Vitoria, además de la capital de Euskadi, también es un pueblo. Y no tanto por su cercanía, su población o tradiciones, sino porque la capital alavesa acoge a 63 entidades locales, algo que, según apuntan desde la asociación de concejos, raramente tienen en cuenta los ciudadanos gasteiztarras. "Apenas nos conocen", cuenta la presidenta del colectivo, Miren Fernández de Landa. Desde Acovi, de hecho, están convencidos de que en la ciudad se desconocen algunos de los problemas que arrastra la zona rural. El principal, el transporte. Pero no es el único.
Ali se lamenta por la redensificación planteada por el Ayuntamiento o por la instalación de una antena telefónica sobre un caserío, Amarita se ve fuera de las listas del Consistorio para obtener una tarjeta de la zona azul, Lasarte encabeza la polémica con la planta de tratamiento de residuos de la construcción y, finalmente, Jungitu protesta al verse cruzado por la Red de Alta Tensión. Estos son sólo cuatro ejemplos de las quejas que afectan en la actualidad al entorno rural de Vitoria, donde a menudo se escucha aquello de que la capital acoge a ciudadanos de primera y de segunda.
"Creo que la gente de los pueblos se siente de segunda sobre todo en cuanto a servicios", a la par que se ve "ninguneada" en el Presupuesto municipal para este año, explica Fernández de Landa. La representante de los concejos se refiere, sobre todo, al transporte público, la llave para que las zonas pequeñas puedan llegar hasta el ambulatorio, la zona comercial o el colegio más cercanos.
Desde el Ayuntamiento de Vitoria, mientras, reconocen que las mejoras en el transporte es uno de los debes en los que hay que trabajar, como se está haciendo con el Aula de Ecología Urbana de Barcelona. El concejal de Zona Rural, el socialista Peio López de Munain, insiste en que el objetivo municipal es garantizar los servicios básicos a todos los pueblos porque "la falta de masa crítica no es una excusa para no actuar" pero, en otras mejoras, "hay que priorizar".
El mensaje del edil es que cada persona debe valorar los pros y contras de la zona en que ubica su residencia. En la ciudad, es exponerse a ruidos, a más contaminación, a alejarse de la naturaleza. En el pueblo, se traduce en cercanía con los vecinos y en distancia con ciertos servicios clave. Fernández de Landa, mientras, matiza que "no es que pidamos una mejor atención, sino que nos merecemos esos servicios".