El pasado de Ariznabarra se revive estos días en blanco y negro, a lo largo de una de las paredes del centro sociocultural de mayores del barrio. Son fotografías nostálgicas, de carreteras sin asfaltar, chavales con pantalones cortos y calcetines, pesadas bicicletas, coches ruidosos, obreros agotados, grandes zonas de huertas, carteles de Coca-cola "refrescante y deliciosa" en las cristaleras de los primeros bares de poteo... Estampas que sorprenden a los más jóvenes, que disparan las anécdotas de los abuelos. Han pasado cincuenta años. Y se nota el paso del tiempo. "Mi padre llamaba a la familia desde el teléfono del cuartel de la Guardia Civil. Y ahora, mira", apunta Martín mientras saca del bolsillo un moderno teléfono móvil, regalo de sus hijos.

En los orígenes de Ariznabarra, ni siquiera había brea. Una fotografía de septiembre de 1.961 muestra un puente de Castilla colocado sobre la nada, pero ya transitado: dos hombres circulan en bicicleta mientras un urbano rueda rumbo a la Azucarera. "Claro, el autobús... Mucha gente del barrio trabajaba en las empresas que se fueron instalando en aquel entonces. Yo estuve en la fábrica de cremalleras y en Forjas Alavesas", sostiene Ignacio. A él le sucede como a sus compañeros de mesa. Asumen aquel pasado precario con absoluta normalidad. "Teníamos tanta necesidad, que nos conformábamos con lo básico: techo y comida. Ahora los jóvenes de ahí al lado -señalan en dirección a Zabalgana- se quejan mucho porque tienen de todo".

Una isla de casas y solares vacíos. A poco más que eso se reducía el casco antiguo de Ariznabarra, como se puede observar en las fotografías del portal 2 de la calle Ariznabarra y los números 22 y 24 de Castillo de Quejana captadas a principios de la década de los sesenta. "Bueno, enseguida abrió algún bar", recuerdan los veteranos. El primero, La Bodeguilla, nació sin barra, aunque los parroquianos se encargaron enseguida de encontrarle una. Eran tiempos de necesidad, pero también de arrimar el hombro en beneficio de la comunidad. "Esto era como un pueblo, y nos ayudábamos en la medida de lo posible, como hermanos", sostiene Martín, sin quitar el ojo de la estampa titulada como Las 20 bodas.

El 12 de octubre de 1962, dos decenas de parejas se casaron con motivo de la inauguración de la parroquia de San Pablo Apóstol. La idea había partido de la Asociación de Cabezas de Familia, con el apoyo del Ayuntamiento, la Caja Municipal y la Constructora Urgara. Cada miembro de este colectivo se encargó de buscar jóvenes casaderos y, una vez formalizada la relación a la salida de la iglesia, se procedió al sorteo de las viviendas y la entrega de llaves, y se regaló a cada matrimonio un lote de cazuelas, platos y cubiertos, además de una libreta bancaria con 1.000 pesetas -medio sueldo de un trabajador en aquel entonces-. Como para no salir pitando con el coche y la ristra de latas, foto de 1968.

El pasado de Ariznabarra permanecerá colgado de la pared del centro de mayores hasta el 1 de mayo. Luego, seguirá en la memoria de los vecinos que lo vivieron. En color, en movimiento y en primera persona.