llega el mercado medieval y juraría que a casi todos nos entra una sana morriña por aquellos lejanos tiempos. Nos acordamos de Robin Hood y Lady Marian, Ivanhoe y los tíos buenos de los templarios. Tengo un amigo que flipa con el olor a hoguera y a carne asada, a talo recién hecho, a incienso, jabones y esencias naturales. Le encanta el rollo del tiro con arco y sería feliz cazando jabalíes, corzos y conejos, curtiendo pieles, tallando piedras para construir su casa o alguna que otra catedral, cultivando tomates, pimientos y calabacines ecológicos a más no poder. Si fuera mujer, le encantaría tejer, hilar, recolectar plantas medicinales y preparar ungüentos. Todo esto escuchando música antigua a modo de banda sonora de la vida medieval. ¡Qué bonito todo, yo también quiero ser medieval! Pero a este amigo mío es que la morriña medieval le puede; hasta que un día tuvimos una conversación frente a un vino en pote de barro y nos imaginamos ambos en plena Edad Media: Mi amigo, además de todas las amables tareas mencionadas, tendría que ir a luchar cada dos por tres para defender las tierras del noble. Así que probablemente moriría por la infección de una herida de flecha roñosa, en la ingle, por ejemplo. O bien, mientras hacía pis en un descanso laboral, contra la pared de la catedral, le caería una piedra enorme en la cabeza.

Yo por mi parte, además de zurcir y preparar ungüentos tendría las manos llenas de sabañones de tanto lavar en el río, el momento menstruación sería apoteósico desde mi actual e higiénico punto de vista, aunque motivo de alegría, porque a ver quién era la lista que quería estar toda la vida preñada. Si no la palmabas antes en el parto. O de apendicitis, sarampión, anginas...

Y no había papel higiénico, ni anestesia... por cualquier tontería, ibas y te morías. Y con treinta años seguro que ya no nos quedaba ni un diente. Y por no hablar del derecho de pernada ni del cinturón de castidad, vaya jeta.

¿Y la peste bubónica? Y así seguimos hablando ante un vino en pote de barro hasta que se nos ocurrió, que tal vez donde estábamos nosotros, en ese mismo momento hace porrocientos años, dos vitorianos medievales, estuvieron echando un vino en pote de barro y tal vez empezaron a imaginar cómo seríamos nosotros, porrocientos años después: que si la tierra resultará que es redonda, que si se podrá viajar a la luna, jornada de 40 horas, jubilación a los sesenta y cinc...siete... aunque tal vez apareciera por allí la Inquisición y se los llevara a la hoguera... Por herejes.

Así que, quita, quita, que yo del rollo medieval me quedo sólo con el mercado.

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