Vitoria. Eduardo Mendoza se ha desplazado en su última obra, Riña de gatos, de su habitual Barcelona a la Madrid más cercana a la guerra civil. El escritor de obras como La verdad sobre el caso Savolta o La ciudad de los prodigios asegura que ha cambiado de localización porque es en la capital donde ocurría la historia, la "peripecia concreta", que quería contar. Y, en su desarrollo, muestra el mismo cuidado por los detalles, los lugares históricos y el lenguaje habitual de las diferentes clases de una ciudad. El resultado ha sido la consecución del premio Planeta 2010.

El galardón, en cualquier caso, es sólo una razón más para escuchar las opiniones del autor barcelonés sobre la ciudad en general, un personaje clave en su bibliografía. Mendoza inició ayer en Villa Suso el IX foro abierto de los patrimonios culturales. La sala acabó llenándose. En su conferencia, La Europa sin patrias, este "intelectual" -admitió esa descripción para sí mismo- habló de la ciudad como un ente artificial, contrapuesto a la naturaleza, que refleja la humanidad y, en ocasiones, un espíritu canalla. Ése que se refleja en las líneas de sus libros.

¿Qué imagen le viene a la cabeza si tiene que describir Vitoria?

No se podría decir en una sola frase. Tendría que ponerme en situación... [reflexiona unos segundos] pero tengo imágenes de Vitoria, con su cielo despejado y, en ocasiones, el cielo gris y el frío...

El frío, como prueban jornadas como la de hoy, tiene que estar en una novela sobre Vitoria...

Claro, claro. No se me ocurriría escribir sobre Vitoria en el mes de julio. Además, es una ciudad pensada para el frío, hecha por él.

En su conferencia, ha descrito las ciudades como una entidad contrapuesta a la naturaleza. Eso son palabras mayores en la Green Capital europea 2012...

La ciudad ha ganado la batalla a la naturaleza, pero ahora tiene que recuperarla. Es ella la que va a tener que convertirse en una inmigrante en las ciudades. Hay muchas ciudades que se están reverdeciendo y, como en el caso de Vitoria, creo que se está haciendo bien...

Barcelona, la gran competidora por el título de Green Capital, es una de esas ciudades.

Barcelona lo hizo en su momento. Ahora es más una cuestión de conservación, que se trata de un aspecto más aburrido pero importante. Vitoria, mientras, en estos momentos está en una fase más creativa y, por tanto, más interesante como modelo a estudiar.

¿Ve un cambio en Vitoria?

Tampoco es que sea un testigo muy fiable de la transformación de Vitoria, porque siempre que vengo veo lo mejor. No he visto las partes malas de la ciudad, que seguro que las tiene. Pero el cambio ha sido tremendo; las ciudades pueden cambiar de aspecto sin hacerlo físicamente. Y Vitoria es un caso de una ciudad que quizá pasaba inadvertida, pese a ser cómoda y agradable, y que ha pasado a resultar atractiva desde el punto de vista turístico. Con la mejor de las connotaciones.

Quienes nos visitan aseguran que los vitorianos deberían creer aún más en su ciudad.

Sí, sí. Recuerdo que viví el proceso en Barcelona, cuando era una ciudad entre grande y pequeña, entre rica y pobre, cuando no se sabía muy bien qué era. Y los barceloneses, cuando les preguntaban de dónde eran, daban una explicación de su ubicación junto al Mediterráneo y casi justificaban por qué eran de allí, explicando que su padre era de la zona... Pero luego hubo un cambio y la gente pisa su ciudad de otra manera. La siente más suya. A veces también llega al extremo de la caricatura (risas), y hay que decir que no es para tanto, que no es para tanto...

En su charla también ha hablado del peligro de aquellas ciudades que pierden su personalidad, con zonas que bien podrían ser de una urbe o de otra...

Vitoria también tiene una parte de no-ciudad, claro. Pero tampoco hay que hacerle ascos, porque allí viven quienes van a realizar la ciudad futura. Todo no debe ser el decorado de un belén. También hay algo de atractivo en los barrios más duros y funcionales de una ciudad. Hay zonas de Europa que han caído del otro lado, que se han quedado en algo tan bonito y restaurado que parecen una gran tienda de souvenirs.

¿Cuál es la clave para diferenciar en qué hay que cambiar y qué hay que mantener?

Ése es el asunto, y también tener claro cuál es el producto que vamos a llevar al mercado. Toda transformación también exige pérdidas, y es importante mantener ese equilibrio entre ciudad culta y apacible y el hecho de no acabar siendo una ciudad balneario para la tercera edad. Barcelona, por ejemplo, tiene un puntito canalla, vida nocturna, la protección del anonimato... Ese equilibrio es el reto, y que Vitoria tenga muchísima suerte en él.