definitiva, educación independiente: a la altura de la preparación y motivación de muchos profesores; y que evitaría el bullying, que niños con altas capacidades sean ignorados en un país que se enorgullece de ser cateto o que muchos chavales alaveses hagan cientos de kilómetros diarios sólo porque hay gentuza que fue a una escuela donde sólo les enseñaron a sumar a lo suyo y a restar de los demás.

Está claro que las instituciones no ven como personas a los hijos de nadie.

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