vitoria. Vitoria cuenta con una importante cantera de dibujantes (Mauro Entrialgo, Santi Orue, Álvaro Ortega...). ¿Cómo se explica ese fenómeno? ¿Hay una necesidad de reírse de todo?

Es una gran paradoja, y un tema por el que nos preguntan mucho. Y no sé muy bien qué decir para explicar por qué seguimos en Vitoria después de 23 años. Y, además, la verdad es que tenemos una batería de autores importante, hay librerías de cómic, hay editoriales, eventos, asociaciones... Se trata de un caldo de cultivo que llama la atención.

¿Y no está aprovechado? Se habló, por ejemplo, de la posibilidad de crear una Comicteca en Vitoria...

Ese proyecto se intentó y no sé en qué punto ha quedado. Hay intentos de sacar proyectos adelante, pero otra cosa es que se logren los apoyos suficientes. Y, mientras, tenemos un ejemplo claro en Angulema, la capital mundial del cómic y con la que Vitoria está hermanada.

Está claro, de todas formas, el reconocimiento que se hace al TMEO. Cuando cumplieron cien números incluso dieron una charla en la UPV. ¿Sentaron cátedra?

(Kini hace memoria porque no se acuerda de la cita). ¡Es verdad! La dimos en Periodismo, creo, en Leioa.

Más de un padre estaría preocupado antes de la charla...

Sí. Pero no pervertimos a los estudiantes, que bastante pervertidos están ya (risas). Nosotros nos sentimos desubicados, pero fue empezar a romper el hielo (cuando los responsables del TMEO dan charlas, premian a quienes hacen una pregunta con un ejemplar), les contamos nuestra historia y la verdad es que preguntan de todo.

¿Cuál es la pregunta típica?

Pues suelen girar en torno a cómo nacimos o por qué hay tan pocas mujeres en el mundo del cómic.

¿Y por qué es?

Pues no lo sé. Ahora mismo en el TMEO hay dos chicas, y siempre ha habido mujeres. Creo que cada vez se animan más a involucrarse en el mundo del cómic. Nosotros, de todas formas, solemos decir que no hay tantas porque son más inteligentes que nosotros y no quieren perder tiempo en estas chorradas.

Pues para ser chorradas, alguna tecla acertada habrá tocado el TMEO para seguir sonando tras 23 años...

Creo que es por la colaboración desinteresada de mucha gente y, además, hemos tenido la suerte, o la desgracia no lo sé, de haber conectado con la gente. Sacamos nuestras historias de la calle, de los bares, y nosotros dibujamos lo que la gente no se atreve a decir.

Entonces, ¿hay demasiada hipocresía?

Sí, claro que la hay. Incluso por nuestra parte (risas).

Hablaba de que muchas de sus viñetas salen de los bares. Otra de las peculiaridades de la revista es que la distribución se hace a través de estos locales. ¿El TMEO se lee mejor con una cerveza al lado?

Sin duda alguna. Es una combinación que funciona. Ésa puede ser alguna de las teclas que hemos tocado: no estamos sólo en librerías especializadas o kioscos.

¿Le preocupa cómo puede afectar la crisis a los bares y, por tanto, a su distribución?

Por supuesto.

Entonces la Ley Antitabaco les restará lectores...

Pues sí. Cualquier cosa que afecte a los bares la sentimos en carne propia: la Ley Antitabaco, los horarios de cierre, la crisis...

Otro tema es su ubicación en el Casco Medieval, donde tienen la perspectiva de haber funcionado durante dos décadas. ¿Afrontamos un cambio importante en el barrio?

Yo vivo y trabajo en el Casco Viejo, así que no salgo de aquí. Veo que, poco a poco, se están haciendo cosas; pueden gustar o no, pero al menos hay movimiento. Quizá falta conciliar las apuestas oficiales con las de los vecinos. No hay que convertir al Casco en una zona sólo para turistas, porque hay muchas cosas por hacer: qué pasa con los ascensores, donde está el banco... El banco de sentarse, me refiero, porque de los otros aquí no llegan.

Bueno, se habla de la posibilidad de que por fin llegue el primer cajero automático al Casco Antiguo. Fíjate, parece un chiste del TMEO.