Leire y Mikel tienen tres hijos: Andoni, el mayor, y Aitor y Argiñe, los gemelos de dos años y medio. El martes, la familia Pichot-Zulueta al completo fue desalojada por la Policía Local del autobús que cubre la línea Lakua-Mariturri después de que el chófer -obedeciendo las órdenes de Tuvisa- se negara a que los dos pequeños viajaran sentados en su silla gemelar. A pesar de que el Ayuntamiento ya ha acordado que este tipo de carritos puede retornar a los urbanos, eso sí, bajo la responsabilidad de los padres, la gerencia de Tuvisa considera que la decisión no es válida hasta que el Pleno la apruebe a finales de mes.
"Pensábamos que todo se había solucionado y la realidad es que no nos dejan acceder con el carro gemelar", lamenta Mikel al recordar lo sucedido. El reloj marcaba las seis de la tarde cuando los cinco miembros de la familia subieron al autobús en Portal de Castilla, en la parada situada junto a la ikastola de Armentia, para ir de compras al centro. El conductor ya les advirtió de que no estaba permitido subir con silla de gemelos, pero ellos simularon plegarla, como hacen cada vez que toman el urbano desde hace cuatro meses. Ya están acostumbrados. Desde que el Ayuntamiento decidió prohibir estos carritos a finales de octubre, para Mikel y Leire, desplazarse al centro, les supone cargar en el viaje con Andoni, Aitor, Argiñe... y la silla. "Viajamos siempre como si fuéramos pidiendo perdón". La otra opción aún es menos atractiva: coger el coche, montar a los niños, encontrar aparcamiento, pagar OTA, desmontarlos...
No obstante, desde que la polémica saltó a la luz y la Corporación forzó al gobierno a echar por tierra esta norma, la familia Pichot-Zulueta pensó que su pesadilla había terminado. Hasta el martes, cuando dos horas después del primer aviso, los cinco se acercaron a la parada de la plaza San Antón para regresar a casa en autobús. Y otra vez lo mismo; salvo que en esta ocasión, hartos ya, se negaron a bajar del autobús cuando el chófer se lo pidió. "A continuación llegaron los agentes, nos dijeron que había una legislación que, por seguridad, prohibía las sillas gemelares, les invité a que me mostrasen dónde estaban escritos esos artículos y, como la cosa fue a más, nos invitaron a que abandonásemos el urbano para no interrumpir más el servicio", relata Mikel. Servicio que, para asombro y cabreo del resto de usuarios, estuvo parado durante diez minutos en los que Andoni, cansado ya por la hora, no entendía por qué habían tenido que bajarse del autobús, y llorando sólo daba muestra de querer llegar a casa cuanto antes.
Tras un primer escrito de denuncia en el centro cívico Aldabe, Mikel trasladó ayer otra queja al Ayuntamiento, pese a que "me da la sensación de que estoy luchando con gente que no quiere oír", apostilla.