Vitoria. El estadounidense John Pitman Weber ha recuperado un sinfín de paisajes devastados con la varita del muralismo público. Ahora, hará las maletas para enriquecer La ciudad pintada. Su próxima participación en el itinerario muralístico de Vitoria es el resultado de la incorporación de la iniciativa gasteiztarra a Cultural Envoys, un programa con el que el Gobierno de Obama facilita que los movimientos culturales de su país viajen por todo el mundo, acerquen sus expresiones y forjen lazos de entendimiento. En ese contexto, a Gasteiz le ha tocado la brocha de oro, el veterano confundador del Chicago Public Art Group, uno de los colectivos referentes de esta práctica nacido en los setenta.

Las hermanas Verónica y Christina Werckmeister, impulsoras del itinerario muralístico de Vitoria, están entusiasmadas. Sólo la noticia de que Estados Unidos estaba dispuesto a brindar su apoyo a La ciudad pintada significó un gran impulso a su labor. Pero que John Pitman Weber sea la persona encargada de dirigir las próximas obras supone un hito. Este hombre representa todo lo que la iniciativa gasteiztarra persigue: recuperar fachadas artísticamente para reactivar espacios degradados, crear una ruta museística y, lo más importante, fortalecer la cohesión social a través de la participación de voluntarios. De hecho, Estados Unidos incluyó a Vitoria en su programa por ser el itinerario un foco de slow culture (cultura lenta). Más allá de lo visible, el mural, estos trabajos se refractan en multitud de experiencias que no se miden fácilmente: las relaciones entre vecinos, artistas, instituciones y empresas.

Chicago, Los Ángeles, Nueva York, Minneapolis, Georgia, Francia e Inglaterra lucen la huella de Weber. En Vitoria, quedará plasmada a través de los dos nuevos lienzos que se proyectan este año en el jardín de la muralla y en la Escuela de Artes y Oficios. Y lo hará de una forma muy especial. Las hermanas Werckmeister desean que al menos una de las fachadas, seguramente la del espacio educativo, se transforme a golpe de mosaico, una de las técnicas en las que este veterano profesional está especializado. Son ambiciosas y, pese a la complejidad que conllevaría esta vuelta de tuerca a las obras acometidas hasta ahora, quieren aprovecharse al máximo de la presencia de su voluntario estrella en Gasteiz.

contra la depresión Para Weber, ponerse al mano de un variado grupo de personas es una gran satisfacción. Ha trabajado con adolescentes, jóvenes, mayores, profesores, artistas y constructores en más de cuarenta proyectos. Y allí donde ha viajado, ha procurado primero empaparse del ambiente. Le gusta caminar por las ciudades a donde le lleva el muralismo, sacar fotos, escuchar las conversaciones de la gente y que los voluntarios participen en todo el proceso. Como él dice, "el muralismo público es un proceso para diseñar y, simbólicamente, construir nuestras vidas juntos".

La práctica del muralismo público se propagó con rapidez en los años treinta en Estados Unidos: el país estaba sumido en la Gran Depresión, así que tocaba crear todo tipo de programas para generar empleo de forma rápida. En ese afán, el Gobierno constituyó un departamento encargado específicamente del arte público (PWAP), que pagaba salarios a artistas para que engendraran murales en edificios institucionales. De 1934 a 1946, las brochas resucitaron miles de fachadas, de billeteros y, lo que es más importante, la esperanza. Más tarde, a finales de los años 60, y sobre todo en los 70 y 80, surgieron organizaciones comunitarias. Entre ellas, la del nuevo fichaje de La ciudad pintada.