vitoria. A principios de año supimos que Estados Unidos iba a brindar su apoyo al itinerario. ¿Ya ha incluido a Vitoria en su programa para traer artistas norteamericanos?
C.: Estamos a puntito de caramelo de que nos lo confirmen.
V.: Tenemos elegido ya al artista. Es uno de los abuelos del muralismo público en Estados Unidos, uno de los padres fundadores de una organización de Chicago. Lleva en esto desde hace cuarenta años. Ha trabajado también en Los Ángeles, Nicaragua... Además, es un especialista en mosaico. Y la idea es incorporar esta técnica en uno de los dos murales de este año. Es una técnica más lenta, más laboriosa, pero tiene un resultado precioso.
Siempre que inauguran un mural, destacan la labor de los patrocinadores. ¿Es fundamental?
C.: Para el mosaico, tenemos un nuevo patrocinador, Ederglass. Todo este esfuerzo no se puede hacer sin la colaboración de todos. De las instituciones, pero también de las empresas que ponen su granito de arena para que los precios no se disparen, que incluso nos prestan gratis ciertos servicios o nos donan material. Sólo pintar una fachada en blanco cuesta mucho. Imagínate un mural.
En Estados Unidos, ¿qué valor se le concede al muralismo público?
V.: No tiene el valor de Hollywood o de la televisión, pero en las ciudades en verano puede haber doce proyectos diferentes, con artistas profesionales que coordinan a todo tipo de gente. El resultado son ciudades donde la memoria histórica se conserva. En Estados Unidos se pone mucho hincapié en contar la historia popular de la gente. El muralismo es el altavoz de las minorías que no tienen otra forma de expresarse. Muchos murales son conmemorativos de personajes históricos.
La Agencia de Revitalización del Casco Viejo incluye en su agenda de actuaciones a "La Ciudad Pintada". ¿Se sienten etiquetadas?
C.: En absoluto. Este proyecto no puede funcionar sin el apoyo institucional, y estamos contentas por su reconocimiento, por que se haya considerado este itinerario una herramienta para la revitalización, pero no somos institucionales. Nosotros hemos hecho este proyecto y funcionamos de manera independiente.
Desde Correría 101, su sede de trabajo, ¿qué visión tienen del proyecto de revitalización del Casco puesto en marcha hace año y medio?
C.: Tengo muy buena impresión de lo que se está haciendo. Lo que más se nota, quizá porque es lo fácil de ver cuando uno pasea, es el aumento de actividad, más lonjas abiertas. Hay otras cosas que tardan más en materializarse, como los colegios y el centro de salud, porque son más complejas. Y hay que tener paciencia. Se ve buena intención, gente realmente involucrada.
La Agencia dice que el Casco Viejo va a ser el corazón cultural de Euskadi. ¿Creen que es posible?
C.: Yo no conozco toda la cultura de Euskadi (risas). Lo que está claro es que en el Casco hay una proporción inusual de creatividad en comparación con otros barrios de Vitoria. Si uno se pone a contabilizar todos los artistas que hay aquí, artesanos, tiendas de moda, música, multimedia, publicidad, arquitectura, cómic, teatro, televisión... La creatividad presente en estas profesiones llamadas liberales necesitan un entorno determinado, que siempre haya actividad. Además de que el Casco Viejo es bonito. Y barato, las lonjas están muy bien de precio y eso es lo que necesitan estas personas.
¿Algún espacio del Casco Viejo que a ustedes les encante?
V.: La zona de El Campillo, el parquecito que es como un oasis, el camino hacia el Matxete... Puedes ver el horizonte. Y para nosotras, que crecimos junto a la playa, eso es muy importante.
¿Carencias de la colina que echen en falta especialmente?
V.: Tengo niños y, en ese sentido, creo que hacen falta mejoras básicas. El colegio del Casco dispone de muy pocos medios, aunque cuente con un equipo que se lo curra mucho. El tráfico alrededor del colegio resulta peligroso porque las calles son muy estrechas. Hay que tener más sensibilización con las familias que trabajamos y que vivimos aquí en el Casco Viejo. Si se va a hacer una joya, los niños tienen que ser una parte importante.
La accesibilidad es un punto pendiente del Casco. Y, de momento, la actuación estrella llevada a cabo han sido las rampas mecánicas. ¿Defensoras o detractoras?
V.: Yo las subo todos los días.
C.: Conozco gente que desvía sus rutas para coger las rampas, especialmente si va cargada, con niños o con la compra. Considero que están bien integradas en el entorno. Ante lo nuevo, la tentación es juzgarlo. Pero son funcionales. Respecto a la estética, a mí me gustan.
Muchos vecinos se quejan de falta de limpieza en el Casco. ¿Ustedes se suman a esas voces?
C.: Esto es como la gente que dice que el Casco se va a convertir en un gueto. Esas personas nunca han estado en un gueto. ¿Sucio? ¿Has estado en el Casco Viejo de Barcelona? Ni un sólo rincón está tan limpio como el Casco de Vitoria. ¿Podría estar mejor? Sí, pero con la dificultad que supone limpiarlo por su orografía, mal no está.
V.: Y hay otros barrios que están igual o peor. Creo que la gente acepta más la suciedad en otros sitios. También hay que pensar que es la huella humana que pasa. Si no pones las escaleras mecánicas o una arquitectura más arriesgada, a lo que te arriesgas es a parar la ciudad en un siglo determinado, a crear un parque temático, y no palpas la vida contemporánea de la gente: su basura, su arte, su graffiti... Es como las casas de las revistas: uno se pregunta si alguien vive en ellas.