vitoria. Javier Otaola compara las decisiones que toman los políticos en una ciudad como Vitoria con la experiencia de pasar una mala noche en una posada pequeña con sólo una manta. "Te tapas un pie, pero te destapas otro. Y la manta no llega a todo. Nuestros anhelos pueden ser infinitos, pero la manta es la que es". Traducido a la vida municipal, el síndico explica que una decisión perjudicial para un vecino de la capital alavesa puede resultar beneficiosa para miles de personas. La conclusión: las quejas vecinales son inevitables. "Que alguien se queje es como que un cuerpo sude cuando corre", apunta.
Otaola, tras siete años en el cargo, explica con sencillez la complejidad de su día a día. Recibe una media anual de una entrevista por jornada mediante la que atiende una reclamación que puede ser personal o bien representar al devenir de todo un barrio. En cualquier caso, el síndico gasteiztarra valora este tipo de quejas como una información valiosa para el Ayuntamiento, como una prueba de que el sistema realmente funciona y, en definitiva, como un rasgo más que define a la sociedad gasteiztarra.
A través de su trabajo contacta con los temas que más preocupan a los vecinos. También se ha podido hacer una idea de cómo son los vitorianos.
Creo que son gente pacífica, muy consciente de sus derechos y que tiene mucha confianza en su ayuntamiento, porque, de lo contrario, no se molestaría en exigir. Tengo una opinión muy buena de los vitorianos, salvando que tengo muy mala opinión del género humano en su conjunto.
¿Todavía hay días en los que le pilla por sorpresa alguna queja?
Sí. La gente está muy atenta a todo. Se fija hasta en si la máquina segadora daña los bajos de los árboles o en qué luces están encendidas por la noche.
¿El ciudadano, en general, se queja mucho?
El ciudadano tiene derecho a una explicación cuando se siente agraviado. Y el Ayuntamiento no tiene tiempo para dar explicaciones a todo el mundo. Gestiona unas 110.000 multas al año, así que podemos imaginarnos cómo sería atender cada caso... El Ayuntamiento no trabaja con mimo, sino con actos en masa. Y la cantidad se riñe con la calidad.
¿No es por tanto posible mejorar esa comunicación entre el Consistorio y los vecinos?
Se podría, pero supondría mucho más trabajo. Igual las nuevas tecnologías pueden ayudar a pasar de esa estandarización de las acciones a una mayor personalización.
Hasta entonces, para eso está precisamente el Síndico, la institución que defiende al vecino...
Nosotros mejoramos la comunicación con el Ayuntamiento a posteriori. Ésa es nuestra labor. A veces hacemos casi terapia con los ciudadanos. Para una persona que, por ejemplo, está en paro o se acaba de divorciar, que le llegue una multa de 350 euros es la gota que colma el vaso. Por eso vienen aquí, me cuentan su caso y, de paso, qué ocurre en su vida.
¿Cómo es su trato con los grupos políticos? Más de un concejal se echará a temblar al verle...
Somos un organismo independiente, que dependemos del Pleno, no sólo de un partido. Y mi papel no es tocar las narices al Consistorio. Creo que soy un tipo razonable, que aporta argumentos con un fundamento. La ley da un abanico de posibilidades y el Ayuntamiento suele escoger a veces la que le es más cómoda, no la mejor para el vecino. Y por eso nosotros trabajamos para mejorar esa práctica y lograr cierta excelencia.
Las quejas, por tanto, son fundamentales para mejorar.
Quejarse no es malo. Hay que cambiar esa psicología, porque esa queja que se presenta le da una información muy valiosa al Ayuntamiento. Si tuviera que pagar a una auditoría para hacer un análisis de qué funciona mal en la ciudad, le cobraría un dinero importante. Y seguramente te diría lo mismo que un ciudadano está apuntando gratis.
Desde el Consistorio a veces se lamenta, con la boca pequeña, que casi para cada proyecto surge una movilización en contra.
Es que la vida es complicada. Y la gente tiene que comprender que Vitoria-Gasteiz no es Jauja. En una ciudad vive mucha gente que, además, quiere hacer cosas contradictorias a la vez. Unos quieren divertirse, otros descansar, otros pasear por la calle con sus hijos...
¿Cómo se decide, entonces, quién tiene razón?
Muy fácil: cuando la queja viene amparada por el Derecho, que creo que es el mejor invento que se ha conseguido.
Lo dice un abogado.
Siempre va a producirse una discusión entre las personas, y el Derecho marca lo que sí y lo que no y, además, tiene la posibilidad de perfeccionarse con el tiempo.
¿Recibe muchas quejas vinculadas a la inmigración?
Formalmente no. Por eso, más que una queja, yo suelo decir que he recibido lamentos. Sí ha habido algún comentario desafortunado. Del tipo de "somos de Vitoria de toda la vida, pagamos nuestros impuestos y ahora vienen estos chicos de Marruecos...". Pero yo no doy mucho crédito a estas afirmaciones, porque son reniegos que se sueltan de vez en cuando pero que no llegan a presentarse como queja formal. En este sentido sí que la gente tiene miedo al qué pueden pensar de ellos.
¿Cree que los extranjeros están, en general, integrados en la ciudad?
Bueno, eso de la integración es muy relativo. ¿Qué se entiende por integración, que acudan a ver los partidos del Alavés? También puedo decir que veo poco integrados a muchos vitorianos de toda la vida. En general, opino que Vitoria es una ciudad que cuenta con unos servicios sociales muy potentes y con unas políticas de cohesión social casi escandinavas. Y creo que funcionamos bastante bien en un tema tan sensible.
¿Cómo reaccionan los vecinos cuando se les advierte de que no llevan razón?
Los vecinos que acuden al Síndico suelen estar convencidos, y no siempre tienen razón. Pero a la gente, si le das razones, siempre suele reaccionar con sentido común.
Ya, pero cada persona tiene su propio sentido común...
Pero nuestro trabajo no es sólo escuchar al vecino, sino también al servicio municipal.
¿A cuál de las dos partes dan la razón las estadísticas?
De cada diez asuntos que llegan, el Ayuntamiento suele llevar la razón en seis. Y de esos cuatro en los que tiene razón el ciudadano, el Consistorio nos hace caso en torno al 70% de las veces. No siempre. Pero lo importante no es tanto el número como la calidad de lo que conseguimos.
¿Está satisfecho de cómo su labor consigue cambiar la ciudad?
Este trabajo es útil. Pero yo sólo me tomo la molestia de explicarle los casos al Ayuntamiento, es mérito suyo cambiar las cosas.
¿Cuántas veces al cabo del año escucha aquello de "Cómo son los políticos", "No nos hacen ni caso"...?
Respeto mucho a los políticos. La política es una actividad dura, con sus compensaciones, pero que también les expone al ojo público, donde hay críticas que se hacen con buena y con mala fe. Y un político no puede ser Olentzero y dar la razón a todos; a veces tiene que tomar decisiones antipáticas.