El otro día me llegó un mail muy gracioso sobre temática judicial; supuestamente son extractos de declaraciones en juicios, recogidos en la revista del Colegio de Abogados de Madrid donde aparecen anécdotas como ésta:

-Doctor, ¿antes de realizar la autopsia, verificó si había pulso?

-No.

-¿Verificó la presión sanguínea?

-No.

-¿Verificó si había respiración?

-No.

-Entonces, ¿es posible que el paciente estuviera vivo cuando usted comenzó la autopsia?

-No.

-¿Cómo puede usted estar tan seguro, doctor?

-Porque su cerebro estaba sobre mi mesa, en un tarro.

-Pero, ¿podría, no obstante, haber estado aún vivo el paciente?

-Es posible que hubiera estado vivo y ejerciendo de abogado en alguna parte.

En otro apartado del mismo mail, se hablaba de sentencias judiciales desproporcionadas, premiadas en los Stella Awards, que llevan ese nombre en honor a Stella Liebeck, una norteamericana cuyo caso sentó un precedente en lo que a desproporciones se refiere: En 1992, a los 79 años de edad se pidió la buena señora un café en el McDonalds de su pueblo y una vez fuera y mientras estaba tan ricamente sentada, sujetó el café entre las piernas y se le derramó encima. Como estaba muy caliente, pues se quemó el chichi. Aunque nunca trascendió la cantidad que aflojó la empresa se comenta que pudo llegar a los 400.000 dólares. A raíz de este mail tan jocoso me puse a darle vueltas a esto de la desproporción en la justicia y ¡oye!, aquí hay algo raro: ya sabemos que es más grave la condena si te pillan copiando un Cd que distribuyendo porno en un cole. Y estamos hartos de oír que no sé qué director, presidente o político de entidad pública o privada que se ha mangad? apropiado indebidamente de un pastón, a lo sumo se da un paseíto por los juzgados y de vuelta a casa en coche oficial; mientras tu vecino, persona responsable, casado y con dos hijos se va al talego tres años porque debido a un error judicial no ingresó en la cárcel hace quince, cuando se mangó mil duros de una tragaperras. O la desproporcionada diferencia ante la justicia si eres pederasta laico o ensotanado. Lo mismo si quemas un cajero; si es aquí o en Brazatortas marca la desproporcionada diferencia entre terrorismo y gamberrismo.

Y ya sin ir más lejos, tenemos el caso de una vaquería, cuyos dueños no se quieren ir y se declara el estado de sitio en el pueblo. Desproporcionada la diferencia que veo, cuando que yo sepa en el caso del señor Rojo, que tampoco se quería ir, ni siquiera mandaron a un municipal a que le tirara de la oreja.

Será que la justicia es ciega. Pero ciega de verdad.

dna.lavistagorda@gmail.com