vitoria. Asociación amiga de la República Democrática Árabe Saharaui y, desde hoy, txupinera de las fiestas del Casco Viejo. ¿Se esperaban ser los elegidos?

No, pero estamos muy contentos. Imagino que nos han elegido porque nuestra relación con el Casco viene de lejos, desde nuestro origen en 1986. Todas nuestras sedes han estado aquí (San Francisco Javier, Santa María, Diputación...). Además, mantenemos una relación fluida con las asociaciones de la colina, como Gasteiz Txiki, que organiza las fiestas junto al Ayuntamiento y Auzoan.

¿Igual de intensa es la relación con los inmigrantes, un sector de población con peso dentro del Casco?

Nosotros no nos dedicamos propiamente al tema de la inmigración, pero desde hace unos cuantos años se constituyó dentro de la asociación un grupo de jóvenes saharauis que viven, trabajan y se divierten en el Casco Viejo. Tienen cierta autonomía y trabajan en labores de sensibilización, que son fundamentales para la cohesión del barrio, así como en iniciativas de dinamización.

¿Cómo valora el proceso de revitalización del Casco que tanto aplaude el Ayuntamiento? Colectivos del barrio con los que ustedes se relacionan ven demasiados claroscuros.

Hay aspectos muy positivos, sobre todo en lo que se refiere a la renovación urbana. Pero desde el punto de vista social, de atención de las necesidades de los residentes, hace falta mucho más. Entiendo que es muy difícil hacer una política que cubra los aspectos más formales, como las reformas de las calles, y los sociales. Pero se han priorizado los primeros cuando, para nosotros, la prioridad son los segundos.

¿Cuáles son esas necesidades sociales que aún no se han atendido?

Son muchas. En el Casco Viejo habitan como en ningún otro sitio de la ciudad distintas realidades económicas y culturales, y hay que trabajar por la integración de todas ellas para que la revitalización sea efectiva. En términos educativos, se tiene que invertir mucho más. También hay que tratar de cubrir el evidente déficit de zonas verdes y de esparcimiento. Y esto por no hablar de que no hay ni un solo cajero automático en todo el barrio, lo que da una idea de la importancia económica que se le concede al Casco.

Sin embargo, poco a poco están surgiendo nuevos comercios, gente que antes no subía la colina ahora lo hace... ¿No cree que la ciudad ha vuelto a mirar al Casco Viejo?

El problema es que muchos vitorianos todavía no lo tienen como un referente de vida cotidiana, como un barrio con prestigio, la semilla de la ciudad, donde merece la pena vivir y trabajar. Y el reto principal deber ser revertir esa mirada, que el Casco Viejo no sea sólo ese sitio al que se acude puntualmente para comer o para beber. Aunque haya habido avances, la distancia con el objetivo final es aún enorme.

En el caso del pueblo saharaui, ¿son mayoría los vitorianos sensibilizados con su realidad?

Sin lugar a dudas. El vitoriano es muy consciente y muy sensible, pero hay que seguir actualizando la información, porque la realidad del pueblo saharaui no es muy mediática. Y, sobre todo, hay que actualizar la información de los territorios ocupados. Se sabe de ellos mucho menos que de los campamentos de Tindouf y, sin embargo, la situación allí es terrorífica.

Díganos, en cualquier caso, cómo podemos ayudar a la causa.

Una aportación muy sencilla es a través de las caravanas de recogida de alimentos. En lo que a nosotros respecta, estamos preparando programas de sensibilización para poner en marcha a lo largo del año que viene: representaciones teatrales, talleres informáticos... Animamos a todos los vitorianos a venir a nuestra sede e informarse.