fectivamente, las encuestas no se equivocaban. Pese a que se esperaba un mayor descenso en escaños del unionismo, no se podía infravalorar el gran arraigo y base social de una corriente política que representa prácticamente a la mitad de los electores de los seis condados y a una parte sustancial de la comunidad protestante. Las elecciones legislativas del 5 de mayo al Parlamento de Stormont pueden calificarse históricas por tres motivos.

El primero, es el sorpasso del partido republicano Sinn Féin sobre el unionista DUP, primera vez que ocurre desde que existe la propia provincia de Irlanda del Norte, desde el año 1921. Siendo el partido más votado, no ha aumentado su número de escaños, pero mantiene sus apoyos y hasta gana en votos, lo que le ha permitido superar al DUP. Este aumento de voto se podría deber al incremento demográfico progresivo de la población católica en las últimas décadas y por el voto joven, el cual también fue decisivo en los comicios de la República de Irlanda, debido a los problemas de acceso a la vivienda y a los precarios servicios públicos que comparte la sociedad y especialmente los jóvenes a ambos lados de la frontera. El segundo, la pérdida de escaños de los partidos unionistas mayoritarios, el DUP y el UUP, con 3 y 1 escaños menos respectivamente. Parece que las dimisiones de los últimos meses, el bloqueo constante del ejecutivo y el desgaste provocado por el descontento unionista con la gestión del Protocolo de Irlanda del Norte ha pasado factura a estos partidos, que, en vez de haber movilizado a los electores, han terminado perdiendo apoyos. El tercer motivo y la mayor sorpresa tras el sorpasso republicano, ha sido el gran aumento de apoyos del Alliance Party. Este partido que hasta ahora era minoritario y no llegaba ni al 10% de los votos, ha sumado 9 escaños a los que tenía previamente, obteniendo de esta manera más del doble de los que consiguió en la ultima cita electoral. Se definen como liberales y progresistas, pretendiendo alejarse de la división tradicional de nacionalistas-unionistas, aunque socialmente se les suele percibir como más cercanos al unionismo moderado. Su base de voto se encuentra mayoritariamente entre las clases medias y electores con formación universitaria. Siendo abanderados principalmente de la lucha por los derechos LGTBI, parece que han sabido atraer a votantes del resto de partidos más moderados, además de recibir un apoyo significativo de gente joven que aparentemente está cansada de las dicotomías tradicionales de unionista-nacionalista, y del hartazgo provocado por los constantes bloqueos del Ejecutivo.

Atendiendo a la distribución de escaños en comparación con las ultimas legislativas de 2017, podemos percibir transferencias de voto llamativas entre los partidos. El Green Party, partido verde y progresista, relacionado con la familia de los verdes británica, ha perdido los 2 únicos escaños que tenía. El SDLP, partido histórico representante del nacionalismo irlandés moderado ha perdido apoyos significativos, un total de 4 escaños, además de ese escaño, que, como se ha indicado anteriormente, ha perdido el UUP. Viendo los 9 escaños que ha sumado el Alliance Party, parece que ha habido transferencias de voto claras desde los partidos más moderados en lo que respecta a la cuestión nacional o identitaria, hacia el partido liderado por Naomi Long. Situar los 3 escaños perdidos por el DUP es algo más complicado, ya que algún voto podría haber ido al Alliance Party, pero el perfil tradicional del electorado del DUP es la población protestante de clase trabajadora, muy conservadora, nacionalista británica y probrexit, por lo que personalmente veo complicado que esos votos pudieran haber terminado en un partido liberal como el Alliance. Desde mi perspectiva, la hipótesis de pérdida de votos del DUP por el desgaste, el descontento general y la mala gestión del Protocolo por parte de los unionistas tiene mucho más sentido.

La clara vencedora y líder del Sinn Féin, Michelle O’Neill ya dejó clara su disposición para formar gobierno desde que se conocieron los resultados electorales. Insistió en la necesidad de un gobierno que trabaje por los derechos de todos los ciudadanos, que haga hincapié en la recuperación económica “poniendo de nuevo el dinero en los bolsillos de la gente” según sus propias palabras, y aspire a un referéndum de unificación irlandesa en un plazo máximo de 5 años. Especialmente esto último no agrada en absoluto al líder del DUP, Jeffrey Donaldson, que amenaza con bloquear la formación de gobierno hasta que el asunto del Protocolo no se resuelva, lo que expresa el bien conocido descontento de los unionistas sobre lo que fue el resultado final del Brexit, pero por la otra cara esconde un miedo y un pavor absoluto por si formar gobierno allana la vía hacia un referéndum que provoque la unidad de la isla de Irlanda, que aunque no va a ser fácil, está un poquito más cerca desde el pasado 5 de mayo.

La política del norte de Irlanda se enfrenta una vez más a un problema magnánime y no va a ser tarea sencilla que los unionistas accedan a poner en marcha el ejecutivo, pues se encuentran en una encrucijada en la que ninguna salida es fácil ni para ellos ni para la paz en los seis condados. Queda por ver cómo reacciona Westminster a este bloqueo y qué está dispuesto a hacer Boris Johnson para salvaguardar el Protocolo y con él, la paz en la provincia, atendiendo a las demandas de los unionistas, que, aunque han sido socios preferentes de los tories, nunca han sido compañeros de viaje ni cómodos, ni fiables. l