Ángel Lamelas se decidió a enfilar la difícil carretera de la lucha vecinal en 2008. Adolfo Gago metió la primera marcha hace cinco meses. Los dos, con un objetivo: mejorar sus barrios. Los dos, con una idea segura: que iban a acabar dedicándole todo su tiempo libre a la asociación. De momento, así está sucediendo. Y aunque cuando echan freno por la noche se dan cuenta del sacrificio, no están dispuestos a parar. Pese a los obstáculos. "La participación ciudadana de la que presume el Ayuntamiento realmente no existe, porque aunque se pida nuestra opinión, si no damos la lata no se nos escucha", aseguran ambos líderes vecinales.
Lamelas, presidente de Ipar-Arriaga, sufrió el gran portazo consistorial hace poco, cuando el gobierno rechazó celebrar la consulta popular sobre el proyecto de la futura estación de autobuses solicitada por la plataforma SOS Arriaga, de la que su colectivo forma parte. "Recogimos más de 9.000 firmas y se nos negó el referéndum", lamenta el portavoz vecinal, quien considera que el Consistorio debe esforzarse más en su trato con las asociaciones. "Hay consejos territoriales, sectoriales... Pero se nos ignora, y al final la gente deja de acudir". Además, según dice, la relación está burocratizada. "Piden un sinfín de papeles y lograr una reunión con un concejal es más difícil que pedir audiencia al Papa". Una situación que podría desmoralizar a cualquiera, pero que a él le ha hecho redoblar esfuerzos. Es de los que piensa que "los proyectos de mejora en los barrios se logran gracias a las asociaciones que se lo curran".
Desde que Lamelas tomó la vara de mando de la asociación, tras quince años viviendo en Arriaga, la paciencia y el optimismo han sido sus dos armas de batalla. "No se puede pensar que no se va a lograr nada. Hay que dar la lata y salir en los medios de comunicación, un elemento clave para que el político reaccione", sostiene el portavoz, quien quiere dejar claro que en su colectivo "no hay intereses partidistas", un estigma que ha acompañado al movimiento vecinal y "del que los políticos se suelen valer". Él quiere "el bien del barrio", un objetivo que se traduce en muchas demandas. Algunas ya están a punto de materializarse, como el centro de salud y la mejora de la iluminación en Juntas Generales y Voluntaria Entrega. Otras, como la construcción de un centro de mayores o la presencia de más policía, siguen en stand-by.
Lo que sí lamenta Lamelas es que aquellos para los que trabaja, a costa de no estar con su mujer y su hijo, a veces se queden al margen. "Yo me dedico a esto gratis, y es una labor agotadora. Por eso me molesta que a la mayoría de residentes le cueste implicarse". Eso no le sucede a Adolfo Gago, el presidente de la asociación de vecinos de Mariturri, nacida el pasado 28 de diciembre. El blog que abrió para recopilar las inquietudes del barrio suma ya mil visitas diarias. Una complicidad que da fuerza a la labor de este vitoriano, que busca algo muy simple, que su barrio tenga servicios básicos. "Cuando vine a vivir aquí hace seis meses, vi un espacio abandonado, sin contenedores, ni equipamientos, con viviendas propias de Benidorm... Quiero mejorar eso", afirma.
No obstante, ahora su máxima preocupación reside en los 24.000 metros cuadrados "que el plan general de ordenación urbana contempla eliminar para construir pisos, cuando están destinados a equipamiento público". El problema, afirma, es que se ha encontrado con "un gobierno que no quiere hablar con nosotros y nos acusa de ir contra él cuando sólo queremos el bien del barrio".